El toro de toda la vida
La novillada fue lo m¨¢s parecido a una corrida de toros que puede verse en estos tiempos modernos. No se crea que es un contrasentido. Se dice corrida de toros en t¨¦rminos gen¨¦ricos y se pretende significar que las corridas de toros de los tiempos modernos no son lo que eran. Viene uno de aburrirse en Bilbao con las corridas de toros de su feria, y llega a la de San Sebasti¨¢n de los Reyes, que es un pueblo, y se encuentra con una novillada interesant¨ªsima, donde los novillos traen trap¨ªo y sacan la casta que no se ve en las ferias del circuito tradicional.El toro de toda la vida -expresado sea en t¨¦rminos gen¨¦ricos- es lo que lidiaron en la madrile?a poblaci¨®n de San Sebasti¨¢n de los Reyes. Coloraos cuatro, ven¨ªan los seis con el trap¨ªo propio de su edad y condici¨®n, embest¨ªan en los sucesivos tercios, algunos apuntaron bravura, par de ellos mansedumbre, casi todos sacaron nobleza y tuvieron sin excepi¨®n el comportamiento que caracteriza a la raza del toro de lidia.
Herreo / Flores, G¨®rnez Pereira
Novillos de Pedro Herrero, con trap¨ªo, flojos, encastados. Eduardo Flores: cinco pinchazos -aviso con mucho retraso-, dos pinchazos, media y rueda de peones (silencio); estocada corta y rueda de peones (oreja con escasa petici¨®n). Angel G¨®mez Escorial: pinchazo perdiendo la muleta, rueda de peones, media y rueda insistente de peones (oreja); siete pinchazos, cuatro de ellos perdiendo la muleta, y descabello (silencio). Sebasti¨¢n Pereira: estocada ca¨ªda (dos orejas, sin apenas petici¨®n la segunda); media perpendicular ladeada y dos descabellos (aplausos). Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 26 de agosto. 3 a corrida de feria. Media entrada.
No pertenec¨ªan a ninguna de las familias ganaderas conocidas, no a esos apellidos ilustres que los gacetilleros ¨¢ulicos son incapaces de mencionar sin anteponerles el calificativo de caballero. A veces, ya puestos, los llaman "el gran caballero" y se quedan as¨ª de anchos. Luego resulta que los grandes caballeros no saben sacar al ruedo un toro en condiciones pues se les comportan como borregos, se les desploman nada m¨¢s aparecer, se les van de bareta.
Los novillos de casta y trap¨ªo lidiados en San Sebasti¨¢n de los Reyes eran de un tal Pedro Herrero -ya ves-, que los cr¨ªa en el campo madrile?o de Guadalix de la Sierra. Y visto el juego que dio el ganado a lo mejor no vuelve a lidiarlo en parte alguna. Porque -he aqu¨ª otro aspecto de la cuesti¨®n- el toro de casta es un valor a la baja entre taurinos, producto desechable que las figuras no quieren ver ni en pintura.
Muchos novilleros noveles, en cambio, s¨ª quieren verlo y se miden valientemente con este ganado. Los tres que inauguraron la parte, podr¨ªamos llamar noble, de la feria de San Sebasti¨¢n de los Reyes, son un ejemplo. No es que les hicieran grandes faenas a los novillos del tal Pedro Herrero pues les faltaban los recursos necesarios para acoplarse, pero eso carece de importancia. Ya se placear¨¢n y ganar¨¢n experiencia. No se va a exigir a los principiantes que hagan florituras a un tipo de toro con el que no se atreven los mandones del escalaf¨®n.
Valor hab¨ªa en la tema. Principalmente en Angel G¨®mez Escorial a quien el segundo novillo de poco lo parte en dos al iniciar la faena de muleta, y ni se inmut¨®. Citaba al estatuario cuando el novillo se le arranc¨® al bulto, y hubo una estramb¨®tica pirueta en la que el cuerpo del torero bascul¨® entre las astas sin sufrir ni un rasgu?o y el derrote brutal se perdi¨® en el vac¨ªo.
El susto result¨® tremendo mas s¨®lo para el p¨²blico ya que el torero recomnpuso inmediatamente la figura, respir¨® hondo y ya estaba toreando por redondos y por naturales, con t¨¦cnica de buena escuela, cual si nada hubiese sucedido. Al quinto de la tarde tambi¨¦n lo mulete¨® tenaz y pundonorso ?ngel G¨®mez Escorial y le instrument¨® unos temerarios afarolados de rodillas.
Estaban a dar muchos pases los novilleros. Es lo que se lleva, y ah¨ª yerran. Alguien deber¨ªa explicarles que las faenas de muleta tienen principio y tienen fin, y que toca el fin en cuanto el toro est¨¢ dominado. Y que para dominarlo es preciso torearlo; un concepto que no debe confundirse con el af¨¢n de pegar pases. Arte de parar-templar-mandar, lo llaman.
Sebasti¨¢n Pereira, que banderille¨® muy bien, r¨¢pido y encontrando toro en cualquier terreno, peg¨® muchos pases y por matar a la primera al tercer novillo le dieron las dos orejas. Eduardo Flores bull¨® mucho y en medio del fragor pegapasista consigui¨® algunas tandas de naturales y derechazos de excelente factura.
Conclu¨ªa Flores su faena al cuarto y en esas que en un tendido se liaron a tortas. Chascaron tres tortas como tres ca?onazos y se arm¨® el natural revuelo, con el gent¨ªo pendiente del desenlace. Al calmarse los ¨¢nimos y volver a prestar atenci¨®n al redondel, pudo apreciar que Eduardo Flores llevaba una ore a en la mano y por su aspecto puede asegurarse que era del novillo; y la paseaba con el orgullo que legitima haber toreado y dado muerte valientemente a un toro como. los de toda la vida.
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