Porque lo manda el patr¨®n
El mi¨¦rcoles 17 de julio de 1996, Olano perdi¨® el podio de Par¨ªs por respetar una orden suicida 40- El jefe de empresa de Mapei amenaz¨® con disolver el equipo si no atacaban todos camino de Pamplona
La ¨¦pica de la monta?a, de acuerdo. ?Reserva algo de gloria para quien obedece a ciegas? Se acepta universalmente a los ciclistas como h¨¦roes cuando se les ve luchar contra la monta?a. Cada puerto es un apellido que se adjunta a un historial de impresionantes ejemplos del esfuerzo humano. El ganador merece el recuerdo, pero tambi¨¦n hay honores para el que desfallece. Quedan en el olvido otras tantas historias, peque?as an¨¦cdotas al margen, alguna que otra calamidad. C¨®mo llamarlo. Le sucedi¨® a Abraham Olano hace escasamente un a?o. Una historia de ciclistas y monta?as. Pero otra clase de ¨¦pica. Fue en los Pirineos, camino de Pamplona, posiblemente una de las experiencias m¨¢s amargas de su carrera. Olano se vio obligado a obedecer una orden suicida que le llev¨® a perder todas sus, aspiraciones de subir al podio de Par¨ªs.Martes 16 de julio de 1996. El Tour llega a Hautacam y vive un nuevo ¨¦xito de Riis y la derrota definitiva de Indur¨¢in. Abraham Olano, en su hotel de Lourdes, echa cuentas junto a su compa?ero Tony Rominger: Olano es 2? a 2.46 minutos de Riis; Rominger es 3? a 2.54. Piensan en la contrarreloj de Burdeos, tres d¨ªas despu¨¦s. Dos l¨ªderes para el Mapei, que manda en la general por equipos. S¨®lo queda un verdadero obst¨¢culo hasta Par¨ªs: la temible etapa de Pamplona, 262 kil¨®metros y tres puertos formidables. Olano y Rominger descansan en Lourdes. Si saben defender su suerte subir¨¢n al podio de Par¨ªs. No atacar¨¢n a Riis porque ha demostrado ser el m¨¢s fuerte. "Y al m¨¢s fuerte no se le ataca", recordaba Olano.
Olano y Rominger hicieron las cuentas correctas, pero no esperaban que su, suerte estuviera echada.
"QUIERO VER POR LA TELEVISI?N C?MO ATAC?IS"
Mediada la noche, Rominger recibi¨® una llamada en su habitaci¨®n. Era una llamada importante. Era el patr¨®n del equipo, Giorgio Squinzi, un empresario italiano de car¨¢cter impaciente, famoso por su intromisi¨®n en los asuntos internos del equipo. Decid¨ªa sobre fichajes, t¨¢cticas en carrera, m¨¦dicos que deb¨ªan preparar a los corredores y hasta sobre qui¨¦n deb¨ªa ganar carreras, como la Par¨ªs-Roubaix. Habl¨® por tel¨¦fono con el director en el ¨²ltimo kil¨®metro y le dijo que ten¨ªa que vencer Museeuw.
-Tony, voy a decirle al director que quiero- que ataqu¨¦is ma?ana. Al MaIpei, el mejor equipo del mundo, no le sirve un puesto en el podio, nadie se acuerda de ello. Ten¨¦is que atacar o de, lo contrario tomar¨¦ medidas contra todos.
El equipo era el Mapei, una extra?a mezcla de belgas, italianos y espa?oles bajo el liderazgo de un corredor suizo. Pero era el mejor equipo del mundo en las puntuaciones de la UCI, una escuadra enorme capaz de alimentar a 36 personas, dispuesta para competir en tres carreras al mismo tiempo. Squinzi estaba harto de leer informaciones sobre el car¨¢cter ingobernable de sus corredores. Pero estaba m¨¢s harto del dinero que le estaba costando el asunto. Si Olano y Rominger compart¨ªan el podio de Par¨ªs, deber¨ªa pagar unas cuantiosas primas, pactadas de antemano, al comenzar la temporada. M¨¢s de 100 millones de pesetas.
Rominger trat¨® de convencer a su patr¨®n: atacar ser¨ªa un suicidio colectivo. El equipo estaba escaso de fuerzas y Riis era intratable. Squinzi no quer¨ªa escuchar argumentos. S¨®lo comunicaba una orden. Rominger colg¨® despu¨¦s de decirle que intentar¨ªan cumplir sus ¨®rdenes.
Pocos minutos despu¨¦s, la llamada se dirigi¨® a la habitaci¨®n de ?lvaro Crespi, el manager del equipo. Squinzi utiliz¨® un tono m¨¢s duro.
-Muy bonito, un, gran Tour, le dijo ir¨®nicamente. Pero al Mapei no le vale ser segundo o tercero. Si ma?ana no veo por la tele c¨®mo atac¨¢is os suspendo de empleo y sueldo. No os pago y disuelvo. el equipo.
Crespi inmediatamente convoca a los directores del equipo. Al espa?ol Juan Fern¨¢ndez y a su ayudante Jes¨²s Su¨¢rez Cuevas, y al belga Patrick Lefev¨¨re. Crespi les informa de su conversaci¨®n con el patr¨®n y les ordena que informen a los corredores. "Ten¨¦is que decirles que deben arriesgar el todo por el todo, atacar a muerte". Juan Fern¨¢ndez no sabe ad¨®nde mirar. Le entr¨® la risa tonta. No compart¨ªa la decisi¨®n. El t¨¦cnico vitoriano, un director que sab¨ªa que no seguir¨ªa el a?o siguiente en el Mapei y que se estaba buscando un patrocinador espa?ol para formar un equipo encabezado por Olano, dijo claramente que ¨¦l no dir¨ªa nada a los corredores. "Debes ser t¨², ?lvaro, como manager general del equipo, quien les transmita las ¨®rdenes de Giorgio". El director espa?ol no quer¨ªa asumir la responsabilidad de lo que consideraba un suicidio. Aun as¨ª, aceptaba la disciplina del patr¨®n. Se ve¨ªa incapaz de un gesto de rebeld¨ªa.
Rominger s¨ª hizo alg¨²n movimento. Habl¨® con Olano. Ninguno de ellos pudo conciliar el sue?o normalmente.
"UNA INCRE?BLE REUNI?N T?CTICA"
A la ma?ana siguiente (mi¨¦rcoles 17 de julio) la tensi¨®n se palpaba en el ambiente. Nadie hab¨ªa dicho nada, pero era evidente que el secreto se hab¨ªa extendido. Quedaba una duda por resolver: si los directores har¨ªan caso al, patr¨®n. Silencio durante el desayuno. Luego, los corredores subieron al autob¨²s que les iba a desplazar hasta la l¨ªnea de salida en Argel¨¨s Gazost.
El autob¨²s aparc¨® a una distancia prudencial del lugar donde se concentraban todos los corredores. Pero pas¨® un tiempo hasta que se abrieron sus puertas. Afuera esperaban impacientes un grupo de periodistas para las entrevistas de rigor. El equipo t¨¦cnico ten¨ªa algo que decir.
La reuni¨®n t¨¢ctica no fue el mero formalismo que todos esperaban. No fue el esperado: estamos bien, hay que aguantar y esperar a Burdeos. Crespi lanza la bomba y los corredores se quedan mudos. Rominger y Olano ya lo sab¨ªan, pero no as¨ª Etxabe, Gin¨¦s, Lanfranchi, Peeters, Museeuw, Tafi y Arsenio. No les dice, sin embargo, lo de la amenaza de suspensi¨®n de sueldo. De ello se enteran m¨¢s tarde. No captan la idea, no entienden lo que se les pide. Quedan destrozados an¨ªmicamente: el patr¨®n no reconoce su trabajo.
Las puertas se abrieron. Los periodistas no observaron nada extra?o. Unos cuantos detuvieron el paso a Olano, que se acababa de convertir en la gran aspiraci¨®n espa?ola en el Tour porque Indur¨¢in estaba a siete minutos de Riis y su desgaste era visible. Olano no estuvo simp¨¢tico ese d¨ªa. "No est¨¢ mal ser segundo, pero es mejor ser primero", dijo. Y nadie supo interpretarlo. Juan Fern¨¢ndez tambi¨¦n cambi¨® su discurso. Se hab¨ªa pasado todo el Tour haciendo diplomacia y, de golpe, se volv¨ªa un orador concreto: "Al Mapei, al mejor equipo del mundo, no le vale de nada quedar segundo en el Tour. Hay que ir a ganar. Vamos a atacar". Los periodistas no entend¨ªan nada, pidieron explicaciones y se encontraron con un discurso monocorde. ?Qu¨¦ mosca le ha picado a Juan Fern¨¢ndez?.
La etapa iba a ser ofrecida al completo por televisi¨®n. Era una jornada de un significado especial porque llegaba a Pamplona en homenaje a Indur¨¢in. Miles de espa?oles esperaban en las cunetas para animar a un l¨ªder que viajaba con bandera blanca, digno, pero agotado. Y Squinzi delante del televisor esperando ver satisfechas sus ¨®rdenes.
"ARSENIO, COJONES, HE DICHO QUE ATAQUES"
Juan Fern¨¢ndez estaba muy nervioso. Conduc¨ªa el primer coche junto a Crespi. Detr¨¢s iba el mec¨¢nico Alejandro Torralbo. De salida se sub¨ªa el Soulor, que daba paso al Aubisque. Era un comienzo para tom¨¢rselo con calma. Del Aubisque a la Marie-Blan que y de la Marie-Blanque al Soudet y de ah¨ª a Larrau. Luego 112 kil¨®metros de estampida por terreno irregular hasta Pamplona.
Juan Fern¨¢ndez sabe que sus l¨ªderes, aunque quisieran, no est¨¢n para atacar. Y decide cubrir las apariencias. En el Soulor manda arrancar a Fede Etxabe y a Arsenio para hacer dura la carrera. El de Burgos se niega. "Arsenio, cojones, que ataques", le grita Juan Fern¨¢ndez, dando al mismo tiempo golpes en la portezuela del coche. Arsenio se niega una y otra vez. Y Fern¨¢ndez insiste otras tantas. Al final salta, pero sin convicci¨®n, por puro formalismo. Disciplina obliga. La carrera est¨¢ lanzada.
A 150 kil¨®metros de la meta, el Festina ataca, pero de verdad. Comienza Virenque y con ¨¦l se van Dufaux, R¨²s, Ufirich, Luttenberger, Ugrumov, Leblanc y Escart¨ªn. La carrera est¨¢ rota en el Soudet. Rominger y Olano piensan que subiendo a tren, yendo de menos a m¨¢s, sin responder a la provocaci¨®n de los escaladores, pueden enlazar en el descenso. Indur¨¢in hace lo que puede. Pero los ocho de adelante tienen buenos motivos para ponerse de acuerdo. Si colaboran, todos ganan. Riis reafirma su liderato, los otros siete avanzan dos puestos en la general, UlIrich y Virenque se asientan en el podio.
Por detr¨¢s, sufren. Rominger se queda y le espera Olano. Gin¨¦s tira del carro de los derrotados. Llegan a Pamplona m¨¢s de ocho minutos despu¨¦s que R¨²s. Olano baja al noveno puesto en la general, Rominger al d¨¦cimo. El Mapei, en su conjunto, pierde de forma irreversible, el liderato en la general por equipos. Las cosas no pod¨ªan haber salido peor. Lo malo es que todos estaban convencidos desde la ma?ana que pasar¨ªa algo parecido. Squinzi no llam¨® esa noche. Lo hab¨ªa visto por televisi¨®n. Tambi¨¦n sab¨ªa que se acababa de ahorrar m¨¢s de 100 millones de pesetas. Aquella noche se destruy¨® el Mapel tal y como se le conoc¨ªa hasta entonces. Casi todos los protagonistas volaron del equipo.
OLANO HACE LAS MALETAS
Abraham Olano es un hombre destruido. Se acababa de derrumbar uno de los sue?os de su carrera: subir al podio de Par¨ªs despu¨¦s de haberlo hecho en el Giro de Italia. Los masajistas lo advierten claramente. Habla poco y medita una decisi¨®n. S¨®lo lleva una idea en la cabeza: hacer la maleta e irse a dormir a casa, situada a pocos kil¨®metros de distancia. Retirarse del Tour. La cena del equipo en la capital navarra es un funeral. Juan Fern¨¢ndez se ha ido a cenar con su familia a Vitoria. Los corredores espa?oles reciben visitas. Nadie habla. Olano hace la maleta. Se lo dice a Karmele, su mujer, pero ¨¦sta le exige que contin¨²e. Logra convencerle y Olano echa marcha atr¨¢s. Pero la experiencia no se le olvida f¨¢cilmente.
Siempre le quedar¨¢ la duda de lo que podr¨ªa haber pasado de no respetarse la orden de Squinzi. Puede que hubieran salido derrotados igualmente, pero puede tambi¨¦n que, de no haber lanzado la carrera, las circunstancias les hubieran permitido reparar los da?os.
Un par de semanas despu¨¦s Olano le dice a Juan Fern¨¢ndez que no seguir¨¢ con ¨¦l. No habr¨¢ un nuevo equipo espa?ol formado alrededor de Olano. Poco despu¨¦s, ficha por el Banesto. Rominger ten¨ªa una oferta para seguir vinculado a Mapei. Decide dejar tambi¨¦n el equipo y ficha por el Cofidis. Olano cree haber aprendido la lecci¨®n. Fue una etapa inolvidable. La ¨¦pica de la monta?a, desde otro punto de vista.
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