Victoria sin fiesta
Oli volvi¨® a marcar y Luis volvi¨® a cambiarlo, gan¨¢ndose las iras del p¨²blico
De algo le sirvi¨® al Betis la lecci¨®n de Montju?c. Cuando los daneses hab¨ªan conseguido sacudirse el dominio inicial de los verdiblancos, m¨¢s ornamental que pr¨¢ctico, m¨¢s para la galer¨ªa que para el partido, cuando mejor estaban jugando los de Copenhague, lleg¨® un regalo defensivo y el mazazo de Oli. Los delanteros como ¨¦l no s¨®lo fabrican tantos de artesan¨ªa. Los churros tambi¨¦n se firman y suben al marcador.El partido termin¨® con id¨¦ntico resultado que el choque contra los h¨²ngaros del Vasutas. Pero la historia fue bien distinta. Una historia marcada por la prehistoria, por la decepcionante trayectoria del Betis en el campeonato de Liga. El Copenhague no eran los h¨²ngaros, pero tampoco era el Ajax. El resultado es bueno, sin m¨¢s, para el partido de vuelta. Menos bueno para el desquite. La gente quer¨ªa un desagravio de goles despu¨¦s de la paliza del Espanyol. Oli, c¨®mo no, estuvo a punto de abrir el marcador con un sentido de la colocaci¨®n y del oportunismo que distingue a los arietes de los tuercebotas.
El Betis demostraba ser muy superior, pero la demostraci¨®n no pasaba de la teor¨ªa hasta que lleg¨® el gol de Oli. Justo cuando peor estaba jugando el Betis, que hab¨ªa perdido el sentido del campo. Es un enigma metaf¨ªsico. Parece que los goles vienen cuando uno juega bien. Pero se da el caso de que un equipo empieza a jugar bien cuando llegan los goles. De c¨®mo el efecto se convierte en la causa.
Y al gol de Oli le siguieron dos ocasiones consecutivas de Ure?a. Ambas de cabeza. El futbolista m¨¢s veterano, superviviente de los tiempos duros, jaleado por la grada. Muy pronto llegar¨ªa el gol de Ca?as.
La gente ten¨ªa los goles y quer¨ªa la fiesta. Los goles pon¨ªan la eliminatoria en buena direcci¨®n y acallaban los v¨ªtores daneses a un equipo que conforme pasaban los minutos ganaba en ramploner¨ªa. Oli marc¨® el gol y el gol marc¨® el partido. Por fin el que mejor jugaba estaba ganando, pensar¨ªa Luis para sus adentros.
El entrenador verdiblanco, curtido en mil batallas, tiene todav¨ªa un largo camino para congraciarse con un p¨²blico esquivo, susceptible al m¨¢ximo, escrupuloso. Y Luis, que no es amigo de componendas, no hizo mucho para ganarse esa simpat¨ªa, como si la quisiera toda para el equipo y nada para ¨¦l.
Puso a calentar a todo el banquillo y decidi¨® sacar a dos defensas. Primero Jaime; despu¨¦s, Luis Fern¨¢ndez. La permuta de Jaime por Oli le vali¨® una sonora bronca del p¨²blico.
Pasaban los minutos y el Betis entraba en una fase de desconcierto. No le sal¨ªa casi nada. Hasta Alfonso estaba negado ante la porter¨ªa contraria. Y Goldbaek, a quien los informes previos hab¨ªan se?alado como el m¨¢s peligroso de los daneses, le sacaba el m¨¢ximo provecho a una de sus incursiones: dos saques de esquina, dos faltas y un saque de banda. Le falt¨® la guinda del gol.
Luis pensar¨¢ que opt¨® por reforzar la defensa para viajar con tranquilidad a Copenhague. Para contrarrestar ese axioma balomp¨¦dico que invita a la aventura: los goles fuera de casa valen doble.
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