Don Felipe y don Fidel
La tentaci¨®n de equiparar la muerte de Fidel Vel¨¢zquez, el nonagenario l¨ªder de la CTM (Confederaci¨®n de Trabajadores Mexicanos) y la del PRI (Partido Revolucionario Institucional) es explicable e irresistible. Hay que trascenderla para confirmar, hist¨®ricamente, que el PRI ha sido lo que ha sido, en gran medida, gracias a don Fidel y que don Fidel fue, en otra enorme medida, lo que el PRI hizo de ¨¦l.Esta pavana por un l¨ªder difunto se resuelve, precisamente, en una mutua responsabilidad que, tras cinco d¨¦cadas de cohabitaci¨®n, nos deja a los ciudadanos una herencia de mutua irresponsabilidad: Fidel Vel¨¢zquez y el PRI se momificaron mutuamente, les robaron fluidez, imaginaci¨®n, participaci¨®n y democracia a las instituciones pol¨ªticas de M¨¦xico. Es una grave responsabilidad.
Por antip¨¢ticas que sean las comparaciones, hago una, en estos d¨ªas, con el PSOE y su dirigente moderno, Felipe Gonz¨¢lez. El joven pol¨ªtico andaluz hered¨®, en el Congreso de Suresnes de 1974, una formaci¨®n min¨²scula, disminuida por el ¨¦xito y la perpetuaci¨®n de vicios dogm¨¢ticos y faccionalistas. Del partido fundado en 1879 por Pablo Iglesias, Gonz¨¢lez hizo una organizaci¨®n din¨¢mica, fraguada en la oposici¨®n, el exilio y la clandestinidad, y preparada, en la adversidad, para participar, llegado el momento, en la transici¨®n de la dictadura fascista a la plenitud democr¨¢tica.
La transici¨®n espa?ola, hay que repetirlo porque constituye, una lecci¨®n, no fue obra de uno solo de sus factores, sino de todos. Un pa¨ªs te¨®ricamente condenado a la minor¨ªa de edad c¨ªvica, dio la m¨¢s brillante prueba de talento pol¨ªtico en el mundo hisp¨¢nico de este siglo. Todos los actores contribuyeron a sentar las bases de una democracia s¨®lida y duradera. Los comunistas de Santiago Carrillo, los socialistas de Felipe Gonz¨¢lez, la derecha de Manuel Fraga, el centro-derecha de los primeros ministros Adolfo Su¨¢rez y Leopoldo Calvo Sotelo. Quiz¨¢s, por s¨ª solos, hubiesen logrado el milagro de la transici¨®n pac¨ªfica. ?sta, sin embargo, no se entiende sin la extraordinaria inteligencia pol¨ªtica del rey Juan Carlos I y de la instituci¨®n misma de la monarqu¨ªa constitucional.
All¨ª quedaron rotos todos los cartabones de la fatalidad hisp¨¢nica, la intolerancia de los Reyes Cat¨®licos, la sangr¨ªa imperial de los Austrias y la ciega venalidad de los Borbones, la gris¨¢cea alternancia decimon¨®nica, la dictablanda de Primo de Rivera, la dictadura de Francisco Franco y, en medio, las divisiones, las debilidades, la ternura traicionada de la "Rep¨²blica ni?a" de la que hablaba Mar¨ªa Zambrano. La mitad de Espa?a matando a la otra mitad, que dijo Larra. El espa?olito venido al mundo para "helarte el coraz¨®n", que dijo Machado.
Esta visi¨®n de una Espa?a fatalmente condenada a la opresi¨®n y la intolerancia, olvidaba las conquistas de la Edad Media espa?ola, la din¨¢mica de su burgues¨ªa urbana, las instituciones parlamentarias y judiciales fraguadas lentamente y con anterioridad, muchas veces, al resto de Europa: las Cortes de Catalu?a, de 1217, preceden, diga lo que diga la arrogante se?ora Thatcher, al primer Parlamento ingl¨¦s de 1265. La revoluci¨®n de las Comunidades de Castilla; la ilustraci¨®n dieciochesca de Carlos III y Gaspar Melchor de Jovellanos; la Constituci¨®n de C¨¢diz y la filosofia de Blanco White; la ra¨ªz cr¨ªtica, narrativa y democr¨¢tica de los grandes novelistas del siglo pasado, Clar¨ªn y P¨¦rez Gald¨®s.
La democracia espa?ola no es un milagro. Es un acto de memoria cultural, de voluntad pol¨ªtica, pero tambi¨¦n de tradici¨®n recuperada. Sobre estas bases, la capacidad de la democracia posfranquista no debe asombramos. Pero, sobre estos mismos cimientos, Felipe Gonz¨¢lez llev¨® al socialismo espa?ol de la clandestinidad a la transici¨®n y finalmente, durante 13 a?os, al poder.
?Con qu¨¦ cont¨® Gonz¨¢lez, adem¨¢s de la tradici¨®n, la voluntad y la memoria? Cont¨® con una c¨²pula directiva. Cont¨® con una membres¨ªa activa. Y cont¨® con el voto popular. Ning¨²n partido democr¨¢tico puede funcionar sin estos tres estadios. La desgracia del PRI, y en consecuencia la de M¨¦xico, ha sido no s¨®lo la simbiosis PRI-Gobierno, no s¨®lo la debilidad o ausencia de las oposiciones al monolito de la Coatlicue pol¨ªtica durante varias d¨¦cadas, sino, lo que es peor, la cada vez m¨¢s estrecha cupularidad del PRI, carente de base electoral alerta, libre, activa, convencida; carente de membres¨ªa alerta, libre, activa, convencida, y limitado, cada vez m¨¢s, a la asfixia de una c¨²pula directiva disminuida, cada vez m¨¢s, por la escasa calidad de sus personajes.
Cuando Felipe Gonz¨¢lez renuncia a la jefatura de su partido, es posible que lo haga para desembarazarse de Alfonso Guerra (lo logr¨®) y de la base territorial de los llamados "barones" del PSOE a fin de darle mayor respiro nacional al partido (no lo logr¨®). Lo que s¨ª logr¨® Gonz¨¢lez -que s¨®lo tiene 54 a?os- fue abrirle el partido a directivas m¨¢s j¨®venes, reconocer que la tercera parte de los afiliados son hombres y mujeres menores de 40 a?os, renovar la directiva, activar la membres¨ªa y buscar nuevamente el apoyo del electorado que no es ni miembro ni dirigente del partido.
Esta es la labor que nuestro viejo, paquid¨¦rmico partido oficial, el PRI, no ha hecho ni parece dispuesto a hacer, confiado, si no en triqui?uelas electorales cada vez m¨¢s dif¨ªciles de perpetrar, al menos en confusas alianzas del miedo (despu¨¦s del PRI, el diluvio), la inercia (sin el PRI, la resbaladilla) o la distancia (en el monte, s¨®lo el PRI). Sabor a PRI, PRIsioneros del ruido de la historia... El partido en el poder todav¨ªa sabe cantar los boleros, pero parece ayuno de toda proposici¨®n que aliente, construya y vigorice a la ciudadan¨ªa. La ciudadan¨ªa, en consecuencia, se organiza fuera del PRI en partidos de oposici¨®n, sindicatos independientes, el electorado sin afiliaci¨®n y una sociedad civil diversificada, participativa y, ella s¨ª, vigorosa.
Porque M¨¦xico, como Espa?a, tiene una tradici¨®n de lucha democr¨¢tica m¨¢s inclinada que la espa?ola, es cierto, a aliar la democracia pol¨ªtica con la justicia y la igualdad. De las tradiciones comunitarias ind¨ªgenas a Emiliano Zapata y a Marcos, de la rebeli¨®n de artesanos y trabajadores urbanos de 1624 a Cananea, R¨ªo Blanco y las luchas sindicales de Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, M¨¦xico tambi¨¦n tiene una historia que dice no s¨®lo, como Porfirio D¨ªaz, que ya estamos listos para la democracia, sino que siempre lo hemos estado.
Fuera del poder, el PSOE de don Felipe no tiene nada que temer. Su desa?o es renovarse y reconquistar al electorado perdido. Fuera del poder, el PRI de don Fidel tendr¨ªa la oportunidad de renovarse, rejuvenecerse, y decidir que, puesto que ya no puede serlo todo para todos y nada para nadie, debe ser algo para algunos: su directiva, si sabe renovarla; su membres¨ªa, si puede organizarla; su electorado, si sabe conquistarlo.
En el espectro de la democracia espa?ola, el PSOE tiene un lugar y en consecuencia un futuro: es una parte, no el todo. En el espectro de la democracia mexicana, el PRI tambi¨¦n tiene un lugar y en consecuencia un futuro, si renuncia a ser el todo y se reorganiza como una parte. Es la diferencia entre don Felipe y don Fidel.
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