Salud de S¨¢bato
Lo dijo ayer en este peri¨®dico: "Escribo para no morirme". Y se podr¨ªa pensar que a sus 86 a?os reci¨¦n cumplidos estar¨ªa fr¨¢gil, debilitado por las circunstancias que asocian edad y enfermedad. Nada m¨¢s lejos de la realidad: est¨¢ sano S¨¢bato; sano y saludable, prepara el viaje a Santander, donde va a recoger el premio Men¨¦ndez Pelayo con el que le ha honrado la universidad internacional que lleva el nombre del l¨¢tigo de los heterodoxos. S¨¢bato es un heterodoxo, precisamente, y como tal sigue pareciendo: lleva vaqueros, y sobre su cuerpo ¨¢gil y flaco, bien cuidado f¨ªsicamente -a¨²n puede hacer alarde del vigor milagroso de su est¨®mago, que parece tan duro como el de un corredor de fondo, y adem¨¢s te pide que lo golpees para comprobarlo-, y sigue usando esa blazer azul marino y su camisa de rayas azules con las que parecer¨ªa, de lejos, un profesor o un alumno de una universidad veraniega.Est¨¢ desencantado de muchas cosas de la vida, y por otra parte as¨ª fue siempre la actitud. de S¨¢bato, la de un existencialista moderno que desconf¨ªa de las solemnidades y del porvenir de la vida; pero ese pesimismo hist¨®rico, que acaso se cumple como met¨¢fora en los t¨ªtulos de sus libros m¨¢s conocidos -Sobre h¨¦roes y tumbas, El t¨²nel-, no le impide interesarse por lo m¨¢s contingente, lo m¨¢s precioso o lo m¨¢s vital: se dice de ¨¦l que, mientras se hacen las grandes recepciones a las que acuden reyes o presidentes, sus ojos heridos se hallan m¨¢s pendientes de las muchachas guapas que de las otras obligaciones del momento.
Ayer estaba muy entusiasmado por su viaje a Santander, donde recibir¨¢ el galard¨®n mencionado. Nunca estuvo all¨ª, y quiere verlo todo; el norte, dice, es precisamente como un norte, ese lugar al que la naturaleza nos llama; y, aparte de la Cantabria que quiere ver -Santillana del Mar, el mar-, se siente tambi¨¦n profundamente atra¨ªdo por Galicia; en primer lugar quiz¨¢, se?ala, porque su tierra, Buenos Aires, est¨¢ llena de gallegos, que tienen all¨ª la esquina m¨¢s universal de su emigraci¨®n. Casi todos los escritores grandes son gallegos, empezando por Valle. Su presencia f¨ªsica desmiente, pues, ese ¨¢nimo ensimismado que tiene su reiterada voluntad de declararse siempre al borde del abismo. Rememora, por ejemplo, una visita emocionante a Witold Gombrowicz en Vence, cuando el autor de Ferdydurke, que fue gran amigo suyo, estaba ya hinchado por la cortisona y melanc¨®lico, al borde de la muerte. Gombrowicz no hab¨ªa perdido, sin embargo, su pasi¨®n por la boutade (aquella que le llev¨® a gritar a sus disc¨ªpulos, en el viaje que le llevaba a Europa desde Buenos Aires: "Un consejo les doy: ?maten a Borges!". ?Lo dijo de veras? ?sa es la leyenda), y segu¨ªa diciendo cosas tales como que la Coca-Cola es uno de los grandes inventos de la Humanidad... Sin embargo, cuando la audiencia se estrechaba y ya quedaban a solas ¨¦l y los m¨¢s ¨ªntimos, entonces Gombrowicz hablaba del ser y de la nada, de la muerte y de los sentimientos que juntan al hombre con la despedida... Poco despu¨¦s muri¨®, haciendo ya final y solemne el patetismo que se avecinaba. La risa y la muerte, ¨¦se es el hilo conductor de la vida, y en ambos lados est¨¢ la dimensi¨®n de la fugacidad de lo que hay en medio.
Lo que le interesa de veras, dice es pintar, vencer su ceguera progresiva acudiendo a los pinceles, que le dan una visi¨®n macrosc¨®pica de la vida. ?Y la escritura? La escritura es microsc¨®pica, no se ve; la pintura agranda las cosas. De hecho, siempre manifest¨® desd¨¦n por las palabras sobre el papel, y quem¨® muchos de sus manuscritos; desde ni?o fue muy pir¨®mano, y ahora, en lugar de quemar, permanece en silencio, lejos, pues, del fuego y tambi¨¦n del fuego de la literatura. No est¨¢ quieto, sin embargo; tiene una actividad fenomenal, y esta ma?ana muestra un inter¨¦s espec¨ªfico: reivindicar el tango como un fen¨®meno que est¨¢ presente en las m¨²sicas de todo el mundo. Y de pronto, mientras explica la solemnidad de su m¨²sica y su penetraci¨®n universal, dar¨ªa la impresi¨®n de que este hombre enjuto, al que se le atribuye una enorme tristeza por lo que pasa, se: va a levantar de su silla y va a empezar a bailar en medio de las mesas del desayuno. Saludable. Muy saludable.
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