Debatir el presupuesto
Cuando los aficionados asisten a una corrida de toros, suelen ir llenos de prejuicios: los que corresponden a su criterio sobre c¨®mo debe ser la lidia, su modelo ideal de torero, de toro, y hasta de presidente de la corrida, su pasi¨®n personal por un ¨ªdolo. Pero luego pasa lo que pasa. Y aunque se hayan emitido juicios atropellados y parciales sobre cada momento de las suertes de la lidia, el veredicto final se produce al final, cuando la lidia de cada toro ha terminado; no es que ese veredicto no est¨¦ influido por los prejuicios, claro, que lo est¨¢, pero al menos hay un principio de racionalidad: no se emite hasta que aquello ha terminado.No sucede lo mismo en el debate pol¨ªtico, al menos el que se hace p¨²blico en los medios y en la escena parlamentaria. La actuaci¨®n de los distintos protagonistas, m¨¢s a¨²n "medi¨¢ticos" que parlamentarios, es predecible hasta el aburrimiento; el prejuicio manda. Todos los a?os, con motivo de la lidia presupuestaria, asistimos a parecido espect¨¢culo, en el que opinantes diversos ni siquiera tienen la coherencia del m¨¢s cerril de los espectadores taurinos, que retienen su opini¨®n definitiva, a veces a duras penas, hasta el final. Cuando alg¨²n pol¨ªtico o funcionario, o periodista "enterado", o chivato, apunta un futuro detalle del futuro presupuesto, aparecen los juicios m¨¢s tajantes, laudatorios (pocas veces, porque la laudatio no se lleva en estas materias), condenatorios, vituperadores, apocal¨ªpticos; y eso que a¨²n el toro no ha aparecido por la puerta de chiqueros.
Asistimos, una vez m¨¢s, al singular espect¨¢culo, seg¨²n el cual los m¨¦ritos se juzgan, no ya por indicios parciales y a¨²n remotos, sino por decires o referencias; supongo que eso que se llamaba el atento lector, si es que existe, se puede volver loco al intentar obtener de tanto ruido la virtud del conocimiento, aunque sea aproximado, de lo que se cuece. Pero quiz¨¢ eso no importa, porque m¨¢s que "atentos lectores" lo que hay es gente que necesita verse confirmada en su fe (su prejuicio) y respira con alivio o con rabia cuando lee lo que lee u oye o ve lo que le muestran tan sabios avanzadores de opini¨®n, Ya la gente, salvo algunos, masoquistas, toma posiciones para no experimentar honda perturbaci¨®n, y elige el "medio" de su preferencia, que es el que presenta m¨¢s probabilidades de decir lo que cada sujeto quiere oir.
El presupuesto es, por desgracia, un asunto. complejo e intrincado, quiz¨¢ por ello esa desgracia se transmuta en fortuna: ?Qui¨¦n va a mirar con atenci¨®n tan prolijo cent¨®n de datos y palabras? Por donde la complejidad permite un juicio m¨¢s somero y tajante, mas improvisado y sonoro, sin puntillos de conciencia.
Antes de conocerse todas las normas tributarias que los acompa?an, hemos sabido que el Gobierno aumenta la carga fiscal, haciendo mofa de sus viejas promesas; tambi¨¦n hemos o¨ªdo (aunque menos) lo contrario. Antes de conocerse los gastos y su distribuci¨®n, hemos o¨ªdo que el presupuesto nos precipitaba en los abismos de la desigualdad, econ¨®mica opresiva, y que se confirmaba la reversi¨®n hacia el capitalismo rupestre; tambi¨¦n hemos o¨ªdo (pero menos), que el presupuesto nos har¨¢ eurofelices en medio de la necesaria sobriedad. Y otras muchas cosas de este jaez.
Por fin, aparecen los presupuestos y sus distintas medidas complementarias, y ya puede empezarse a hablar porque la lidia est¨¢ en acci¨®n. Pero es in¨²til. El juicio est¨¢ determinado ya por el juicio anterior; no esperan ustedes ver ni a, un protagonista de juicio precipitado rectificar (eso, jam¨¢s) la opini¨®n ya aventurada. La Confusi¨®n, o la nitidez de las posiciones r¨ªgidas se establecen como datos adicionales del espect¨¢culo presupuestario. Y todos contentos: el sensato lector, perdido; y el forofo, confirmado en su fe, ?qu¨¦ m¨¢s se puede pedir?
?Pobres presupuestosl (si se permite la expresi¨®n); no son capaces de traer tanta desventura como algunos profetas vocean; ni tanta felicidad; todo lo m¨¢s, cada uno de los de la serie que se produce al ritmo anual de lo inevitable, un poco de ayuda, o un Poco de inconveniencia, en el andar econ¨®mico de todos y cada uno de los ciudadanos y otros afectados; eso es lo que normalmente sucede.
Pero hacerlos supone un gran esfuerzo, la toma de decisiones pol¨ªticas que proporcionan alivios y pesares a muchos; si est¨¢n bien hechos, sus efectos no , ser¨¢n negativos; y si no lo est¨¢n, ser¨¢n de efectos nocivos a corto, medio y largo plazo. Pero hay una cosa segura: est¨¦n como est¨¦n rara vez se mere cer¨¢n, en el momento, un juicio adecuado, sobre el conjunto y sus partes, ponderado, racional. Es su triste sino, y el de sus confeccionadores. ?Ah, quiz¨¢ piensen ¨¦stos con envidia, si aqu¨ª prevaleciera la racionalidad del p¨²blico taurino!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.