Emoci¨®n y huella de tres d¨ªas de octubre
Los tres d¨ªas con Abbado y los filarm¨®nicos berlineses se acabaron y sobre el m¨¢s ¨ªntimo horizonte de nuestro ser musical parece caer un no s¨¦ qu¨¦ de desilusi¨®n: ma?ana ya no los tendremos con nosotros. Alfonso Aij¨®n celebra su 25? temporada de Iberm¨²sica y mantiene su rigor y su exigencia la Fundaci¨®n Caja de Madrid al conmemorar el d¨¦cimo d¨ªa universal del ahorro tirando la casa musical por la ventana.En su segundo programa, la Filarm¨®nica y Abbado contaron para Schumann con un pianista tan singular como es el neoyorquino Murray Perahia, nacido en 1947. Se trata, como es sabido, de uno de esos raros elegidos capaces de hacer del virtuosismo extremado m¨²sica pura y de la m¨¢s honda m¨²sica avasallador virtuosismo. Perahia, desde su n¨ªtido sonido, precioso juego y amplio aliento expresivo, posee, entre otras muchas, una virtud: no distorsiona jam¨¢s el pensamiento de los autores. Por ello se entiende bien con Abbado, cuya divisa fue siempre la de "el compositor tiene siempre raz¨®n".
Orquesta Filarm¨®nica de Berl¨ªn
Director: C. Abbado. Solista: M. Perahia. Iberm¨²sica / Caja de Madrid. Auditorio Nacional, 7 y 8 de octubre.
M¨²sica tan hermosa como la del Concierto en La menor, de Schumann, cobra mayor virtualidad cuando es asumida y transmitida no s¨®lo con naturalidad sino precisamente con la naturalidad que le conviene y dimana de un romanticismo de fantas¨ªa. La fusi¨®n piano-orquesta aleja en Schumann toda idea de protagonismo acompa?ado o con tel¨®n de fondo. Como en lied, Schumann establece una identidad de valores, un di¨¢logo e interdependencia entre lo que es pianismo puro y sinfonismo rico, brillant¨ªsimo o replegado en actitud de confesi¨®n.
No en vano Perahia ama y practica los g¨¦neros de c¨¢mara y en ellos la verdad se desnuda y desaparece cualquier noci¨®n de cosa representada. Schumann es algo as¨ª como un horizonte abierto a los paisajes espirituales hondos y human¨ªsimos, y as¨ª lo entendieron, en estrecho abrazo, tres fuerzas art¨ªsticas excepcionales: Perahia, Abbado y la Orquesta de Berl¨ªn.
Lo distintivo
Luego, la Sinfon¨ªa en Fa mayor, Pastoral de Beethoven. Por una vez, Beethoven siente frente a la naturaleza la alegr¨ªa del entorno sereno, de la vibrante soledad. Casi podr¨ªan emplearse las palabras orteguianas para centrar la postura del compositor: "salutaci¨®n del optimista". Por tal postura, tanto como por la prodigiosa realizaci¨®n, Mauricio Ravel hablaba de la Pastoral como un milagro de la m¨²sica". Lo es en cuanto una creaci¨®n tan inteligente resulta al final una acabada expresi¨®n del instinto y la intuici¨®n, tres territorios sin frontera. Uno de ellos, lo distintivo, debe predominar sobre los otros al decir y el hacer del propio Claudio Abbado.Cuanto queda apuntado se torna m¨¢s dif¨ªcil y peliagudo en la Sinfon¨ªa en Do, ¨²ltima de Franz Schubert. La idea es formidable, pues consiste en partir de la tem¨¢tica schubertiana habitual, aparentemente apta para las formas breves, para trazar esta prolongada e inmensa canci¨®n en cuatro estrofas. Schubert triunf¨® en el dif¨ªcil empe?o y Abbado y sus colaboradores triunfan en la transmisi¨®n del empe?o gracias a la bondad de criterio y a la perfecci¨®n absoluta del asombroso instrumento filarm¨®nico berlin¨¦s.
Antes, la tr¨¦mula emotividad de Brahms en la que quiz¨¢ sea su m¨¢s bella y dif¨ªcil sinfon¨ªa: la n¨²mero 3 en Fa mayor, de 1883. La atenci¨®n, fijada en el mensaje global, no pod¨ªa por menos de atender intervenciones individuales tan asombrosas como las del oboe, la trompa o el gesto sonoro, el c¨¦lebre rugido, de las cuerdas graves. Uno tras otro han sido los de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn tres d¨ªas cumbres en la experiencia y la fruici¨®n musical. Bien merecen el bravo coreado insistente del p¨²blico y el largo recuerdo de nuestra memoria.
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