Esquizofrenia en los Presupuestos
JOS? BAREA, director de la Oficina Presupuestaria de la Presidencia del Gobierno, fue ayer la estrella -no invitada- del debate parlamentario sobre la Ley de Presupuestos de 1998. Con una oportunidad devastadora, el jefe de la oposici¨®n, Joaqu¨ªn Almunia, cit¨® un informe de Barea -fechado en septiembre- que constituye una aut¨¦ntica bomba pol¨ªtica. Barea considera que la pol¨ªtica de contenci¨®n del gasto y del d¨¦ficit p¨²blico de este Gobierno -al que ¨¦l representa- es poco rigurosa y anuncia que el Presupuesto de 1997 se cerrar¨¢ con un d¨¦ficit "oculto" de 600.000 millones de pesetas. Esta cifra ser¨¢ trasladada al Presupuesto de 1998 y, en consecuencia, ese ano se producir¨¢ "un d¨¦ficit de financiaci¨®n adicional" por esa cantidad, que deber¨¢ ser cubierto "con recursos tributarios derivados de una nueva normativa". Es decir, si no se corrige, habr¨¢ subidas de impuestos en 1998.El contenido del informe de Barea sobre los Presupuestos para el pr¨®ximo ejercicio sorprende en principio por la independencia de criterio con que est¨¢ elaborado, ajeno al color pol¨ªtico del presidente del Gobierno cuya Oficina Presupuestaria representa. Pero lo m¨¢s importante es que sus c¨¢lculos destruyen la mitolog¨ªa cuidadosamente elaborada por el Ejecutivo seg¨²n la cual era posible al mismo tiempo reducir el d¨¦ficit p¨²blico sin subir la presi¨®n fiscal y con los mismos niveles de prestaciones sociales. La existencia de un d¨¦ficit encubierto es
un severo ataque a las remilgadas declaraciones del equipo econ¨®mico del Gobierno, que ha propagado la pureza contable y el rigor presupuestario.La l¨®gica m¨¢s elemental lleva a preguntar c¨®mo es posible que las desviaciones de gastos mencionadas -si los c¨¢lculos de Barea son correctos- se hayan ocultado de forma sistem¨¢tica y no se hayan conocido normalmente a trav¨¦s de los canales habituales de informaci¨®n hacia la opini¨®n p¨²blica. El Gobierno tiene que explicar de forma r¨¢pida y exhaustiva si las cifras de la Oficina Presupuestaria son correctas y, si lo son, c¨®mo se han ocultado. El director de la Oficina Presupuestaria ha sido utilizado frecuentemente como un emisor, Casi siempre inoportuno, de globos sonda sobre decisiones delicadas de recorte del gasto, por ejemplo en pensiones o en la sanidad p¨²blica. Pero una cosa es que el Gobierno ignore sus propuestas pol¨ªticas y otra que le niegue su conocimiento de los vericuetos presupuestarios. La intervenci¨®n del secretario de Estado de Presupuestos, Jos¨¦ Folgado, afirmando que las desviaciones calculadas por Barea no pueden sumarse al Presupuesto inicial, resultan insatisfactorias porque no explican el origen ni el alcance de las mismas. Si el vicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato no aclara urgentemente la cuesti¨®n, estar¨¢n m¨¢s justificadas las sospechas sobre la calidad del Presupuesto de 1998, denunciadas hasta ahora sin mucho ¨¦xito por la oposici¨®n socialista, por su falta de credibilidad y su car¨¢cter propagand¨ªstico.
Frente a la n¨ªtida denuncia de Barea contra sus propios compa?eros de Gobierno, el debate pol¨ªtico de fondo ayer en el Congreso entre el vicepresidente y el secretario general del PSOE, Joaqu¨ªn Almunia, result¨® descolorido; no pod¨ªa ser de otra forma. La afirmaci¨®n de Rato de que este Presupuesto "es el que les gustar¨ªa votar" (a los socialistas) rememora las frases de rigor que anteriores ministros de Econom¨ªa arrojaban a la oposici¨®n casi de forma rutinaria, en los tiempos del rodillo socialista. La intervenci¨®n de Rato fue poco convincente, porque se necesitan m¨¢s argumentos que la mera enunciaci¨®n de una voluntad para demostrar que en econom¨ªa sea posible al mismo tiempo "corregir los desequilibrios" con el mismo gasto social y los mismos impuestos.
Alimunia revel¨¦ ayer mayor nervio pol¨ªtico, aunque sus palabras tambi¨¦n necesitan de un mayor desarrollo; acus¨® al Gobierno de aumentar la presi¨®n fiscal, descuidar las inversiones en educaci¨®n y asentar las cuentas de la Seguridad Social sobre bases endebles. Almunia reproch¨® duramente al Gobierno la ausencia de reformas estructurales. En este punto coincide con la cr¨ªtica de fondo de Barea, cuya conclusi¨®n evidente es que sin la reducci¨®n de tipos de inter¨¦s -que ha ahorrado al Estado casi un bill¨®n de pesetas- y la congelaci¨®n de los salarios de los funcionarios, el objetivo de d¨¦ficit en 1997 no se hubiera alcanzado.
El Informe Barea ha limitado gran parte de la credibilidad que el Ejecutivo se atribu¨ªa en el control eficiente del d¨¦ficit p¨²blico. Y ha desmentido ir¨®nicamente la declaraci¨®n inicial de Rodrigo Rato de que "se ha acabado la esquizofrenia en pol¨ªtica econ¨®mica". No cabe esquizofrenia mayor que la que existe entre la Secretar¨ªa de Estado de Presupuestos y la Oficina Presupuestaria.
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