Anarquistas
Hoy hace cien a?os que naci¨® Cipriano Mera, alba?il y anarquista. Ya s¨¦ que tambi¨¦n entre los anarquistas hubo de todo, pero de lo mucho bueno apenas si se ha hablado. Durante la guerra, Mera lleg¨® a ser teniente coronel de la Rep¨²blica. Acept¨® participar en la jerarqu¨ªa militar, en contra de sus ideas libertar¨ªas, porque vio que la disciplina ahorraba vidas. Pero no es de eso, de la asquerosa guerra, de lo que quer¨ªa hablar, sino del posterior comportamiento de Mera. Porque, tras la derrota, rechaz¨® los privilegios derivados de su grado y acab¨® en un campo de concentraci¨®n. Extraditado a Espa?a y condenado a cadena perpetua, consigui¨® huir a Francia en 1947. De nuevo volvi¨® a eludir todo posible beneficio a cuenta de su pasado: desde su fuga, y hasta 1975, a?o de su muerte, Mera se gan¨® la vida como alba?il. Me lo imagino ya mayor, alisando el cemento con su paleta, sin que sus j¨®venes compa?eros de trabajo supieran que ese viejo espa?ol guardaba en su memoria la dolorosa y rota ¨¦pica de la guerra civil.Pero d¨¦jenme hablar de otro anarquista. De Melchor Rodr¨ªguez, conocido como El ?ngel Rojo porque fue ¨¦l quien, comprometiendo su propia seguridad, impidi¨® en 1936 que continuaran las matanzas de presos en Madrid. Lo acaba de contar Javier Cervera en Histora 16: en aquellas infamantes sacas de presos (los tan mentados asesinatos de Paracuellos) debieron de morir unas 2.000 personas. La orden primera quiz¨¢ partiera de un tal KoItsov, agente sovi¨¦tico; pero todo parece indicar que Carrillo lo supo y que cerr¨® los ojos. En cambio, Melchor Rodr¨ªguez, director de Prisiones, se arriesg¨® para defender al enemigo, y con su gesto llen¨® de esperanza y dignidad un tiempo indigno. Ahora que tanto abundan los miserables, conviene recordar que hay maneras de vivir que son hermosas.
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