Los que quedan a la intemperie
?Qu¨¦ pensar¨¢n muchos de los 700.000 h¨²ngaros ¨¦tnicos que habitan en Eslovaquia y que ven que Hungr¨ªa va entrar en la OTAN y en la Uni¨®n Europea, mientras el pa¨ªs en el que viven se ve condenado a quedarse fuera? Los peligros de inestabilidad y de resurgimiento de tensiones ¨¦tnicas est¨¢n ah¨ª en Europa Central, y una mala gesti¨®n de los procesos de ampliaci¨®n de la Alianza, y, sobre todo, de la UE podr¨ªa azuzarlos en pa¨ªses que se sientan hu¨¦rfanos estrat¨¦gicos, econ¨®micos y pol¨ªticos en la nueva Europa. En el fondo, este tipo de preocupaci¨®n sirvi¨® para alimentar la escisi¨®n de Esloven¨ªa de la antigua Yusgoslavia, al pensar que pegada a Serbia o Croacia nunca entrar¨ªa en la UE. El tiempo le ha dado la raz¨®n -aunque entre medias, Yugoslavia se rompi¨®-, pues ha sido uno de los elegidos por la Comisi¨®n Europea.El problema de los que se queden fuera empieza a ser tan o m¨¢s importante como el de los que entren. La Comisi¨®n Europea ha propuesto que, en una primera ola, se abran negociaciones de adhesi¨®n con Polonia, Hungr¨ªa, la Rep¨²blica Checa, Eslovenia y Estonia, adem¨¢s de Chipre. Pero hasta ahora sigue sin haber ninguna estrategia a largo plazo sobre el proceso de ampliaci¨®n de la Uni¨®n. Los jefes de Estado y de Gobierno lo abordaron el pasado jueves en la cena en Luxemburgo, pero esta es una cuesti¨®n central que les caer¨¢ en la mesa del pr¨®ximo Consejo Europeo, en diciembre.Recientemente, el presidente rumano, Emil Constantinescu, lo expres¨® bien claramente al considerar que los esfuerzos pol¨ªticos y econ¨®micos que est¨¢ haciendo el pueblo que representa ser¨¢n dif¨ªciles de explicar y de proseguir si no reciben el suficiente reconocimiento. Y este reconocimiento tan hegeliano tiene un nombre que los espa?oles conocemos bien: Europa. Si los rumanos -donde viven dos millones de h¨²ngaros ¨¦tnicos- aceptan que unos pa¨ªses est¨¦n mejor preparados que otros para ingresar en la UE, tambi¨¦n piden que, cada a?o, se hagan ex¨¢menes de repesca para los retrasados que hayan progresado: aceptan la jerarqu¨ªa, pero tambi¨¦n la posibilidad de cambiarla en el proceso.
Desde luego resultar¨ªa absurdo que si la perspectiva de ingresar en la UE -como ocurri¨® en Espa?a- ha contribuido a la democratizaci¨®n, modernizaci¨®n y, estabilidad de estos pa¨ªses, la imposibilidad de entrar se vuelva ahora en su contra de la mano de la frustraci¨®n. Por eso, y a falta de otras alternativas, la idea francesa de una Conferencia Permanente con todos los pa¨ªses candidatos se ha, finalmente, abierto camino, y en 1998 se deber¨ªa reunir por vez primera esta Conferencia que ha de reunir a los Quince y a todos los candidatos. Si se desarrolla seriamente, la Conferencia Permanente permitir¨ªa modular distintas velocidades de negociacion seg¨²n los pa¨ªses, y al tiempo cultivar el sentido de pertenencia de todos los temporalmente excluidos del pleno ingreso en la UE. Incluso podr¨ªan participar en parte en dos de los pilares de la UE: el de la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n, y el de las materias de Justicia e Interior, para las que Europa es cada vez m¨¢s -especialmente en materia delictiva- un solo espacio. Adem¨¢s se podr¨ªa ir creando un gran mercado continental, sin por ello participar los aspirantes en las costosas pol¨ªticas comunes de la UE.
?Todos? Es dif¨ªcil trazar una l¨ªnea divisoria. La ampliaci¨®n de la UE tiene inevitablemente que ser un proceso abierto en el tiempo, la forma y la geograf¨ªa. Una vez superadas las resistencias alemanas, pero cuando a¨²n quedan las griegas -como qued¨® patente en la cena luxemburguesa- incluso Turqu¨ªa podr¨ªa participar en esta Conferencia. Probablemente el l¨ªmite sea Rusia, con la que habr¨¢ que hacer algo m¨¢s que lo logrado hasta ahora. Y caben dudas sobre Ucrama. M¨¢s all¨¢ de la moneda ¨²nica, el gran desaf¨ªo de la integraci¨®n europea en este cambio de siglo es unificar el Continente por medio de un proceso pac¨ªfico y democr¨¢tico. Ser¨ªa toda una novedad en la historia europea.
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