Sabio, discreto y liberal
A diferencia de Francia, que vuelve a los grandes pensadores y artistas que alberga en su seno, figuras medi¨¢ticas, iconos populares, Inglaterra los esconde y mantiene a la sombra, como si, expuestos a la luz p¨²blica, sometidos al manoseo publicitario, sus logros intelectuales y art¨ªsticos corrieran el riesgo de empobrecerse. Se puede extraer, de estas costumbres antin¨®micas respecto a sus monstruos sagrados del saber o la creaci¨®n, conclusiones sobre la vocaci¨®n elitista de la cultura brit¨¢nica y la democr¨¢tica en Francia, o, m¨¢s pedestremente, sobre el esnobismo cultural, que, por lo menos desde el siglo XVIII, es distintivo mayor de la vida francesa, as¨ª como su reverso o ant¨ªpoda, el esnobismo anticulturalista, ha sido rasgo notorio de la circunstancia, inglesa.En todo caso, no hay duda de que, si, en vez de asilarse en Inglaterra, la familia Berl¨ªn -jud¨ªos letones de Riga, que emigraron, huyendo de la revoluci¨®n sovi¨¦tica- se hubieran refugiado en Par¨ªs, en vez de hacerlo en Kensington, la muerte de Isaiah Berlin, ocurrida hace unos d¨ªas, a los 88 a?os, hubiera dado lugar a unos fuegos de artificio f¨²nebres, a una trompeter¨ªa necrol¨®gica semejantes a las que desataron las de un Sartre o un Foucault. En su pa¨ªs de adopci¨®n, en cambio, sir Isaiah, ha sido enterrado con la discreci¨®n en que vivi¨® y escribi¨®, en la conventual soledad de Oxford, Universidad a la que consagr¨® toda su vida.
Siendo el extraordinario ensayista y pensador que fue, su obra, una de las m¨¢s ricas e incitadoras desde el punto de vista pol¨ªtico e intelectual, ha sido muy poco le¨ªda. Pero, en esto, sin duda, a la modestia enfermiza de Isaiah Berlin -el ¨²nico escritor de gran talento que he conocido que daba la impresi¨®n inequ¨ªvoca de carecer totalmente de las vanidades que aquejan a sus pares, y de creer, muy en serio, que sus trabajos en los dominios de la filosof¨ªa, la historia y la cr¨ªtica, eran meros aportes de ocasi¨®n, sin mayor relevancia- cabe tanta culpa como a la man¨ªa secretista y catacumbal de la academia inglesa. Porque, por incre¨ªble que parezca, con excepci¨®n de un pu?ado de libros -dedicados a Marx, a la libertad y a Vico y Herder-, hasta el a?o 1980 la inmensa obra de Isaiah Berlin estaba dispersa y enterrada en revistas especializadas, boletines universitarios, folletos y separatas, fuera del alcance del gran p¨²blico, y, por cierto, s¨®lo una ¨ªnfima parte de ella hab¨ªa sido traducida. Su caso es ¨²nico, en esta era de fren¨¦tica inflaci¨®n bibliogr¨¢fica, donde cualquier nulidad universitaria puede jactarse de un nutrido prontuario de publicaciones.
Isaiah Berlin no compil¨® en libro el grueso de su obra, porque no la consideraba merecedora de ese honor. Es probable que ella hubiera seguido siendo pasto de polillas, en archivos y bibliotecas, sin el empe?o de un disc¨ªpulo, Henry Hardy, quien logr¨® persuadirlo -nunca se lo agradeceremos bastante- de que le permitiera reunirla y editarla. Gracias a su celo y rigor, ocho vol¨²menes han aparecido hasta ahora -entre ellos, obras maestras absolutas, como Against the current y Russian Thinkers-, revelando a los lectores del mundo a un humanista moderno de la envergadura de los grandes pr¨ªncipes del pensamiento renacentista, los philosophes de la Enciclopedia, o los grandes pensadores de la cultura democr¨¢tica del XIX, como Herzen o John Stuart Mill, a todos los cuales, por lo dem¨¢s -sobre. todo, estos dos ¨²ltimos-, Berlin ha dedicado memorables ensayos. No exagero nada: escondida en ese modesto y bondadoso profesor narig¨®n, de calva reluciente, hab¨ªa una inmensa sabidur¨ªa, que se mov¨ªa con desenvoltura en una docena de lenguas, desde el ruso hasta el hebreo, del alem¨¢n al ingl¨¦s y las principales lenguas rom¨¢nicas, y por disciplinas y ciencias tan dispares como la filosof¨ªa, la historia, la literatura, las ciencias fisicas, la m¨²sica. Sobre todo ello reflexion¨® con originalidad y sobre todos esos asuntos escribi¨® con una profundidad que ¨¦l congeniaba siempre con una elegancia cl¨¢sica y una meridiana transparencia de estilo.
Adem¨¢s de sabio y modesto, fue un gran liberal. Esto, claro est¨¢, nos enorgullece a quienes creemos que la doctrina liberal es el s¨ªmbolo mismo de la cultura democr¨¢tica -la de la tolerancia, el pluralismo, los derechos humanos, la soberan¨ªa individual y la legalidad-, el buque insignia de la civilizaci¨®n. Pero, dicho esto, hay que a?adir que, entre las varias corrientes de pensamiento que caben dentro de la acepci¨®n de liberal, Isaiah Berlin no coincidi¨® del todo con aquellos que, como un Frederick Hayek o un von Mises, ven en el mercado libre la garant¨ªa del progreso, no s¨®lo el econ¨®mico, tambi¨¦n el pol¨ªtico y el cultural, el sistema que mejor puede armonizar la casi infinita diversidad de expectativas y ambiciones humanas, dentro de un orden que salvaguarda la libertad. Isaiah Berlin alberg¨® siempre dudas 'social dem¨®cratas' sobre el laissezJaire y volvi¨® a reiterarlas pocas semanas antes de su muerte, en la espl¨¦ndida entrevista -suerte de testamento- que concedi¨® a Steven Lukes, repitiendo que no podr¨ªa defender sin cierta angustia la irrestricta libertad econ¨®mica que "llen¨® de ni?os las minas de carb¨®n".
El liberalismo de Isaiah Berlin consisti¨®, sobre todo, en un permanente esfuerzo de comprensi¨®n del adversario ideol¨®gico, cuyas razones y argumentos procur¨® entender y explicar con un exceso de escr¨²pulo que desconcertaba a sus colegas intelectuales. ?C¨®mo era posible que un partidario tan insobornable del sistema democr¨¢tico, tan hostil a toda forma de colectivismo, escribiera uno de los m¨¢s honestos y penetrantes estudios sobre Marx? Lo fue, y, tambi¨¦n, que este gran enemigo de la intolerancia religiosa y de los totalitarismos, escribiera el mejor ensayo moderno sober Joseph de Maistre y los or¨ªgenes del fascismo. Y que su repulsa de los nacionalismos no le impidiera, m¨¢s bien lo indujera, a estudiar con un celo que cabe llamar amoroso al Reverendo Herder, la piedra miliar de la visi¨®n regionalista, anti-universalista de la historia.
La explicaci¨®n es muy simple, aunque tambi¨¦n ins¨®lita, y retrata a Isaiah Berlin de cuerpo entero. Como disciplina intelectual, dijo, "es aburrido leer a los aliados, a quienes coinciden con nuestros puntos de vista. M¨¢s interesante es leer al enemigo, al que pone a prueba la solidez de nuestras defensas. Lo que, en verdad, me ha interesado siempre, es averiguar qu¨¦ tienen de flaco, de d¨¦bil o de err¨®neo las ideas en las que creo. ?Para qu¨¦? Para poder enmendarlas o abandonarlas.". Quienes hayan le¨ªdo la obra de Isaiah Berlin saben que no hay pose alguna en estas afirmaciones, pues es cierto que su pensamiento estuvo siempre afin¨¢ndose y enriqueci¨¦ndose en el cotejo con el de sus adversarios.
De toda la fecunda cosecha de hallazgos de este pensamiento, quiero s¨®lo recordar la famosa distinci¨®n entre libertad 'negativa' y libertad 'positiva', que esboz¨® en su discurso inaugural del a?o acad¨¦mico, en Oxford, en 1958. Esta tesis ha pasado a ser universalmente aceptada, aunque muchos de los que usan estos conceptos ignoren a su autor. La libertad 'negativa' es aquella que se entiende en funci¨®n de lo que la niega o limita: la coerci¨®n. Se es m¨¢s libre mientras menos obst¨¢culos se encuentren para decidir su vida de acuerdo al criterio propio. Mientras menos autoridad se ejerza sobre mi conducta, m¨¢s libre soy. ?ste es un concepto m¨¢s individual que social y absolutamente moderno. Nace en sociedades que han alcanzado un alto nivel de civilizaci¨®n y una cierta afluencia. Quienes defienden esta noci¨®n de libertad ven siempre en el poder el peligro mayor y proponen por eso que su radio de acci¨®n sea m¨ªnimo, el indispensable para evitar el caos.
La libertad 'positiva' no quiere limitar la autoridad, sino adue?arse de ella, ejercerla. Esta noci¨®n es m¨¢s social que individual pues sostiene que la posibilidad que tiene el individuo de decidir su destino est¨¢ supeditada a causas sociales. ?C¨®mo puede un analfabeto disfrutar de la libertad de prensa? ?De qu¨¦ sirve la libertad de viajar a quien vive en la miseria y no puede salir de su casa? Para esta noci¨®n 'positiva', hay m¨¢s libertad en t¨¦rminos sociales cuando menos diferencias se manifiestan en el cuerpo social, cuanto m¨¢s homog¨¦neo es el nivel econ¨®mico y cultural de una comunidad. Lo importante de estas dos concepciones de la libertad no es la sutileza intelectual que ha permitido diferenciarlas; son los horrores que cada una ha producido cuando ella sirvi¨® para organizar a la sociedad de manera exclusiva, prescindiendo totalmente de la otra libertad. El gulag de los para¨ªsos socialistas es el resultado de una libertad meramente 'social', que desprecia la libertad 'negativa', aquella que defiende al individuo contra la autoridad. Y las monstruosas desigualdades sociales y econ¨®micas y las iniquidades de la explotaci¨®n de ciertas sociedades, la consecuencia de cifrar todo el progreso en la libertad "negativa", desde?ando por entero la 'positiva'.
Para Isaiah Berlin ambas libertades son incompatibles, como el agua y el aceite. El verdadero progreso, sin embargo-est¨¢ en no permitir que una suprima del todo a la otra, en mantener a ambas vivas, vigentes, en una dif¨ªcil transacci¨®n, que debe irse remozando sin tregua, como hac¨ªa ¨¦l, con sus convicciones, someti¨¦ndolas a diario a la prueba del enemigo.
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