Cara y cruz
?Es mejor el novillo malo o el bravo? No est¨¢ clara la respuesta, pero en el recuerdo queda lo que contest¨® Juan Belmonte a un novillero pregunt¨®n: "P¨ªdele a Dios que no te toque un novillo bravo".Con el malo se esconden los defectos; no se gana nada, pero tampoco se pierde todo si la voluntad suena a valent¨ªa y ¨¦sta a temeridad. Con el bueno florecen las deficiencias del torero y reluce la alegr¨ªa de la noble bravura. El torero, si no tiene condiciones para parar, templar y mandar, queda pronto al descubierto, sin posibilidad de remisi¨®n. Esa es la cara y la cruz de esta fiesta.
El primer novillo de Gil Belmonte era un descastado con malas ideas que no le permiti¨® un atisbo de lucimiento. El animal s¨®lo quer¨ªa prender al torero, y ¨¦ste sorte¨® el peligro con voluntad. El cuarto fue otro cantar. No derroch¨® bravura, pero s¨ª nobleza y recorrido; el animal demostr¨® cualidades suficientes para el triunfo del novillero, a quien se le ofreci¨® en bandeja la posibilidad de lucir sus condiciones toreras en la Maestranza.
Guardiola / Belmonte, Castro, Barea
Novillos de Salvador Guardiola Santoni, bien presentados, descastados y sosos.Gil Belmonte: cuatro pinchazos y descabello (ovaci¨®n); estocada trasera, descabello -aviso- y tres descabellos (ovaci¨®n). Alejandro Castro: pinchazo, estocada ca¨ªda y tres descabellos (ovaci¨®n); pinchazo, estocada y descabello (ovaci¨®n). Antonio Barea: estocada, descabello -aviso- y dobla el novillo (ovaci¨®n); media (silencio). Plaza de la Maestranza, 8 de junio. Menos de media entrada.
Pero se demostr¨® que a Belmonte (Juan) no le faltaba raz¨®n. Gil Belmonte dio pases y m¨¢s pases por ambos lados, y s¨®lo interes¨® a la banda de m¨²sica, que va de mal en peor. No es posible emocionar cuando se torea sin profundidad ni sentimiento. La mala suerte del novillero fue que le toc¨® el ¨²nico novillo potable de la tarde y lo desaprovech¨®. Dicho de otro modo: hay que ser un buen torero cuando sale el buen toro.
Claro que tampoco puede estar contento el ganadero. Mucho nombre, pero poco toro; bien presentados, pero por las venas les corr¨ªa poca sangre brava. Todos, a excepci¨®n del cuarto, fueron sosos, mansos y se hundieron en la muleta.
Alejandro Castro se presentaba en Sevilla y lo suyo fue una verdadera cruz. No dio la impresi¨®n de poseer los secretos del toreo cl¨¢sico, pero no se le puede negar el valor y el deseo de triunfo. Sus dos novillos, sin embargo, no le ofrecieron facilidades. El primero era un manso de embestida descompuesta que regal¨® peligro a diestro y siniestro. Castro lo intent¨® de veras, y se gan¨® dos volteretas espectaculares sin consecuencias. El quinto era un moribundo, inv¨¢lido desde el principio, con el que el novillero lo intent¨® una y otra vez, sin parar, hasta la desesperaci¨®n.
El caso de Barea es radicalmente distinto. Debutaba ayer con picadores y salv¨® el dif¨ªcil examen con nota alta por su decisi¨®n y torer¨ªa ante la adversidad de su lote. Su primero, soso y brusco, no permit¨ªa florituras, pero Barea sabe torear y es valiente; aguant¨® tarascadas y, al final, consigui¨® muletazos muy estimables, entre los que destacaron algunos largos naturales. El ¨²ltimo era un muerto en vida y no pudo m¨¢s que limitarse a a matarlo. A los dos los recibi¨® con ver¨®nicas hondas, y se luci¨®, adem¨¢s, en un ajustado quite por chicuelinas.
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