Un talento con fisuras
Conviene aclararlo de entrada, para que no haya equ¨ªvocos: con su impresionante dise?o de producci¨®n, su ritmo avasallador, su espectacular empaque visual y su ambici¨®n narrativa, Perdita Durango se sit¨²a muy por encima de la media de la producci¨®n, de nuestro cine. Despu¨¦s, se le podr¨¢n objetar ciertas opciones ¨¦ticas, como el regodeo en la mostraci¨®n de la violencia.Pero m¨¢s all¨¢ de esto, lo cierto es que Perdita Durango presenta desgarraduras, ciertas imperfecciones por encima de las cuales es imposible pasar de largo. En primer lugar, cuestiones que ata?en a un gui¨®n trabajoso, que pas¨® por muchas manos y que deja algunos interrogantes en el aire. No es cuesti¨®n de saber si la novela de Gifford daba o no para conducir el asunto hacia una pel¨ªcula consistente: al fin y al cabo el filme de De la Iglesia cuenta su historia, y es desde sus propios supuestos desde donde hay que interrogarlo. Para preguntarle por qu¨¦ el final resulta mucho m¨¢s blando del que la fuerza dram¨¢tica que el filme desarrolla pide a gritos. Para saber por qu¨¦ una relaci¨®n afectiva marcada por la locura m¨¢s absoluta y por una pasi¨®n irrefrenable se interrumpe s¨²bitamente, se disuelve incluso hacia la mitad del metraje, cuando el personaje que da nombre al filme pierde su protagonismo.
Perdita Durango
Direcci¨®n: ?lex de la Iglesia. Gui¨®n: Barry Gifford, Jorge Guerricaechevarr¨ªa, David Trueba y ?. de la Iglesia, seg¨²n la novela de B. Gifford. Fotografia: Flavio Mart¨ªnez Labiano. M¨²sica: Simon Boswell. Producci¨®n: Espa?a-M¨¦xico, 1997. Int¨¦rpretes: Rosie P¨¦rez, Javier Bardem y Harley Cross.Estreno en Madrid: cines Liceo, Columbia Multicines, Florida,Cristal, Palafox, Conde Duque (Alberto Aguilera), Avenida, Benlliure, Acte¨®n, Novedades, Cartago, Aluche, Luna, Victoria, Multicines Ideal, Vaguada y Excelsior, entre otros.
M¨¢s all¨¢ de estas preguntas, lo que permanece en pie es ante todo, y multiplicado con respecto a sus logros anteriores, el inmenso talento de ?lex de la Iglesia para contar con brillantez una historia. Es bien cierto que el suyo es un trabajo de encargo, pero no lo es menos que el director lo ha llevado a su propio terreno para demostrar que lo que expresaba El d¨ªa de la bestia era superable desde el punto de vista de la puesta en escena.
Y por encima de todo, De la Iglesia vuelve a dejar claras sus virtudes como director de actores. Y no pienso tanto en Rosie P¨¦rez como en el gran Bardem, que explota brillantemente un papel a su medida; en Cross y Graham, perfectos en su cometido de parejita WASP; y, en fin, de Gandolfini, espl¨¦ndido secundario, eterno correcaminos perseguidor del santero y sus fetos.
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