Mandela y Gaddafi

Las sanciones decretadas contra el pa¨ªs, lamenta el hombre de Estado, no afectan al gobernante, sino al pueblo. Por consiguiente, deben ser levantadas. No, no es una cita de Reagan o Thatcher cuando rechazaban en los a?os ochenta adoptar sanciones contra el r¨¦gimen del apartheid en Sur¨¢frica con esa argumentaci¨®n. Son las palabras de Nelson Mandela, y se refieren a las sanciones de la ONU contra Libia. En su segunda visita a Tr¨ªpoli en el plazo de una semana, Mandela condecor¨® a su "hermano" Gaddafi con la Orden de la Buena Esperanza, la m¨¢s alta distinci¨®n que otorga Sur¨¢frica a un extranjero. Mandela es un respetable anciano, y no es el menos responsable del relativo ¨¦xito de la nueva Sur¨¢frica. Sin embargo, esto no convierte en un sant¨®n al presidente. Apenas hay nadie en el mundo con el valor de juzgar a Mandela con las reglas universa les de la l¨®gica y la coherencia. Pero no hace tanto tiempo exig¨ªa medidas contra el Estado del apartheid y denunciaba como compa?ero de la tiran¨ªa a cual quiera que las rechazara. Si las sanciones de entonces contra el r¨¦gimen de injusticia de Sur¨¢frica eran buenas, ?por qu¨¦ son malas hoy las sanciones contra el r¨¦gimen de injusticia de Libia? (...) Est¨¢ bien que una Sur¨¢frica de mocr¨¢tica, como potencia regional, se ocupe de los asuntos del continente. Pero hacer el juego a Gaddafi y compa?¨ªa no apunta a un renacimiento de ?frica, sino a mantener un pasado autoritario que impide la renovaci¨®n. 30 de octubre