Sabine Meyer, una clarinetista de leyenda
La Orquesta Sinf¨®nica de Indian¨¢polis naci¨® hace 67 a?os y empez¨® a cobrar fama alg¨²n tiempo despu¨¦s con Fab¨ª¨¢n Sevitzky como maestro permanente; desde 1987 est¨¢ a su frente el londinense Raymond Leppard con el que ahora nos visita. La de Indian¨¢polis es una orquesta excelente: virtuosista, expresiva, deslumbrante en los metales, con un muy justo concepto del vibrato en las cuerdas y, en suma, con cuantos datos conforman un buen modelo de profesionalidad individual y colectiva. En sus dos programas, hemos admirado a la clarinetista Sabine Meyer. Nos hallamos ante una concertista absolutamente sin par. No cabe mayor refinamiento, mejor pureza de sonido, m¨¢s incisiva expresi¨®n afectiva dentro de una l¨ªnea tan bella como natural, m¨¢s honda su misi¨®n de un virtuosismo extremado a la idea musical. En una palabra: fabulosa.Hemos podido gozar de versiones tan ejemplares como la del Concierto en la, KV 662 que la Meyer toca con el instrumento para el que lo ideara Mozart, esto es, el clarinete di bassetto y que alcanza notas m¨¢s graves que el clarinete habitual; en otro programa, Sabine Meyer realz¨® la parte protagonista del concierto de Aaron Copland, escrito para Benny Goodman que lo estren¨® en Nueva York en 1950. Es una obra feliz, preciosamente escrita y obediente a la influencia francesa recibida por el m¨²sico de Brooklyn durante su pr¨¢ctica parisiense con Nad¨ªa Boulanger. Como regalo, todav¨ªa disfrutamos de la versi¨®n para clarinete y orquesta de dos Preludios de Gershwin inicialmente compuestos para piano. El triunfo de la excepcional Meyer fue clamoroso.
Ciclo Orquestas del Mundo
Sinf¨®nica de Indian¨¢polis. Director: R. Leppard. Solista: S. Meyer, clarinetista. Auditorio Nacional, Madrid, 24 y 25 de octubre.
En el adagietto de la Quinta sinfon¨ªa, de Mahler, Egmont, la Cuarta de Chaikovski y El p¨¢jaro de fuego de Straviski, Leppard no convenci¨®. Acusa' una mezcla de amaneramiento exquisito y cierta rudeza m¨¢s extra?as cuando se tiene entre las manos un instrumento como la Sinf¨®nica de Indian¨¢polis.
Con la de Copland tuvimos otras dos obras norteamericanas: el Ensayo n¨²mero], de Samuel Barber y La Fantas¨ªa de Thomas Caning sobre un himno de Justin Morgan, un pionero que practic¨® la ense?anza al tiempo que explotaba una taberna y unas caballerizas que dieron a Morgan mayor celebridad que sus composiciones. La pieza, modal, severa y bien tratada por Caning, tiene encanto por s¨ª misma y por su valor testimonial.
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