Fabuloso juguete para f¨ªsicos excitados
Un vistazo al Laboratorio Europeo de F¨ªsica de Part¨ªculas
M¨¢s de 2.800 asalariados, del investigador al cocinero; 6.500 f¨ªsicos, invitados m¨¢s o menos permanentes, llegados del mundo entero; un hotel con 550 habitaciones, una orquesta, un coro, equipos de esqu¨ª, de baloncesto, de rugby (campe¨®n de Suiza). Podr¨ªa ser una ciudad, pero el CERN (Laboratorio Europeo de F¨ªsica de Part¨ªculas) es m¨¢s que eso: un verdadero planeta, un sue?o para un autor de ciencia ficci¨®n optimista.Ochenta nacionalidades coinciden en este campus dedicado a la f¨ªsica fundamental. Este para¨ªso de la f¨ªsica existe porque los pol¨ªticos y los responsables supieron acallar sus rivalidades para ponerse a escuchar a los investigadores. Aceptaron concentrar en la localidad de Meyrin, a caballo en la frontera franco-suiza, los potentes aceleradores y dem¨¢s sinerotrones, costosas y prestigiosas m¨¢quinas que cada Estado-inversor europeo evidentemente habr¨ªa preferido ver construir en su propio territorio. No siempre fue f¨¢cil, y hubo algunas crisis (como la de finales de los a?os sesenta), pero el resultado fue espectacular.
En 1973, las corrientes neutras fueron puestas en evidencia en la c¨¢mara de burbujas Gargamelle, concebida y fabricada por Francia para el CERN. "Primera verificaci¨®n experimental del modelo est¨¢ndar [teor¨ªa que describe la estructura subat¨®mica de la materia], este descubrimiento abri¨® las compuertas", explica Alain Blondel, investigador del CERN desde hace 14 a?os. Le siguieron otros muchos y, desde hace un cuarto de siglo, el CERN encabeza esta carrera hacia el conocimiento seguido de cerca y, a veces, brevemente superado, por su competidor de siempre, el FermiLab de Chicago (EE UU).
El lanzamiento y posterior suspensi¨®n del fara¨®nico proyecto del supercolisionador tejano SSC (Superconducting Super Collider) reforz¨® por mucho tiempo la ventaja del laboratorio europeo. "El Congreso de EE UU decidi¨® parar el SCC en noviembre de 1993. Ya en diciembre, los representantes de los equipos que preparaban los dos experimentos para el acelerador estadounidense estaban en el CERN y dec¨ªan estar dispuestos a colaborar con nosotros", recuerda Michel Della Negra, portavoz del CMS (Compact Muon Solenoid), uno de los dos grandes detectores que se est¨¢n preparando para el LHC, el futuro colisionador gigante del CERN.
Cuatro a?os m¨¢s tarde, Washington sigue el camino de sus f¨ªsicos al participar en el LHC con 500 millones de d¨®lares (72.500 millones de pesetas), de los que 331 millones (48.000 millones de pesetas) se reparten entre los dos detectores, CMS y Atlas.
"Un golpe de suerte extraordinario porque, sin esta aportaci¨®n, no hubi¨¦ramos tenido dinero suficiente", reconoce de buena gana Della Negra. De este modo, el CERN recoge los frutos de su esp¨ªritu abierto. Estadounidenses, pero tambi¨¦n japoneses, rusos, indios o chinos trabajan desde hace ya mucho tiempo en sus instalaciones.
Con su monta?a de detectores ultraavanzados y su presupuesto de casi 2.000 millones de francos (50.000 millones de pesetas), el CMS, como el Atlas, son a la investigaci¨®n lo que las superproducciones hollywoodienses al cine. Pero cuando el gui¨®n se presta, productores y actores se precipitan para participar en la aventura. El "montaje" es el resultado de un buen intercambio de servicios, explica Alain Blondel: "mi laboratorio ofrece tanto a condici¨®n de tener acceso a un determinado tipo de manipulaci¨®n".
Por lo tanto, nada que ver, a pesar de las apariencias, con una f¨¢brica. Los investigadores tienen que trabajar a menudo por la noche "en la m¨¢quina", s¨¢bados y domingos, inclusive cuando "est¨¢n de pruebas", antes de engancharse durante semanas a sus ordenadores para sacar partido de los datos recogidos. Es un trabajo en ocasiones ingrato y rutinario pero "proporciona al mismo tiempo placeres de ebanista y grandes satisfacciones est¨¦ticas", asegura Alain Blondel."De dos modos, en conjunto, el CERN es un fabuloso juguete para f¨ªsicos excitados".
Pero la construcci¨®n de estas catedrales de las ciencias exige muchos sacrificios. "Preparo el CMS desde hace siete a?os. El LHC no entrar¨¢ en servicio hasta el 2005, dos a?os antes de mi jubilaci¨®n", lanza Della Negra, nost¨¢lgico. "Pero no puedo quejarme: al Final de mi carrera, tras 25 a?os de investigaci¨®n activa, la gesti¨®n es un placer. Pero los j¨®venes colaboradores del CMS deber¨¢n esperar ocho a?os antes de poner verdaderamente manos a la obra...".
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