Incoloro, inodoro e ins¨ªpido
Tres objetivos se hab¨ªa fijado el proceso de reforma del Tratado de Maastricht que ha desembocado en el de Amsterdam que se firma el jueves: contribuir a la transformaci¨®n de la Uni¨®n Europea de espacio en potencia, especialmente en materia de pol¨ªtica exterior; preparar las instituciones para una ampliaci¨®n que puede pr¨¢cticamente doblar el n¨²mero de los Estados miembros y eliminar sus actuales disfunciones, y cercar el proceso de construcci¨®n europea a los ciudadanos, para evitar volver a caer en el error de Maastricht, que se hizo e espaldas a los ciudadanos y que buenos sustos caus¨® en su proceso de ratificaci¨®n. Amsterdam, sin embargo, no ha cumplido ninguno de estos objetivos.El Acta ¨²nica Europea (1986) sirvi¨® para crear el mercado ¨²nico. El Tratado de Maastricht (1991), para poner en marcha la uni¨®n econ¨®mica y monetaria. El de Amsterdam es un texto que no va a quedar asociado a nada. Quiz¨¢ porque llega demasiado pronto, cuando la UE no ha digerido a¨²n su anterior cambio constitucional y est¨¢ a las puertas de a moneda ¨²nica. M¨¢s que un fracaso, Amsterdam es una ocasi¨®n perdida, un lucro cesante en t¨¦rminos de integraci¨®n, que ser¨¢ dif¨ªcil de recuperar en el futuro cuando la UE se ampl¨ªe a Estados no necesariamente integracionistas, pues acaban de recuperar su libertad y su ser nacional. No obstante, es de esperar que la moneda ¨²nica, con el tiempo, ponga n marcha una nueva din¨¢mica de integraci¨®n pol¨ªtica.
Amsterdam ha supuesto algunos avances ya sea en materia social -aunque en este terreno es m¨¢s importante lo que ocurra el 21 de noviembre- en el Consejo Europeo extraordiario sobre el empleo que lo que diga el tratado-, en cuestiones de Justicia e Interior o en lo referente a las posibilidades de avanzar en la integraci¨®n a varias velocidades o por medio de geometr¨ªas variables. Pero que Am- sterdam no saisface ni a los propios que lo han negociado queda claramente reflejado en el hecho de que, incluso antes de firmarse, ya e plantea una nueva reforma, en cualquier caso forzada por el aplazamiento de las principales adaptaciones institucionales. Esta reforma se podr¨ªa hacer bien a trav¨¦s de una nueva conferencia intergubernamental, bien al amparo de los tratados de las pr¨®ximas adhesiones.
De hecho, la Uni¨®n Europea parece inmersa en un proce so de reforma permanente de su ley b¨¢sica, por lo que deber¨ªa quiz¨¢ buscar f¨®rmulas menos farragosas que las muy formales conferencias intergubernamentales que tantas energ¨ªasmovilizan para modificar unos textos que tienen un rango superior incluso a las constituciones nacionales.
Justamente por este car¨¢cter, todo tratado b¨¢sico de la UE deber¨ªa resultar directamente comprensible para los ciudadanos europeos. Su impenetrabilidad viene a agravar el d¨¦ficit democr¨¢tico que sufre la construcci¨®n europea, y a alejar a los ciudadanos de esta. empresa de enorme envergadura. Quiz¨¢ los portugueses est¨¦n contentos ante la posibilidad de estrenar con esta ocasi¨®n su nueva facultad constitucional de refer¨¦ndum, pero deber¨ªan conocer sobre qu¨¦ votan.
Amsterdam puede contener posibilidades insospechadas. Pero el jueves pasara sin pena y sin gloria. Afortunadamente, en estos momentos lo importante no es este tratado, sino elproyecto de moneda ¨²nica que marcha viento en popa, tras la reuni¨®n informal del Consejo de Econom¨ªa y Finanzas que ha venido a despejar muchas de las dudas que a¨²n quedaban sobre el euro. Una moneda con un futuro, cada vez m¨¢s, tambi¨¦n brit¨¢nico. Es probable, adem¨¢s, que Amsterdam no se ratifique antes de la decisi¨®n sobre el euro.
Sorprende en todo esto que ni este Tratado ni la Agenda 2000 presentada en julio por la Comisi¨®n Europea parezcan tener nada que ver con ese proyecto esencial. Y, justamente, una manera para Espa?a de reforzar sus posiciones de cara a esta agenda cargada por el diablo es vincularla m¨¢s estrechamente a la moneda ¨²nica.
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