Humanidades sin adoctrinamiento
CON Su plan de mejora de las humanidades, la ministra de Educaci¨®n se ha metido en un nuevo avispero. Durante meses ha cultivado el lamento por el "empobrecimiento pavoroso" de los planes de estudio y el "asombroso arrinconamiento" de la ense?anza de la historia. El asunto es importante, y deber¨ªa merecer mucho m¨¢s que una disputa entre devociones patri¨®ticas contrapuestas. Pero no es algo que pueda imponerse por decreto, sino que requiere una discusi¨®n serena y general para llegar a un acuerdo previo a su aplicaci¨®n.Plantear diagn¨®sticos feroces o enarbolar banderas ret¨®ricas no hace que cualquier papel etiquetado con la palabra humanidades sea ben¨¦fico por s¨ª solo. El proyecto de Esperanza Aguirre de real decreto de contenidos m¨ªnimos de lengua y literatura y de geograf¨ªa e historia no arregla lo que pretend¨ªa y a cambio, entra a saco en heridas auton¨®micas que parec¨ªan cicatrizadas. Propone pormenorizar los "¨ªndices de contenidos m¨ªnimos" de lengua y literatura y de geograf¨ªa e historia en la educaci¨®n secundaria obligatoria (ESO) para todo el pa¨ªs. Para empezar, es discutible la urgencia de modificar la ESO cuando acaba de echar a andar. El anterior Gobierno socialista elabor¨® unos ¨ªndices sumamente gen¨¦ricos que, en l¨ªnea con el esp¨ªritu de la reforma, permit¨ªan a las comunidades y a los propios centros un notable margen de adaptaci¨®n curricular. La alarma social que ha provocado la diversidad de programas resultante ha creado un caldo de cultivo id¨®neo para que, por encima de las cr¨ªticas razonables, surjan voces reaccionarias en favor de una historia de Espa?a lindante con la verdad revelada, algo que ensambla mejor con la visi¨®n estalinista de la historia sovi¨¦tica que con una concepci¨®n liberal y plural de esta materia. El programa de Aguirre incluye una referencia al "car¨¢cter unitario de la trayectoria hist¨®rica de Espa?a, con sus diversidades ling¨¹¨ªstico-culturales", lo que ha provocado un sarpullido entre los nacionalistas y ha. hecho recordar viejos tiempos a la oposici¨®n de izquierdas.
Nada es inocente, y menos la historia y la cultura. Un mismo hecho, contemplado desde diversas perspectivas, da pie a interpretaciones diferentes. La aceptaci¨®n de la pluralidad de Espa?a parte de este reconocimiento; y si la ense?anza forma parte de las competencias de las comunidades aut¨®nomas es, precisamente, porque se acepta que los diferentes culturales de los ciudadanos espa?oles no tienen por qu¨¦ ser id¨¦nticos. Pluralidad que afecta a los territorios, pero tambi¨¦n al ideario de cada centro. El Ministerio de Educaci¨®n deber¨ªa limitarse a garantizar unos m¨ªnimos comunes para todo el pa¨ªs, y no atentar contra la autonom¨ªa, no s¨®lo de las comunidades, sino de los propios ense?antes. Resultar¨¢, si no, que la ¨²nica libertad que defiende esta ministra es la de precios, y no la de los libros.
Ahora bien, el reconocimiento de la pluralidad no debe llevar a confundir la ense?anza con el adoctrinamiento -afortunadamente, los tiempos de la formaci¨®n del esp¨ªritu nacional han quedado atr¨¢s- ni el localismo. Ambos est¨¢n contraindicados en la formaci¨®n de ni?os que tendr¨¢n que v¨¦rselas con la globalizaci¨®n y el multiculturalismo que ha de prevalecer en el siglo XXI. Tampoco cabe silenciar a estos ni?os los muchos episodios vividos en com¨²n (ya sea en concordia o en enfrentamiento) por los distintos pueblos de Espa?a. Parece, por tanto, razonable que se garantice que los ciudadanos de cualquier lugar de Espa?a tengan, adem¨¢s de los referentes propios de su realidad cultural inmediata, una visi¨®n de conjunto de la historia de Espa?a y de las culturas hisp¨¢nicas.
El proyecto de Aguirre agita las aguas en lugar de solucionar los problemas que pretende afrontar; Adem¨¢s, sin perjuicio de su irrelevancia human¨ªstica, potencia un desfasado modelo de ense?anza memor¨ªstica (listas, fechas, nombres), en menoscabo del aprendizaje significativo (relaciones, interpretaciones, cr¨ªticas). Y rezuma, una vez m¨¢s, desconfianza en el profesorado.
Pero sobre todo ha venido a complicar el ya de por s¨ª complejo panorama de las relaciones entre las comunidades aut¨®nomas y el Estado central. Catalu?a -agravado su enfado desde el apoyo que CiU brinda a la estabilidad del Gobierno de Aznar-, el Pa¨ªs Vasco, Andaluc¨ªa y Canarias est¨¢n dispuestos a poner toda la carne en el asador para. impedir que el proyecto de Aguirre invada sus competencias o les obligue a modificar sus normas curriculares. Inconscientemente, o llevada por el ansia de fijar en letras de molde el verdadero cat¨¢logo hist¨®rico de Espa?a, Aguirre -aunque ahora se muestre dispuesta a negociar- se ha adentrado en un territorio pol¨ªticamente minado. Y, para colmo, lo ha hecho, como suele, sin avisar y dando un zapatazo.
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