Minusv¨¢lidos
JOAQU?N VIDAL
La semana pasada se celebr¨® el D¨ªa Mundial del Minusv¨¢lido y todo fueron parabienes y albricias con ellos, proclamas sobre la igualdad y la solidaridad, denuncia de marginalidades e incomprensiones, planes y promesas. Nadie podr¨¢ discutir la escrupulosa coherencia del D¨ªa Mundial del Minusv¨¢lido: se celebr¨® en todo el mundo y dur¨® un d¨ªa. Exactamente uno. Y al siguiente ya eran distintas las cuestiones, nuevos los lemas. Los minusv¨¢lidos habr¨¢n de esperar otro a?o para que el mundo les dedique un d¨ªa y los ciudadanos sean consecuentes con la modernidad de sociedad civilizada que se acerca al tercer milenio manifest¨¢ndoles sus testimonios de solidaridad.Las ciudades no est¨¢n hechas para los minusv¨¢lidos, se lamentaban ese d¨ªa los individuos, las organizaciones representativas y las p¨ªas instituciones. Y es verdad. Y se teme que no lo estar¨¢n nunca, por la fundamental raz¨®n de que las ciudades no deben de estar hechas para nadie en particular sino para todos en general.
La ciudad es un ente complejo que a¨²na intereses y necesidades contradictorios. Algunos fil¨®sofos y urbanistas visionarios concibieron all¨¢ por las d¨¦cada de los a?os treinta la ciudad del futuro, con tanto acierto en el dise?o y en la divulgaci¨®n de sus fantasmag¨®ricas ideas que muchos mun¨ªcipes a¨²n siguen consider¨¢ndola paradigm¨¢tica en los albores del a?o 2000. Aquella ciudad del futuro era, en realidad, la ciudad autom¨¢tica, donde imperaban las m¨¢quinas y el hormig¨®n y no contemplaba individuos con alma y a lo mejor con minusval¨ªas, sino colectivos deshumanizados al servicio de la urbe mecanizada.
Madrid conserva aquellos principios de la ciudad autom¨¢tica y le afloran en cuanto la autoridad municipal mueve un dedo. En el conjunto de las numerosas obras que se hacen en Madrid hay un deseo evidente de transformarla en ciudad despejada y alegre, mas llega la realidad y contin¨²a siendo la ciudad autom¨¢tica.
Nunca dejar¨¢ de serlo mientras permanezcan en pie, in¨²tiles e insultantes, esos ruidosos, horrendos y malolientes scalectrix que parecen remedos de la guerra de las galaxias; pero no es s¨®lo eso. Recientemente han abierto al p¨²blico una amplia y peatonal plaza de Oriente, de excelente aspecto, pero que en realidad es la plaza del trompic¨®n. Esa plaza no la pueden pasear de la punta al cabo minusv¨¢lidos en silla de ruedas, ni tampoco ancianos, ni ni?os, ni siquiera adultos en cabal forma f¨ªsica, sin tropezar. Porque se han marcado zonas y ambientes mediante escalones arriba y abajo y hay que ir tentando con el pie la continuidad del terreno donde se pisa, no vaya a ser que caiga en vac¨ªo y se produzca el batacazo.
Baldosas levantadas o hundidas se encuentran por doquier en las aceras de todo Madrid y luego est¨¢n los coches, aparcados donde a los conductores les viene en gana, no s¨®lo dificultando el tr¨¢fico rodado sino impidiendo el paso de los peatones. Un minusv¨¢lido habr¨¢ de dar la vuelta al ruedo hasta sabe Dios qu¨¦ conf¨ªn para acceder a su casa pues una barrera de coches le impide el paso, y con ¨¦l la ancianidad, la gente madura, las mam¨¢s con sus beb¨¦s en los cochecitos, un viajante cargado de maleta. Y despu¨¦s vendr¨¢ lo del tropez¨®n.
Las nuevos edificios que se construyen en Madrid al parecer ya cuentan generalizar, pues, ingenios que facilitan el acceso a las personas con dificultades para andar. Sin embargo, uno quisiera saber por qu¨¦ no se obliga a las comunidades de vecinos de las casas antiguas a que modifiquen como convenga sus portales y escaleras si entre ellos hay alg¨²n minusv¨¢lido o impedido.
Quiz¨¢ la pregunta sea peligrosa. Recientemente, en el programa de la SER llamado El Foro, que dirige Carmelo Encinas, un servidor la formul¨® inocentemente en antena y distorsion¨® las ondas, que trajeron un alboroto de chirridos y de voces inconexas. En lugar de respuesta sobrevino la desconcatenaci¨®n de los exorcismos. Toc¨® madera un servidor. Puede que con los minusv¨¢lidos y con quien sufra alguna incapacidad no se pueda generalizar, pues a¨²n perviven registros de la posguerra. En aquel tiempo al incapacitado se le trataba seg¨²n. Si era de derechas, lo llamaban caballero mutilado; si de izquierdas, jod¨ªo cojo.
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