Las fundaciones, a vueltas con la ley
El articulista plantea la necesidad de que se ampl¨ªe la ley para que se estimule realmente la creaci¨®n de m¨¢s fundaciones.
Desde hace algunos a?os, muchos nos preguntamos por los rasgos caracter¨ªsticos de estos tiempos que nos ha tocado vivir. De mi experiencia de a?os, de la realidad que podemos percibir a diario, de las expectativas de mucha gente, llego a la conclusi¨®n de que vivimos tiempos de fundaciones. Tal vez deber¨ªa decir, en general, del llamado tercer sector, de las entidades no lucrativas. No hay m¨¢s que observar su crecimiento en los pa¨ªses europeos, en Am¨¦rica, en el mundo. Y no es una moda pasajera, no es una circunstancia Mas o menos localizada: es una tendencia que dura y se consolida con el paso de los a?os.Yo hablo de Espa?a y, de las fundaciones porque es lo que conozco. Y digo desde hace tiempo que es tiempo de fundaciones. No s¨®lo porque, se constituyen cada vez m¨¢s fundaciones o porque sus ¨¢mbitos, de actividad sean cada vez m¨¢s diversos, m¨¢s espec¨ªficos y lleguen a un mayor n¨²mero de personas. No s¨®lo por esto, que es algo que se puede percibir con relativa facilidad. Basta seguir los BOE, leer los peri¨®dicos, andar por las calles. Tambi¨¦n, y sobre todo, porque estas instituciones empiezan a ser contempladas no ya como bichos raros, sino como elementos necesarios en nuestras sociedades, en nuestros sistemas democr¨¢ticos. Ofrecen libertad, pluralidad, actividades de inter¨¦s general, en ese espacio abierto entre lo p¨²blico y lo privado, entre el Estado y el mercado. Entre el Estado y el mercado queda una zona abierta que no obedece ni atino ni a otro y que est¨¢ cubierta por organizaciones, e instituciones que, permiten al individuo incidir en la vida social, en sus problemas y en sus demandas, sin imposiciones estatales o mercantiles.Comprendo, no obstante, que alguien pueda preguntarse si verdaderamente las fundaciones pueden caracterizar a, nuestro tiempo. ?No es nuestro tiempo m¨¢s bien tiempo de insolidaridad y de fraccionamiento social? ?No es tiempo un Estado omnipresente y de un mercado dominante que ya no conoce fronteras? Se podr¨ªa pensar que estoy ciego si creo que la solidaridad es una de las caracter¨ªsticas del mundo en el que vivimos. Se podr¨ªa pensar que soy un ingenuo si creo que las fundaciones significan algo sustancial en el panorama de nuestro tiempo. ?Ser¨¢ una exageraci¨®n, una ilusi¨®n m¨¢s que una realidad, hablar de tiempo de fundaciones como si estuvi¨¦ramos viviendo un tiempo, por as¨ª decirlo, de generosidad individual y privada?No, no lo creo. Ni soy tan ciego ni soy tan ingenuo como para no reconocer y, en cierto modo, compartir la parte de verdad que tienen estas limitaciones a mi aseveraci¨®n. Pero, como dec¨ªa antes, hay algo palpable, verificable. Nunca se han creado tantas fundaciones como ahora. Se puede decir que cada tres d¨ªas se crea una fundaci¨®n en nuestro pa¨ªs. Cada vez va a ser m¨¢s probable que la gran mayor¨ªa de los ciudadanos espa?oles podamos beneficiarnos, de un modo o de otro, de las actividades o servicios de alguna fundaci¨®n, por extra?os o minoritarios que ¨¦stos sean, pues los prop¨®sitos que mueven a es tas instituciones son tan diversos y tan insospechados como la compleja sociedad en la que nacen, a la que traducen y a la que sirven. Personas, grupos sociales, partidos pol¨ªticos, sindica tos, clubes de f¨²tbol, empresa rios, asociaciones, museos, artistas, crean fundaciones. Muchas son las motivaciones, casi tantas como los individuos. Pero, nos preguntamos, ?por qu¨¦ ahora? Creo que el crecimiento del movimiento fundacional obedece a razones de gran calado, y no a motivaciones m¨¢s o menos casuales. Me atrever¨ªa a pensar que nuestras actuales circunstancias hist¨®ricas favorecen las posibilidades de desarrollo del llamado tercer sector. Los tiempos nuevos van a exigir a la sociedad la elevaci¨®n de su cuota de compromiso social y un sentido, cada vez mayor, de responsabilidad para cumplir los compromisos impuestos por la realidad social.Este crecimiento se est¨¢ produciendo en Espa?a con una normativa que mira m¨¢s al pasado que al futuro; una normativa que, a nuestro modo de ver, no es la m¨¢s adecuada. Hace algo m¨¢s de dos a?os se aprob¨® la Ley de Fundaciones. Y en su discusi¨®n en el Parlamento se pudo observar lo que estoy diciendo: todos los grupos pol¨ªticos aceptaban y reconoc¨ªan el importante papel social y cultural que las fundaciones pod¨ªan y deb¨ªan cumplir. El proyecto de ley del Gobierno socialista mejor¨® sensiblemente en su tramitaci¨®n parlamentaria. Pero la ley que se aprob¨® no respond¨ªa, como digo, a la realidad del momento presente, y menos a¨²n al futuro. No era la ley que esperaban y se merec¨ªan las fundaciones espa?olas. Ni en el plano sustantivo ni en el fiscal. A pesar de las buenas palabras, todav¨ªa hab¨ªa recelos, y quedaron reflejados en el texto. La buena predisposici¨®n de todos los grupos pol¨ªticos no se concret¨® en una buena ley. Desde el Centro de Fundaciones se ha se?alado en numerosas ocasiones que la ley qued¨® a medio camino, que pod¨ªa y deb¨ªa mejorarse.
Hay razones para pensar que esa necesaria modificaci¨®n se va a producir en no demasiado tiempo. Representantes del Gobierno y del Partido Popular han manifestado en reiteradas ocasiones su voluntad de hacerlo. Hay razones para confiar: estamos en tiempo de fundaciones y hay una clara voluntad pol¨ªtica de mejorar la ley. Sin embargo, a pesar de las buenas perspectivas, sabemos por experiencia que ¨¦ste puede no ser considerado como un asunto prioritario en el mundo de la pol¨ªtica, que se desarrolla en ocasiones en medio de circunstancias cambiantes. Es una ley, la de fundaciones, que necesita altura de miras, que precisa una perspectiva de largo plazo, una perspectiva pol¨ªtica en el sentido m¨¢s profundo de la palabra. Es por ello, en mi opini¨®n, una cuesti¨®n de primer orden y merece una atenci¨®n prioritaria.
Sigo a vueltas con la ley porque no podemos dejar de decir que ¨¦sta que tenemos no se ajusta a los tiempos que vienen ni a la realidad fundacional que ya existe. Es cada vez m¨¢s necesaria una ley que estimule realmente la creaci¨®n de m¨¢s fundaciones, que estimule realmente la realizaci¨®n de actividades de inter¨¦s general y en la que prime , en la configuraci¨®n de los protectorados, las fundaciones de fomento sobre la polic¨ªa y control. Adem¨¢s es necesario eliminar el control excesivo, por innecesario e injustificado, y perturbador del desarrollo normal de las actividades de las fundaciones. Y hay que aumentar los incentivos fiscales. Desde el punto de vista de la Hacienda p¨²blica es much¨ªsimo m¨¢s lo que se gana que lo que se pierde: alguna vez habr¨¢ que hacer las cuentas para comprobarlo. S¨®lo de esta manera, con esta filosof¨ªa, a mi modo de ver, se puede llegar a una ley que alcance plenamente sus confesados fines incentivadores. Y cuando esto sea as¨ª hablaremos m¨¢s de las fundaciones y menos de la ley.
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