El calendario europeo
Conocer y encauzar el futuro ha sido una de las mayores preocupaciones de todas las civilizaciones. ?sa es la raz¨®n de ser de los calendarios. Calendarios como los sumerios, egipcios, el de la C¨®rdoba califal, los libros de horas medievales o la piedra del sol azteca son testigos relevantes de esta constante hist¨®rica, y en la vida cotidiana de los agricultores, almanaques como el zaragozano han tenido un valor secular.El proceso de construcci¨®n europeo es un continuo tejer y destejer calendarios con fechas de vencimiento peri¨®dicas. Con el Tratado de Amsterdam se inicia una nueva cuenta atr¨¢s, en la que estamos jugando el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, como los malabaristas que a?aden una pelota o un plato m¨¢s a los que ya est¨¢n en el aire. A pesar de que sea muy criticable en muchos aspectos, conviene situar los pr¨®ximos emplazamientos, que sin duda deber¨ªan interesar m¨¢s a unos medios embebidos en el tratamiento de las cuestiones procesales.
En Espa?a hoy se habla m¨¢s de imputados, recursos de reforma o comisiones rogatorias que de moneda ¨²nica, iniciativa por el empleo o ampliaci¨®n comunitaria.
Quiz¨¢ mis recuerdos de estudiante sobre la tecnicidad del derecho procesal empa?en mi capacidad de juicio y no sepa valorar en su justa medida este salto cualitativo, pero creo conveniente que nos ocupemos m¨¢s de cuestiones que afectan a nuestra bolsa y nuestra vida cotidianas.
?Cu¨¢les son los emplazamientos?
- Ante todo, una pol¨ªtica activa de creaci¨®n de empleo, que debe ser acordada en el Consejo Extraordinario de Luxemburgo de noviembre. Es de esperar que se decida, de una vez, empezar a aplicar, la pol¨ªtica aprobada en el ¨²ltimo paquete Delors (grandes infraestructuras, formaci¨®n permanente, flexibilidad) y, sobre todo, ser coherentes con la decisi¨®n de hacer la uni¨®n econ¨®mica y monetaria. ?C¨®mo se puede explicar a los ciudadanos que se pone en com¨²n la moneda y que a la hora de confrontar la creaci¨®n de empleo cada uno se arregla por su cuenta? Es de esperar que el Consejo Europeo no concluya con una resoluci¨®n de rogativas por el empleo (del g¨¦nero "estamos a favor, pero lo tiene que hacer el sector privado"). A los ap¨®stoles de la tesis les convendr¨ªa examinar de cerca la beligerancia de autoridades de Estados Unidos a todos los niveles a la hora de formular pol¨ªticas econ¨®micas y fiscales activas para crear y proteger el empleo.
- La segunda cita es el Consejo de Luxemburgo para aprobar la Agenda 2000, propuesta por la Comisi¨®n y compuesta por: la visi¨®n de la Uni¨®n en el nuevo siglo, las reformas a realizar y, en especial, las "perspectivas financieras", es decir, el necesario pacto presupuestario para garantizar la supervivencia del proyecto, con especial acento en la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n (PAC) y las pol¨ªticas estructurales de cohesi¨®n.
En paralelo, el proceso de ampliaci¨®n a los 11 pa¨ªses que lo han solicitado: 10 pa¨ªses de la Europa central y oriental -Polonia, Hungr¨ªa, Rep¨²blica Checa, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Bulgaria-, m¨¢s Chipre. El caso de Turqu¨ªa, pa¨ªs con el que la demanda de adhesi¨®n se formul¨® en la d¨¦cada de los sesenta y con el que se ha establecido una uni¨®n aduanera, tiene perfiles propios.
El nuevo pacto presupuestario parte de un ¨²nico dato cierto, el mantener los recursos comunitarios dentro del l¨ªmite del 1,27% del PNB conjunto fijado en Edimburgo. La negociaci¨®n va a ocupar por lo menos la actividad comunitaria hasta 1999, en un ambiente calentado por la precampa?a electoral alemana y el ¨®rdago del ministro Weigel emulando a la se?ora Thatcher en su petici¨®n de rebaja de su contribuci¨®n.
Para no iniciar una guerra abierta, conviene situar el nuevo escenario que se presenta en relaci¨®n con la uni¨®n monetaria. La decisi¨®n del Consejo Ecofin de adelantar el inicio de la tercera fase -es decir, la fijaci¨®n irrevocable de paridades de las monedas- a mayo del a?o pr¨®ximo ha de tener, es de esperar, consecuencias positivas sobre la recuperaci¨®n econ¨®mica en Europa. La convergencia se ha producido, la estabilidad es ya parte de la cultura com¨²n, ahora es preciso afrontar la acci¨®n de empleo y competitividad que Europa necesita como el comer. Con vistas a este debate y la posterior negociaci¨®n, es de saludar el cambio de posici¨®n de los conservadores espa?oles, que de considerar que la defensa de la cohesi¨®n era cosa de pedig¨¹e?os ha pasado a una cerrada defensa de lo obtenido. Cuando el n¨²cleo divergente de la CDU-CSU en su nuevo documento sobre Europa acepte que pa¨ªses como Francia, Italia o Espa?a han hecho sus deberes mejor que Alemania y considere que hay que formular una pol¨ªtica econ¨®mica y fiscal com¨²n, ser¨ªa conveniente aprovechar para actualizar el planteamiento de la cohesi¨®n, incluyendo los elementos imprescindibles con una uni¨®n econ¨®mica y monetaria: los estabilizadores autom¨¢ticos y un fondo de compensaci¨®n o igualaci¨®n. Adem¨¢s, es preciso encontrar socios y solidaridades, m¨¢s que provocar enfrentamientos prematuros.
Ahora bien, la ampliaci¨®n no puede esperar a que pongamos la casa en orden. El calendario de la historia no se para porque tengamos problemas. El compromiso de la Uni¨®n era comenzar las negociaciones seis meses despu¨¦s de concluir la CIG. El Consejo de Luxemburgo de diciembre tiene pues la responsabilidad de dar el pistoletazo de salida.
La Comisi¨®n ha hecho una propuesta de negociaci¨®n diferenciada, interpretando los criterios de Copenhague. En primer lugar, ha valorado la situaci¨®n democr¨¢tica de respeto de los derechos humanos y de las minor¨ªas, lo que ha llevado a la congelaci¨®n de la candidatura de Eslovaquia. Despu¨¦s ha examinado los dem¨¢s criterios (econom¨ªa de mercado, capacidad competitiva y de asunci¨®n de las obligaciones momo miembro), y, a pesar de que ninguno de los candidatos re¨²ne de momento las condiciones, ha propuesto la iniciaci¨®n de negociaciones de adhesi¨®n con seis pa¨ªses (Polonia, Rep¨²blica Checa, Hungr¨ªa, Estonia, Eslovenia), m¨¢s Chipre, pa¨ªs cuya renta est¨¢ a nivel espa?ol pero tiene el problema de la invasi¨®n turca. Ante este desaf¨ªo sin precedentes cuyo resultado final ser¨ªa el crecimiento de la superficie de la Uni¨®n Europea en un 34%, de la poblaci¨®n en un 29% y de la renta en un 9%, la cuesti¨®n que est¨¢ sometida a debate en este momento es decidir si se reconoce el derecho de los pa¨ªses a adherirse, y, en su virtud, de iniciar negociaciones, tesis conocida como la regata o la l¨ªnea de salida para todos, o se acepta tal cual la propuesta de la Comisi¨®n.
Si se trata de reconocer un derecho y estabilizar Europa, parece m¨¢s coherente aceptar la tesis de la regata inicial sabiendo que el avance en las negociaciones se har¨¢ de acuerdo con los m¨¦ritos y problemas de cada candidato, lo cual llevar¨¢ al ingreso por grupos.
Un ¨²ltimo elemento del calendario, en cierto modo previo a todos los dem¨¢s: la aprobaci¨®n por el Parlamento Europeo y la ratificaci¨®n por los 15 Parlamentos de los Estados miembros del Tratado de Amsterdam. La experiencia de Maastrich ha demostrado que no se trata de un mero tr¨¢mite y que es preciso un esfuerzo de explicaci¨®n a¨²n mayor, sobre todo por sus propias carencias.
El mejor m¨¦todo, por parad¨®jico que pueda parecer, es proponer su ratificaci¨®n como eslab¨®n necesario de un proceso constituyente abierto, en v¨ªsperas del salto que supondr¨¢ la uni¨®n monetaria, al tiempo que nos emplazamos a resolver los asuntos pendientes por mayor¨ªa cualificada en el Consejo (ponderaci¨®n de votos en su seno, composici¨®n de la Comisi¨®n), en una nueva conferencia intergubernamental antes de la pr¨®xima ampliaci¨®n. Y para que tenga ¨¦xito es preciso recuperar lo que se ha perdido en Amsterdam: el pulso de Europa, un ideal que pueda generar de nuevo entusiasmo por una causa tan noble como mal vendida.
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