Salamanca: cultura, chanfaina, hornazo y farinato
Fue como un repente: degustando esa delicia terrestre con aromas paradisiacos que se denomina en el men¨² que expl¨ªcita la carta del Asador Arandino (923 / 21 73 82) "cordero lechal asado al horno de le?a", me qued¨¦ alborotadamente tieso. Y muchas razones me asist¨ªan, porque, al recobrar el sentido de la calma espiritual y de la gastron¨®mica, rememor¨¦, aunque vertiginosamente, que, en tiempos ya algo remotos, don Miguel de Unamuno, don Crist¨®bal Col¨®n, Mel¨¦ndez Vald¨¦s, don Miguel de Cervantes, el duque de Alba y otras cabezas por el estilo aposentaron en Salamanca, seguro que por sus saberes. Y de aqu¨ª debe proceder ese dicho que cada cual emplea a su antojo y con la mala uva que le va, y que recuerda, de generaci¨®n en generaci¨®n, aquello de que el que quiera saber que vaya a Salamanca.En Salamanca se alimentan de cultura hasta las piedras que hacen de la ciudad la piedra m¨¢s bella de Espa?a. Pero no debe ser menos seguro que los Cervantes y compa?¨ªa hicieron parada y fonda aqu¨ª, adem¨¢s, por lo de los comeres de este llamado "alto soto de torres". ?Cu¨¢ntas veces no se ha recalcado aqu¨ª mismo que comer y beber, sin echarle literatura a tal menester, es como matar el hambre para no morir en cualquier descuido? Pues se repite una vez m¨¢s.
Y para comer a fondo, y para beber los vinos de la Ribera del Duero, hay que vivir este aperitivo que son las piedras del arte de Salamanca. No falta un detalle, ni en la plaza que es una p¨¢gina de la historia de la m¨¢s enjundiosa arquitectura espa?ola y en la que ha cuajado parte de la zona de vinos, como Novelty y Las Torres, ni en lo que da cuerpo, figura, alma e imaginaci¨®n el cogollo que forma el centro de la ciudad.
Y que nadie se queje si no ha visitado Chez V¨ªctor (923 / 21 31 23), donde hay que soltar cuatro billetes de mil pesetas muy a gusto, pero donde la silla de cordero al eneldo y la poes¨ªa que son sus postres justifican hasta el despilfarro de la hijuela. Y con unos gramos de esfuerzo, para hacerse un sitio en el casi diminuto restaurante R¨ªo de La Plata, sin apenas gastar 3.000 pesetas, se echa uno a andar por el mundo diciendo que, en efecto, en Salamanca se aprende. Y todo lo que sea la chanfaina (guiso de chorizo, cordero y arroz), el hornazo (empanada de jam¨®n y embutidos) o el farinato (espec¨ªfico embutido de esta tierra) est¨¢ bien asentado en la ciudad / piedra de arte, en el restaurante La Montaraza (923 / 26 00 21) y en toda la zona de vinos, en el centro de la ciudad, que aqu¨ª tiene enjundia y raz¨®n de ser porque se come y se bebe, por tradici¨®n y porque lo de comer en la barra se ha tomado en serio y no hay peligro de muerte.
Pocas ciudades en Espa?a, al final de una jornada, no invitan, como Salamanca, a quedarse aqu¨ª aunque sea petrificado. En tal caso, el que tenga el gusto y las 15.000-18.000 pesetas que vale una habitaci¨®n, no tiene m¨¢s que entrar en el Gran Hotel (923 / 21 35 00) y, tambi¨¦n de un repente, habr¨¢ comprendido que se encuentra en una hornacina del estilo, donde todo apetece. Y, esto, en el centro de la ciudad, como todo en Salamanca, menos el r¨ªo Tormes, que le da verg¨¹enza y ladea este compendio de belleza.
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