El Madrid gana con la gorra
El equipo de Heynckes actu¨® con indolencia, pero no le cost¨® imponerse por goleada al Olympiakos
Noche sin gloria en Chamart¨ªn. El Madrid redujo el partido a un tr¨¢mite y gole¨®. No pod¨ªa ser de otra manera porque hay una distancia sideral con el Olympiakos. El ¨²nico problema del Madrid fue propio: actu¨® con demasiada indolencia y se perjudic¨® m¨¢s de lo conveniente en el primer tiempo. Pero termin¨® por imponerse el peso del f¨²tbol. Los buenos jugadores ganan a los malos. Sin m¨¢s. Es lo que hizo el equipo de Heynckes para mantener su inmaculada trayectoria en Europa.La suficiencia fue mala consejera del Madrid, que se complic¨® la primera parte de manera inopinada. La Copa de Europa exige un punto de fiebre para limitar el riesgo de da?os frente a equipos menores, como el Olympiakos, que jug¨® mal pero estuvo enchufado. Se sab¨ªa inferior y no tuvo inconveniente en aceptarlo. El equipo griego se encerr¨®, marc¨® con firmeza y esper¨® la oportunidad que siempre llega. Marc¨® en su primer remate, un cabezazo de Dabizas que entr¨® por la escuadra. Pero incluso en esa jugada, aparentemente irreprochable por la limpieza del remate, el Madrid dio prueba de su indolencia. Morientes no se ocup¨® como deb¨ªa del cabeceador. Se emple¨® con demasiada tibieza en el marcaje, con la misma falta de energ¨ªa que ten¨ªa el equipo para imponerse a un equipo mediocre.
En una competici¨®n que conviene tomarla al asalto, porque cada partido es un mundo en s¨ª mismo, el Madrid cometi¨® el error de alejarse de su objetivo. Se hac¨ªa evidente que el Olympiakos era una presa sencilla. El equipo griego sali¨® atemorizado, con todos los complejos posibles. Le impresionaba la historia del Madrid, sus estrellas, el escenario. Nada le favorec¨ªa, y a¨²n menos la comparaci¨®n entre los jugadores de cada equipo. El Olympiakos se dispuso a resistir y el Madrid no se decidi¨® a borrarle del mapa.
Durante el primer tiempo, el Madrid confundi¨® la academia con la irrelevancia. Toc¨® para nada y hacia ninguna parte. El bal¨®n viajaba de un jugador a otro de manera cansina, sin ninguna particularidad. El objeto de jugar corto y tocar consiste en distraer, en olfatear las fisuras del adversario y cambiar repentinamente la velocidad de la jugada. Para eso es necesario la vieja f¨®rmular de tocar y moverse, pero en el Madrid no se mov¨ªa nadie. Todos quietos, sin ninguna ruptura de los delanteros y los interiores, sin nadie que sacara a los griegos de los marcajes. El traqueteo termin¨® por atarugar al Madrid, que poco a poco se sali¨® del encuentro.El gol de Dabizas no cambi¨® demasiado las condiciones. El Olympiakos hizo de tapado. Es decir, no tuvo ning¨²n papel en el partido. Todo lo que sucedi¨®, lo bueno y lo malo, lo protagoniz¨® el Madrid. Lo bueno fue poco; lo malo, bastante. Casi le convino el gol del Olympiakos, porque algunos jugadores se activaron levemente. Todo porque se comenz¨® a sentir el estado de necesidad. No era cosa de complicarse la vida en la Copa de Europa frente a un rival de pacotilla.
Por si no bastaba con la calidad, el Madrid encontr¨® la ayuda del ¨¢rbitro, que convirti¨® en
penalti un forcejeo entre Suker y Dabizas. Suker marc¨® y aquello son¨® a gloria en Chamart¨ªn, donde la gente comenzaba a recordar las ¨²ltimas pesadillas en Europa. La del Odense, por citar la ¨²ltima. El empate tampoco tuvo un efecto reconstituyente en el juego madridista, pero afect¨® a la estabilidad del Oympiakos, que se precipit¨® hacia la realidad: le esperaba la derrota.
El gol de Morientes se produjo en el ¨²ltimo minuto, un factor inestimable para el desarrollo del encuentro. El Madrid se encontr¨® con la ventaja casi sin quererlo, por la ley natural del f¨²tbol. Un equipo es mejor que otro y gana. As¨ª de simple. Sobre el gol hay que decir que estuvo en la onda Morientes. O sea, un gol de rematador, de la gente que habita en el ¨¢rea y caza. Ra¨²l meti¨® la pelota en el ¨¢rea peque?a y Morientes gan¨® aquella jugada dividida frente al portero. Se jug¨® la tibia, pero dej¨® el bal¨®n en la red.
Con la victoria en la mano, la cuesti¨®n no era otra que saber si el Madrid se lanzar¨ªa a por la goleada o tramitar¨ªa el partido de forma administrativa. Se decidi¨® por esta v¨ªa. El Olympiakos hizo todo lo posible por sacar la cabecita, pero el ¨²nico que se dej¨® ver fue Djordjevic, que puso a Jaime en graves dificultades. Jaime no es lateral y eso se apreci¨® en tres jugadas frente al extremo del Olympiakos.
Fuera de Djordjevic, el equipo griego no tuvo m¨¢s alternativas. El Madrid tampoco anduvo sobrado, aunque su autoridad no se discut¨ªa. La segunda parte sirvi¨® para confirmar las pocas garant¨ªas de Ze Roberto como interior izquierda. Volvi¨® a ser el jugador espumoso, inconcreto, de siempre.
Y tambi¨¦n que Suker est¨¢ tieso. Le falta frescura f¨ªsica y llega a tarde en acciones que antes manejaba con facilidad. Por ejemplo, perdi¨® el control en un pase maravilloso de Hierro y lo mismo ocurri¨® en tres intentos de vencer al marcador en el mano a mano. Nunca lo consigui¨®. Morientes, que tiene mucha menos clase, saca ventaja de su despliegue f¨ªsico. Vamos, de la energ¨ªa que procura la juventud. El tercer gol fue consecuencia de ello. Pele¨® la pelota, se la llev¨® con fe y termin¨® derribado en el ¨¢rea. Suker volvi¨® a anotar el penalti.
No hubo m¨¢s, excepto el voluntarioso ejercicio del Olympiakos por reducir la distancia. Para el Madrid fue otra cosa, un tr¨¢mite, dos goles m¨¢s y un aviso: en Europa no conviene distraerse.
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