Confiamos en Dios
La religiosidad de EE UU es el caldo de cultivo de explosiones como la de los Guardianes de la Promesa
Todos los domingos, cuando Bill Clinton est¨¢ en Washington, el Servicio Secreto env¨ªa equipos tempraneros a tres iglesias diferentes. Los guardaespaldas del presidente norteamericano no saben a cu¨¢l ir¨¢, pero saben que ir¨¢. Como nueve de cada diez de sus compatriotas, Clinton, un baptista, cree en Dios y, como la mitad de ellos, acude a un servicio, religioso al menos una vez por semana. Estados Unidos es un pa¨ªs de creyentes, en el que peri¨®dicamente se producen explosiones de fervor religioso como la protagonizada el pasado s¨¢bado por los Guardianes de la Promesa.La concentraci¨®n en Washington de entre 400.000 y 700.000 varones convocados por los Guardianes de la Promesa ha sorprendido en la vieja y descre¨ªda Europa occidental. "Los europeos", dice Alfred Ross, coautor de un libro sobre los Guardianes de la Promesa, "tienen problemas para entender que este pa¨ªs sigue siendo fiel a sus principios fundacionales religiosos. Como la libertad y la laboriosidad, la religiosidad est¨¢ en el coraz¨®n mismo del esp¨ªritu norteamericano".
Hace una semana, Clinton, que se enorgullece de que su pa¨ªs conserve "una profunda y vibrante religiosidad" y que tiene como gu¨ªa espiritual al televangelista Robert Schuller, el fundador de la Catedral de Cristal, felicit¨® en un discurso radiof¨®nico a los Guardianes de la Promesa por su "compromiso con la familia". ?l mismo debe en buena medida su reelecci¨®n al hecho de haberle arrebatado a la derecha republicana el muy popular tema de la "defensa de los valores familiares". Por su parte, Hillary Clinton ya hab¨ªa elogiado a los Guardianes de la Promesa en su libro It takes a village.
Superada la gran crisis de conciencia nacional de los sesenta y primeros setenta, EE UU es de nuevo el pa¨ªs conservador en materia religiosa y moral de siempre. "No hay naci¨®n en todo el mundo con mayor porcentaje de pr¨¢ctica religiosa, ni pa¨ªs con m¨¢s parroquias por habitante", escribi¨® Vicente Verd¨², en El planeta americano.
Existe en EE UU una amplia minor¨ªa descre¨ªda a la europea, pero, en esto como en otras cosas, Hollywood y Nueva York no son puntos exactos de referencia de lo que ocurre en la mayor¨ªa del pa¨ªs. Desde el lema del d¨®lar -"Confiamos en Dios"- hasta la f¨®rmula con la que el presidente jura su cargo -"Que Dios me ayude"-, pasando por la frase "Dios bendiga Am¨¦rica", las referencias al Ser Supremo impregnan la vida norteamericana.
Los norteamericanos conf¨ªan en Dios y tambi¨¦n creen que Dios conf¨ªa en EE UU. Dios, piensan, mima a su naci¨®n favorita, porque le resulta grato el que sus habitantes intenten hacerse millonarios a base de esp¨ªritu emprendedor y trabajo duro. Incluso aunque sea vendiendo la imagen y la palabra de Dios.
Trustworthy's, en Baltimore, es uno de los cientos de megastores (grandes almacenes) que existen en EE UU dedicados exclusivamente a la venta de art¨ªculos religiosos, desde biblias hasta videos, pasando por las pegatinas Jes¨²s me ama y rompecabezas con escenas b¨ªblicas. Seg¨²n The Washington Post, las ventas de la industria de art¨ªculos religiosos se cifran en m¨¢s de 3.000 millones de d¨®lares (450.000 millones de pesetas) anuales. Por no hablar de las radios y televisiones consagradas a la religi¨®n, en las cuales se han hecho populares predicadores como Jimmy Swaggart, Pat Roberson, Jerry Falwell, Robert Schuller y el maestro de todos ellos, el septuagenario Billy Graham.
En ese caldo de cultivo han crecido los Guardianes de la Promesa, que no constituyen una iglesia organizada, sino un movimiento de renovaci¨®n religiosa de los varios -los llamados revivals- ya registrados en la historia norteamericana. Desde su fundaci¨®n hace siete a?os por Bill McCartney, ex entrenador del equipo de f¨²tbol de la Universidad de Colorado, de 57 a?os, esta "fraternidad de creyentes", como prefiere definirse, ha ido calando en el seno de la clase media blanca.
El movimiento cuenta con poderosos padrinos, como Ja mes Dobson, el predicador radiof¨®nico m¨¢s popular del pa¨ªs; Pat Roberson, el telepredicador que aspir¨® a la candidatura republicana a la presidencia, y la Coalici¨®n Cristiana, el grupo de presi¨®n pr¨®ximo al Partido Republicano. Su m¨¦todo de expansi¨®n consiste en la celebraci¨®n de actos de masas en estadios deportivos, en los que miles de varones confiesan en p¨²blico sus pecados -haber enga?ado a la esposa, ojeado una revista pornogr¨¢fica, descuidado a los hijos, contestado mal a un negro...- y hacen prop¨®sito de enmienda. Las muchedumbres concluyen cantando himnos con letras como ?Oh, victoria en Jes¨²s, mi eterno Salvador!
El eje de su filosof¨ªa es la constataci¨®n de que el var¨®n norteamericano se enfrenta a "una crisis espiritual sin precedentes" a causa de la emancipaci¨®n de la mujer, la extensi¨®n del divorcio y la legalizaci¨®n del aborto. Los varones, seg¨²n los Guardianes de la Promesa, deben volver a asumir el papel de autoridad en el seno de la familia que les atribuye la Biblia. Ni que decir tiene que son duramente criticados por su misoginia.
?Alcanzaron su c¨¦nit al reunirse en Washington? All¨ª escenificaron im¨¢genes milenaristas, con cientos de miles de hombres juntando sus brazos en alto para confesar sus pecados, o exhibiendo Biblias con el mismo fervor con el que en Teher¨¢n se esgrim¨ªa el Cor¨¢n en los tiempos m¨¢s febriles de la revoluci¨®n jomeinista. ?Se disolver¨¢n o se consolidar¨¢n tras esa apoteosis?
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