Turismo rural (1)
A Cristina Rodr¨ªguez-Salmones, in mem¨®riamLa entrada, igual que tantas otras noches vencidas, a la casa hoy por todos abandonada: de puntillas, en plena oscuridad, desde el fr¨ªo pocero de la planta baja al calor tolerable del piso de arriba. Con la certera sensaci¨®n, palpando las paredes descascarilladas, de ser la ¨²nica cosa que ¨¦l no logr¨® jam¨¢s hacer del todo mal. Cuerda invisible para un teatro de sombras. Y ahora mismo, por fin, la eclosi¨®n del sentido, algo oxidado, de la antigua ley en familia: "?No nos vayas a despertar!" Se nos cierran los ojos por costumbre; ya no har¨ªa falta.
Mientras tanto, Mabel Lozano est¨¢ que se sale.
Se termin¨® el baile en la plaza, cerraron discotecas, bares y chiringuitos. De amanecida, vuelven mozas y mozos a sus pe?as: "Ah¨ª vivi¨® Juan Garrito antes de irse a Logro?o...". Adi¨®s, austero y comprensivo, a nuestra idea relativa de pegar una cabezada o de "echar una pesta?ita", que es la manera suave de decir eso mismo en M¨¦xico. Apogeo y declive, a cielo abierto, de obscenidades y blasfemias. Espesa vomitona de la que fue dif¨ªcil conquista, en un pa¨ªs cat¨®lico y franquista, para colmar "las ocasiones debidas": la rabia, la pasi¨®n, la hora de la muerte. ?Sobraba, una vez m¨¢s, la finalidad? En cualquier caso, tampoco los beatos se asombran: "Estamos en fiestas".
Mientras tanto, Alejandra Prat se enamora de un joyero cordob¨¦s.
Una charanga de abuelos animosos, Los Marinos de Le¨®n, retumba en cada esquina de la aldea para que as¨ª sepamos que seguimos (tarara-papa-chunch¨²n / tarara-papa-chunch¨²n) en la desenvoltura de las fiestas. Las horas y las medias de la campana del ayuntamiento. Primeros escobazos en las calles y primeras palabras, indirectas: "?Vas p'arriba?". Un turista escandinavo, que ni siquiera me devolvi¨® el saludo al llegar ayer noche a la barra de La Extreme?a, anota, tan temprano, en su vieja libreta de tapas color malva: "No deja de resultar curioso que, en tiempos de respeto algo envarado a cuanto se reclama del silencio, aqu¨ª sigan estando convencidos de que s¨®lo es cre¨ªble lo festivo cuando esto hace del ruido su argumento esencial".
Mientras tanto, el hijo de Paloma Lago cumpli¨® un a?o.
Algarab¨ªa del encierro: campanadas a rebato y chillidos que llegan hasta Portugal. Un toro, herido en el momento de desenjaularlo, a mitad del trayecto se queda inm¨®vil, insensible a los improperios, a los pa?uelos y a las mantas. ("Y de trapu, de trapu, de trapu,/ y de trapu la manta ser¨¢..."). El turista escandinavo, que no debe de haber podido dormir ni media hora, dibuja con realismo expeditivo a la ag¨®nica bestia: "Hast¨ªo, cagalera y sangre". Se olvida de las moscas, gordezuelas, tenaces y mordedoras. Esto lo observa, en cambio, uno de Fermoselle: "Aqu¨ª siempre hab¨¦is tenido unas moscas de concurso".
Mientras tanto, Marta S¨¢nchez se deshace de su perro regalo de Isabel Gemio.
El apodo tribal, el mote, como sola se?al identificadora. Eso s¨ª, entre tartas heladas en el quiosco, cremas protectoras al borde de la piscina y un montonal de electrodom¨¦sticos en la despensa. Al internarse por la espesura medio cibern¨¦tica de cualquier callej¨®n, acabar¨¢ sonando una voz amiga que pregunte a conciencia. " ?A que no te acuerdas de m¨ª" Y, dado que a menudo da en el clavo, el resto, por ejemplo, se resume as¨ª: "Hombre, soy Topo. Vivo en L¨¦rida, me hice guardia civil, ahora estoy retirado. ?Har¨¢ 40 a?os que t¨² y yo no nos ve¨ªamos! ?0 m¨¢s! Pues vengo ahora de ah¨ª, de la farmacia, porque el otro d¨ªa, antes de venir, en un huerto que tengo all¨ª, me roc¨¦ con una tomatera y mira c¨®mo se me ha puesto esta pierna...". Y aqu¨¦l que ten¨ªa por man¨ªa infantil sacar l¨²bricamente la punta de la lengua, ¨¦l mismo y de rebote, regresa ahora, de nuevo al descubierto, afable, 40 a?os despu¨¦s, o m¨¢s, levant¨¢ndose el pantal¨®n y mostrando una llaga en la pantorrilla.
Mientras tanto, Carmi?a Ord¨®?ez y Ernesto Neira se dan un revolc¨®n en alta mar.
A la hora del mediod¨ªa, cuando el reloj marca las tres, madres hasta el mo?o, con la energ¨ªa de la desesperaci¨®n, aguardan fuma y fuma, ante la ensaladilla rusa, que el elemento joven se levante de una pu?etera vez de la cama, aunque sea para decirles: "?Joder, mam¨¢, es que en el pueblo te pones neura con el papeo! Estamos en fiestas..."
Mientras tanto, al turista escandinavo, que empieza a adormilarse sin remedio sobre el tapete floreado de la mesa camilla, alguien le grita en plan simp¨¢tico: "?Co?o, chaval, al¨¦grame el careto! Ni que estuvi¨¦ramos en Argelia ..."
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.