No tienen ni idea
Los apoderados de Joselito y de Rivera Ord¨®?ez no tienen ni idea de toros. A las pruebas nos remitimos: despu¨¦s de pasarse ni se sabe cu¨¢ntos d¨ªas recorriendo media caba?a nacional, revolviendo ganader¨ªas, eligiendo inocentes animales, dos de aqu¨ª, dos de all¨¢, dos de acull¨¢, van y se traen semejante porquer¨ªa a la famosa Corrida de Beneficencia.Ni idea tienen los apoderados de Joselito y de Rivera Ord¨®?ez, ll¨¢manse Enrique Mart¨ªn Arranz y Manuel Flores apodado Camar¨¢. Ten¨ªan que haber salido a saludar a la afici¨®n. En vez de esa desairada presencia de los dos espadas al t¨¦rmino del pase¨ªllo, que recibieron una sonora divisi¨®n de opiniones mientras saludaban montera en mano, debieron comparecer ambos apoderados y, ya que estaban, dar explicaciones.
Varias / Joselito, Rivera
Toros: Juan Pedro Domecq, 1? inutilizado en un derrote, devuelto; 6?, con trap¨ªo, encastado. Joaqu¨ªn N¨²?ez, 2? y 3?, tipo utreros, flojos, borregos. Victoriano del R¨ªo, 4?, inv¨¢lido, borrego; tercer sobrero, sin trap¨ªo, descastado; Y, con trap¨ªo, genio. Alcurruc¨¦n, primer sobrero, tipo utrero, manso, borrego. Las Ramblas, segundo sobrero, sin trap¨ªo, inv¨¢lido, devuelto. Todos sospechosos de pitones.Joselito: estocada corta atravesada pescuecera -aviso- y descabello (silencio); pinchazo hondo, rueda de peones, pinchazo y estocada (silencio); bajonazo (algunas palmas y pitos). Rivera Ord¨®?ez: estocada (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando sale a los medios); dos pinchazos y estocada baja (algunas palmas); pinchazo y estocada corta (silencio). El Rey -a quien los diestros le brindaron sus primeros toros- y su madre la Condesa de Barcelona presenciaron la corrida desde el palco real. Plaza de Las Ventas, 19 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno.
En un examen de cartilla taurina, a Mart¨ªn Arranz y Camar¨¢ les habr¨ªan mandado al pelot¨®n de los torpes. Pues se necesita ser negado para no conocer del toro ni el trap¨ªo (los trajeron tipo utrero y alguno hasta pon¨ªa carita de eral); de los encastes, el bravo (lo que escogieron iba para borrego); y entre tanta busca y captura, ni por casualidad acertaron con un ejemplar apropiado a la tauromaquia moderna, el ¨²nico que les vale a estas figuras de hoy y que llaman el toro "que se deja".
Hubo en la plaza quien opinaba que los apoderados de Joselito y Rivera Ord¨®?ez s¨ª saben de toros; s¨®lo que decidieron seg¨²n su conveniencia. Pues peor. Porque entonces no ser¨ªa cuesti¨®n de no tener ni idea, sino de mala idea; un caso flagrante de desprecio a la fiesta y a la cosa p¨²blica, con premeditaci¨®n y alevos¨ªa.
Los poderdantes, por su parte, no mejoraron el panorama en absoluto. Los poderdantes parec¨ªan incapaces de torear aquella, gatada. Los poderdantes, si bien se mira, hicieron el m¨¢s espantoso de los rid¨ªculos. Con la mayor¨ªa del p¨²blico a favor, dispuesto a aclamar cualquier acci¨®n all¨¢ penas si conten¨ªa un asomo de arte o se ajustaba remotamente a los c¨¢nones, ninguno de los dos tuve, arrestos, o recursos, o categor¨ªa o todo a la vez para merecer una vuelta al ruedo o una ovaci¨®n un¨¢nime; ninguno para lograr tan siquiera un solitaria tanda de pases m¨ªnimamente reunida, templada y ligada.
Joselito enjaret¨® dos derechazos aprovechando el viaje a su primer toro y de poco se viene la plaza abajo. Y ya no dio a sus partidarios -que eran legi¨®n- otros motivos de j¨²bilo. Porque un buen quite de frente por detr¨¢s que le hizo al sexto, tampoco result¨® como para zambullirse en la Cibeles. Pases sueltos, fuera cacho y destemplados casi todos, rectificar terrenos, gestos de mal humor configuraron la actuaci¨®n de Joselito, y al encontrarse frente a un quinto toro de cierto trap¨ªo y genio, tras unos pases sentado en el estribo y unos derechazos precavidos, lo ali?¨® sin disimulo. Rivera Ord¨®?ez estuvo valent¨®n, ci?¨® algunos naturales con riesgo -en uno de ellos sufri¨® una voltereta-, tir¨® derechazos con m¨¢s voluntad que arte, y la clase de torero de dinast¨ªa que se le atribuye no le afloraba por parte alguna. Al sexto lo recibi¨® con tres largas cambiadas de rodillas, y ya se esperaba que ¨¦se ser¨ªa el toro del desquite -por supuesto del triunfo- cuando naufrag¨® en un proceloso y desesperante marasmo de enganchones.
La Corrida de Beneficencia: vaya bochorno y vaya timo. Lo menos que se habr¨ªa podido pedir a los organizadores de la Corrida de Beneficencia era que presentaran una corrida de toros digna. Y, sin embargo, en vez de comprarla, encargaron a los incompetentes apoderados de los toreros que eligieran lo que les diera gusto. Qu¨¦ verg¨¹enza. Esta intolerable dejaci¨®n de funciones har¨¢ historia. Medio siglo largo ha pasado y a¨²n se recuerda aquella Corrida de Beneficencia de nueve toros en cuyo cartel entr¨® por un politiqueo de entrebastidores Luis Miguel Domingu¨ªn (ver EL PA?S de ayer), Con la importante salvedad de que se entretuvo en alcanzar un se?alado ¨¦xito. Medio siglo pasar¨¢ y a¨²n no se habr¨¢ olvidado que esta Corrida de Beneficencia de 1997 fue la corrida del compadreo, del servilismo y del deshonor.
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