Generosidad inteligente
Se ha ido otro de los grandes l¨²cidos de este siglo. Isaiah Berlin, uno de los lujos del pensamiento que nos don¨® el alma hoy ya casi extinta del juda¨ªsmo de Europa Oriental y Rusia, ha muerto, anciano, satisfecho y reconocido, en Gran Breta?a, su patria de adopci¨®n, de los pocos pa¨ªses de este mundo que suele saber honrar con justicia a los individuos extraordinarios que con tanta frecuencia han tenido que buscar all¨ª refugio.Isaiah Berlin ha sido un hombre de brillante reflexi¨®n, de inmensa cultura y de una bondad apabullante que, sin embargo, nunca estaba exenta de escepticismo que aplicaba siempre con elegancia. Desde sus inmejorables an¨¢lisis de los grandes pensadores rusos hasta sus ir¨®nicos comentarios sobre la vida pol¨ªtica contempor¨¢nea o los chascarrillos sobre su propia existencia, la presencia en este mundo de Isaiah Berlin fue una magn¨ªfica combinaci¨®n de inteligencia y generosidad, de profundidad y humor, de humildad y desaf¨ªo.
En Oxford hizo historia en el sentido m¨¢s riguroso del t¨¦rmino. Sus ensayos sobre el pensamiento europeo en general, y ruso en particular, son disecciones fascinantes del alma humana, descripciones sin igual de los abismos del esp¨ªritu y de la pugna eterna entre la raz¨®n y la emoci¨®n.
Un hombre libre
Ante tanto idiota de presencia prolija en cen¨¢culos culturales y medi¨¢ticos que se dice liberal y no busca sino la liquidaci¨®n del que no piensa como ¨¦l y tanto vasallo del favor que apa?a pensamientos y conducta a la oportunidad, Berlin era sobre todo un hombre libre.Hab¨ªa mirado hacia el interior de otros grandes hombres y hab¨ªa hecho ese inmenso ejercicio de inteligencia y amor que es querer entender a quien no es uno mismo. Hab¨ªa sentido la pasi¨®n ajena y con ella hab¨ªa percibido la virtud de la mesura y la ternura.
Por todo ello, Berlin era un hombre de bien perfectamente inmune al odio pero muy consciente de los horrores que los hombres pueden infligirse entre s¨ª y que en este siglo han alcanzado sus m¨¢s tenebrosas cimas. Por ello hablaba, como el vien¨¦s y tambi¨¦n brit¨¢nico por adopci¨®n, Karl Popper, de la salubridad de lo imperfecto y de la emoci¨®n de las mejoras que el hombre emprende en su vida y sociedad sin dejarse llevar por la simpleza del ideal. Porque era un testigo l¨²cido de los monstruos que surgen de la ambici¨®n de alcanzar la totalidad.
Con la muerte de este brillante longevo, el mundo pierde a uno de los ¨²ltimos hombres que han acompa?ado casi por completo, con incre¨ªble presencia de ¨¢nimo y capacidad de reflexi¨®n, el transcurrir de este cruel siglo. Y pierde adem¨¢s una inmensa reserva de memoria de las claves culturales y los mecanismos del esp¨ªritu en Europa. Somos, al morir Isaiah Berlin, una vez m¨¢s, un poco m¨¢s pobres.
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