Hermann Tertsch debuta en la novela con una historia sobre la pasi¨®n y el hast¨ªo
"Sin la idea de la muerte, no hay aut¨¦ntico conocimiento", dice el periodista
Las cosas y las gentes que no le gustan son legi¨®n. Por ejemplo, los escritores noveles. Por eso se prometi¨® a s¨ª mismo que no escribir¨ªa una novela antes de los 50 a?os. Por supuesto, ha cumplido. Ni siquiera tiene 40 y su primera obra de ficci¨®n, La acuarela (Anaya & Mario Muchnik), ya est¨¢ en las librer¨ªas. Quiz¨¢ se sienta un poco mayor, algo cansado y esc¨¦ptico. Cuenta una historia de pasi¨®n y hast¨ªo, de amor y odio, salvaje y tierna, de un periodista, Cosme, que ya no cree en su profesi¨®n, y de una mujer, Clara, tan automarginada como ¨¦l. El futuro no existe y el pasado acecha. Centroeuropa, la poes¨ªa del romanticismo, Hitler, nazis y jud¨ªos se proyectan hasta los albores del tercer milenio.
"Me fascina este siglo. Sus tragedias lo hacen el m¨¢s cruel de que tiene memoria la humanidad. Hemos visto c¨®mo desde la cumbre de la civilizaci¨®n se llega a las simas de la ignominia", explica Hermann Tertsch (Madrid, 1958). Cosme, su criatura, se desvela a trav¨¦s del recuerdo, desde la resaca. La memoria, cuenta, le preocupa cada vez m¨¢s. Descubrimos as¨ª a un adolescente lleno de curiosidad, ansioso por saber, que liga el af¨¢n de conocimiento con la idea de la muerte."No hay aut¨¦ntico conocimiento si no se tiene muy presente la idea de la muerte, de la finitud. Una de las grandes patas de la estulticia es precisamente esa idea puntual o plana del presente". Es para Cosme tan intensa la presencia de la muerte que no tiene proyectos. "El ¨²nico conato de proyecto es el embarazo de Clara. Se dedican a degustar la felicidad", pero es otro fracaso. "Se puede vivir sin tener proyectos. La gente hiperactiva que vive la vor¨¢gine de las sociedades desarrolladas, que se hacen una agenda de por vida, le inspiran al protagonista quiz¨¢ ternura, pero ning¨²n inter¨¦s".Cosme es un personaje que no quiere, no puede o no sabe ahorrar para comprar un chalet en Pozuelo. Si le tocara un adosado en La Moraleja, lo regalar¨ªa. "Eso le permite ver las cosas con una lucidez que no tiene otra gente que se marca proyectos a largo plazo". ?Es un hombre libre? "Es un muerto bastante libre. Y eso lo goza".
Cosme bebe desaforadamente. La coca¨ªna le acompa?a. Y hace excursiones por la hero¨ªna. Tanto ¨¦l como Clara son seres vulnerables. No se sabe realmente lo que ella, que va a morir, espera. En cambio, el lector tiene la inmediata percepci¨®n de que ¨¦l tiene un riguroso proyecto de suicidio a largo plazo. "Pero no es un suicida tradicional. Cosme, como el padre de Clara, ama la vida, pero no la permanencia en ella a toda costa, no como tantos otros que se agarran a la vida aunque sea en el absoluto vac¨ªo sin emoci¨®n ni v¨¦rtigo".
Lucidez
Cosme siente adem¨¢s asco. "Cree tanto en la pasi¨®n como en el tedio; mejor dicho, en el hast¨ªo, algo muy cercano a la n¨¢usea. Es el producto l¨®gico, inevitable quiz¨¢, de la lucidez. El entusiasta continuo es un hincha y es lo que menos le divierte. Esa tendencia al asco es insana. Nada de lo que hace es sano tal como entienden el t¨¦rmino los que viven s¨®lo para prolongarse la vida. Esa propensi¨®n a la salud a toda costa evita los abismos y produce personajes planos". Cosme es insufriblemente elitista. "La gente es imb¨¦cil", dice. "Si eliminas de tu agenda a esos tontos encantados de haberse conocido y a los mediocres que necesitan la maldad para tapar deficiencias, el c¨ªrculo se reduce dr¨¢sticamente". ?Cu¨¢nto hay de autobiograf¨ªa en el libro? "Uno escribe de lo que sabe. En periodismo como en este libro".La acuarela muestra el conocimiento que posee el periodista de la historia y la literatura europeas. Es una novela dura; incluso, en algunos momentos, produce un cierto dolor de est¨®mago. Est¨¢ muy bien escrita, y Tertsch, que reconoce que le ha costado mucho m¨¢s que su anterior libro, La venganza de la historia, sobre la Europa central y oriental, hace un sarc¨¢stico y feroz retrato de su profesi¨®n a trav¨¦s de prototipos como "el escribidor" Don Julio, de "lealtades mutantes", que oculta la apolog¨ªa detr¨¢s de presuntos an¨¢lisis, con gran capacidad para "hacer da?o". "Es mis¨¦rrimo y encanallado, el tipo de periodista tan en boga hoy d¨ªa. Se presentan siempre como los m¨¢rtires y son quienes mejor parados salen, aunque alguno sea despu¨¦s un hazmerre¨ªr". Dice no ser un entusiasta del periodismo, pero admite que siente "melancol¨ªa por ciertas formas de entender la profesi¨®n". "Y, sin embargo, no s¨¦ de nada que me pueda hacer m¨¢s feliz que contar cosas de la vida".
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