Nueva York, siempre Nueva York
Las leyendas son bellas, y si se rebozan con alguna mentira son m¨¢s bellas a¨²n. Y si una leyenda es mentira pura, sin contemplaciones, la belleza es de cinco estrellas m¨¢s la imaginaci¨®n de cada cual. Pero a veces la leyenda es rezumo de la ignorancia o de alguna pedanter¨ªa m¨¢s ignorante a la postre. Y en tal caso pasa lo que pasa cuando la gente viaja a Nueva York creyendo a pies juntillas que en esta ciudad "todo es m¨¢s barato que en Espa?a": comer, beber, comprar camisas... No. Eso es una mentira de pillos o de tontos que ejercen de sabiondos. Si alguien quiere dormir, por 80.000 pesetas, la noche en el hotel Pierre, que sin duda es uno de los tres o cuatro mejores de Nueva York, no hay problema. Tambi¨¦n se echa la cabezada de 24 horas en hoteluchos a 15.000 pesetas.Nueva York, al cabo de un tiempo, largo o breve, siempre resulta fascinante, con sus contradicciones y sus desmesuras. Su talarite multirracial hace que la ciudad no sea tal, sino un mundo dentro del ancho mundo. Lo es cuando se come una hamburguesa patri¨®tica, sin a?adido de ninguna especie, en un MacDonald por poco m¨¢s de 300 pesetas. Vivir en Nueva York, con unos gramos de imaginaci¨®n, es meterse en el enzarzado italiano de la comedia del arte; Sof¨ªa (29W61ST), un restaurante-pizzer¨ªa donde Marcello habla y sirve como si bailara, es, adem¨¢s, un espacio gracioso con una terraza cubierta donde el ejecutivismo come la pizza deliciosa y otros platos y vino corriente de la sierra vaticana por copas: 3.500 pesetas una comida sin exceso alguno. De Italia a Francia no hay m¨¢s que un paso si se entra en la Bonne Soupe, un restaurancillo que, milagrosamente, da cuenta de la mejor sopa de cebolla de Manhattan m¨¢s toda la tierra de Napole¨®n y del Lionel Jospin de los tiempos que andan; precio similar al anterior. El comedor de fama mundial, donde caen todos los turistas del planeta, Le Cirque, tambi¨¦n de inspiraci¨®n francesa, hay que anotarlo si el requirente dispone de 20.000 pesetas sin meterse en l¨ªos vin¨ªcolas.
No es necesario privarse de nada, de nada, si se quieren beber vinos de todo el universo. Y los mejores. Hay que entrar en una de las tres mejores tiendas de Nueva York: Sherry Lehman (Madison 61 ST). Empezando por la primera exposici¨®n, a la entrada, a la izquierda: vinos espa?oles como Condado de Haza (2.170 pesetas); los riojanos Conde de Valdemar, Gran Feudo, Marqu¨¦s de Riscal, Pesquera, Gran Coronas Mas la Plana de Torres, el m¨¢s caro, casi 5.000 pesetas, y algunos m¨¢s que suben o bajan su coste respecto al primer precitado, seg¨²n la reserva. Pero siempre m¨¢s caros que en Espa?a. Otra tienda de gala: Morell Company (Madison 54TH). Otra m¨¢s: Astor Wine Liquor (Astor Place). Pero lo que pinta cuantitativamente en todos los templos de grandes vinos y espirituosos es lo que pinta en el mundo: primero los vinos franceses, que en Nueva York igualan en cantidad a su vino nacional, el de California (muy considerable como el m¨¢s nombrado, el Mondavi, pero sin alcanzar las calidades supremas de los vinos franceses y espa?oles gloriosos). Italia y su arte de vender, aunque la calidad no alcance, atropella por nada a un comprador. Y los australianos ya cuentan, y los dulces h¨²ngaros y alguno m¨¢s: el mundo entero del vino, champa?as incluidos, y los cavas de Freixenet y Codorniu, en una tienda, pero sabiendo que la botella m¨¢s codiciada de Burdeos, el P¨¦trus, en Magmun, se hace valer 130.000 pesetas; es la misma que en el caf¨¦ Pierre (de lujo) puede alcanzar las fronteras del medio mill¨®n de pesetas.
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