'Vae victis'
Hay peticiones del grupo sensato -y por tanto, discutible- de algunos poderes que piden que los medios -los peri¨®dicos, la televisi¨®n, las radios- dejen trabajar con tranquilidad a los jueces en el caso de Mario Conde. Ser¨ªa interesante que las asociaciones de periodistas pidieran a los magistrados y sus ap¨¦ndices que les dejaran trabajar libremente. Las audiencias p¨²blicas se inventaron para que no se juzgase a nadie en secreto: que la sentencia y la condena se supieran, como garant¨ªa de su imparcialidad. Finalmente, no ha sido ninguna garant¨ªa; pero por lo menos quienes las dictan tienen que someterse al juicio p¨²blico. Tambi¨¦n fueron una garant¨ªa para el llamado pueblo: sabr¨ªan lo que pasaba dentro del tribunal. No hay sitio ni demasiada facilidad para que el p¨²blico entre, como pasa con el Congreso: est¨¢ representado por sus delegados o diputados, que son los periodistas y los micr¨®fonos y las c¨¢maras. La elecci¨®n de estos periodistas se hace mediante la compra de sus peri¨®dicos en los puestos, o por su audiencia.?Hay que creer que la opini¨®n p¨²blica tiene siempre raz¨®n? Posiblemente s¨ª. Pero puede haber equ¨ªvocos. Un gran manifiesto que se titula con barbarismo sint¨¢ctico y ortogr¨¢fico "?Para el Tribunal Penal Internacional en 1998!" coincide con otro appel international que se titula "No peace without justice" para la creaci¨®n de la Corte Internacional en 1998. O sea, lo mismo. Que no se escapen los criminales de guerra. Pese a mi identificaci¨®n frecuente con personajes que lo firman, como Mario Panella (radical a la italiana) o como Gore Vidal (escritor libre de Estados Unidos), me desazona que se dirija s¨®lo contra los criminales en la "ex Yugoslavia y en Ruanda". ?C¨®mo y cu¨¢ndo se juzgar¨¢ a quienes est¨¢n causando un genocidio en Irak por el bloqueo de alimentos y medicinas? ?Cu¨¢ndo a los que bloquean Cuba y la empobrecen y aislan con la Ley Helms-Burton? No pasa ni pasar¨¢ nunca. N¨²remberg no conden¨® a los americanos de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, ni a los ingleses de Dresde y de Hamburgo, sino a los alemanes que perdieron la guerra.
Ahora, en Espa?a, se publica un libro en el que se acusa a todos los alemanes de los genocidios, no s¨®lo a los nazis, y ese libro racista se vende bien. Terminamos el segundo milenio del castigo a los vencidos: vendr¨¢ el tercero. Tambi¨¦n se conoce bien en Espa?a; sobre todo, por los que insisten en que recordar aquel suceso interminable es de mal gusto.
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