Casa de Campo
Corresponde ahora hablar de prostitutas. Todo Madrid ha estado hablando de prostitutas, no a la antigua usanza (el da?o que suponen para la moral y las buenas costumbres, las ladillas que pueden transmitir, lo hermosas que est¨¢n, lo caro que cobran), sino a la moderna, con las adecuadas invocaciones al racismo y la xenofobia; a la solidaridad y las libertades individuales.Traen el tema la presencia de prostitutas en la Casa de Campo y sendas propuestas para evitarla: una del alcalde, para reconducirlas a una zona exclusiva; otra privada, que consiste en construir una ciudad dotada de servicios donde podr¨ªan ejercer confortablemente su oficio.
Colectivos progresistas y grupos pol¨ªticos se oponen a las dos iniciativas porque -aducen- supondr¨ªa recluir a las prostitutas en un gueto. Pero tambi¨¦n esto es discutible, pues los conceptos dependen con frecuencia de las palabras con que se denominen.
Ocurre con la propia actividad que da pie al debate: la c¨®pula posee distintos significados seg¨²n se la llame fornicar (es voz anatematizadora, propia de eclesi¨¢sticos), follar, caballaje, polvo, d¨¦bito conyugal, hacer el amor, poner a la titi mirando a Calcuta. Y aquella ciudad aducida ser¨ªa. o no gueto seg¨²n se mire, porque tambi¨¦n la podr¨ªamos llamar El Rameril, El Fornical, Villa Putesca, Lupanaria, Follandia, La Polvera, Valdetitis, Miracalcuta, Nidito de Amor.
La pregunta es si la prostituci¨®n est¨¢ prohibida. Parece ser que no y, en tal caso, toda medida prohibicionista ser¨ªa anticonstitucional y toda descalificaci¨®n una c¨ªnica actitud. No hay norma que proh¨ªba a la mujer pasear por la Casa de Campo bamboleando el bolso y ense?ando el chichi, ni al hombre ir junto para requerirla de amores, ni que hagan trato, ni entrambos coyunda, seg¨²n suele suceder en los parajes de referencia.
Cierto que verlo a muchos ciudadanos les repele. En realidad la Casa de Campo, con todo ese puter¨ªo en el que no faltan chulos ni tampoco mirones, da asco. Parte de la Casa de Campo se ha convertido en un inmenso burdel al aire libre. De ah¨ª debi¨® venir la denominaci¨®n de "mujeres de vida airada" que antiguamente se daba a las de lance.
A veces la oferta y la demanda se producen con refriega y entonces la Casa de Campo, adem¨¢s de dar asco, se convierte en un esc¨¢ndalo. All¨ª se ha visto insultar y amenazar; all¨ª mujeres de vida airada corriendo morosos a bolsazos; all¨ª la rufianesca grey alborotando el cotarro, y hasta alg¨²n mat¨®n resolviendo, conflictos. a guantazos.
D¨ªcese de los agentes de la autoridad que no se puede intervenir, salvo que haya delito, pero no es muy seguro que sea preciso tanto. Porque los coches que paran en medio de la carretera o los que se meten por la foresta y los grupos ocupando la calzada transgreden las ordenanzas municipales. Y no est¨¢ muy claro que sea l¨ªcito efectuar lucrativas prestaciones de servicios sin recibo detallado de la transacci¨®n, sin NIF y sin cargo de IVA.
Afirma la sabidur¨ªa popular que la cuesti¨®n de la jodienda no tiene enmienda y ¨¦sa es una de las pocas verdades incontrovertibles que ha conocido la humanidad. Desde Ad¨¢n y Eva hasta la fecha, el que sent¨ªa arderle las ansias no par¨® nunca hasta encontrar quien le quitara el "cuidao", o al rev¨¦s. Ir de putas constituy¨® siempre una actividad social de primer orden. Unos iban de putas para meterse en juerga y echaban all¨ª la noche; a otros, dos cachetes bastaban para darles puerta, y se sabe de gentes de alcurnia que ten¨ªan abono. Un hist¨®rico ministro acud¨ªa todas las tardes de cuatro a cinco a una casa de lenocinio cerca de la plaza de Manuel Becerra y all¨ª tomaba caf¨¦ con una mujer de la vida que le contaba sus penas y le hac¨ªa un currito. Un famoso cient¨ªfico iba a otra de la calle de Alc¨¢ntara, donde por el exceso de clientela hab¨ªa de guardar comedor y provocaba altercados.
El alcalde de Madrid probablemente no est¨¦ en estos casos, a juzgar por lo que han dicho los concejales de IU: que carece de competencia profesional para abordar el problema. 0 sea que, seg¨²n IU, para resolver el problema de la prostituci¨®n, el alcalde habr¨ªa de ser putero. 0, mejor a¨²n, mujer de la vida. Duro sino el de los alcaldes.
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