Orgullo y dolor en M¨¦xico
1997 fue a?o de luces y sombras en M¨¦xico. Felizmente, la naci¨®n celebr¨® sus primeras elecciones plenamente democr¨¢ticas desde 1911 y 1912. El 6 de julio de 1997, el milagro ocurri¨® por segunda vez. Los partidos de oposici¨®n ganaron la C¨¢mara de Diputados y la jefatura de gobierno de la ciudad de M¨¦xico. M¨¢s de la mitad del pa¨ªs es gobernada por partidos de oposici¨®n, en efecto poniendo fin a la longeva dominaci¨®n del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que hoy se encuentra a la defensiva y en -busca de la identidad perdida por tanto barajar, oportun¨ªsticamente, sus m¨¢scaras ideol¨®gicas.Hoy, el poder en M¨¦xico es compartido por el Ejecutivo y el legislativo. Una torpe maniobra a fines de agosto, atribuible al PRI y al Ejecutivo para despojar a la oposici¨®n de sus facultades de organizaci¨®n interna de la C¨¢mara baja, result¨® un cl¨¢sico tiro por la culata que por poco priva al propio presidente, Ernesto Zedillo, de pronunciar su informe anual ante el Congreso. Los cuatro partidos de la oposici¨®n (el Partido de Acci¨®n Nacional, PAN, al centro derecha; el Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica, PRD, al centro izquierda, y los m¨¢s peque?os PT, Partido del Trabajo, y PVEN o verdes) efectivamente formaron el grupo G-4 para derrotar al PRI en numerosos asuntos relativos a la organizaci¨®n interna de la C¨¢mara y la naturaleza de la agenda.
Sin embargo, la alianza opositora result¨® previsiblemente transitoria cuando se votaron los temas sustantivos de la econom¨ªa. Al cabo, el PAN se ali¨® con el PRI en apoyo a las pol¨ªticas de disciplina fiscal y cinturones apretados del presidente Zedillo, aunque tambi¨¦n obtuvo numerosos beneficios para los Estados y municipios donde Acci¨®n Nacional lleva la batuta. El PRD hubo de lamer sus heridas, aunque sus dirigentes, sin duda, entienden que de ahora en adelante PAN se asociar¨¢ con PRI en el tema econ¨®mico y con PRD en temas pol¨ªticos, en efecto estableci¨¦ndose como el fiel de la balanza legislativa. Veremos si PRI se juntar¨¢ con PRI en otras ¨¢reas, creando un sistema pol¨ªtico de alianzas movedizas y regateos -tal y como sucede en todos los congresos democr¨¢ticos del mundo-
Permanece un hecho central. Despu¨¦s de a?os de servilismo ante la voluntad presidencial, el Congreso mexicano ahora legisla por iniciativa propia y restringe, a cada vuelta, al Ejecutivo.
Por su lado, el presidente Zedillo est¨¢ obviamente satisfecho de que la macroeconom¨ªa muestre se?as de salud. Pero ni ¨¦l ni mexicano alguno puede sentirse contento de que la pobreza de la gran mayor¨ªa de los mexicanos persista y aun aumente. ?Cu¨¢ndo se traducir¨¢ el ¨¦xito macroecon¨®mico en bienestar microecon¨®mico? Los plazos se acortan y el mundo entero, no s¨®lo M¨¦xico, bien puede resignarse a lo que Oscar Arias llama un "darwinismo global": progreso y prosperidad para una minor¨ªa y abandono -encogido de hombros- para la mayor¨ªa.
En todo caso, los ¨¦xitos de la democracia mexicana se ven ensombrecidos no s¨®lo por la pobreza sino por la inseguridad. La "marcha del silencio" del 29 de noviembre fue una elocuente protesta c¨ªvica contra la ola de asaltos, secuestros y asesinatos que ahora tocan a las antes intangibles clases media y alta de la ciudad. La lucha contra la inseguridad le cay¨® en las manos al primer jefe de gobierno electo de la ciudad capital, Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas, cuya gesti¨®n ser¨¢ juzgada por la manera como reforme a los cuerpos de seguridad corruptos e ineficientes, restaurando una medida de tranquilidad en las calles y los hogares del Distrito Federal.
Pero el problema del crimen rebasa con mucho el per¨ªmetro de la Ciudad de M¨¦xico y su zona conurbada.
Es un problema internacional que afecta a M¨¦xico como pa¨ªs de paso del tr¨¢fico de drogas provocado por la insaciable demanda. del consumidor norteamericano. Los c¨¢rteles de la droga han escapado no s¨®lo a la jurisdicci¨®n nacional, sino a la internacional, creando su propia jurisdicci¨®n global.
Es un problema nacional que empieza a generar impaciencia con la lentitud democr¨¢tica y a?oranzas autoritarias. El secuestro, a finales de a?o, del m¨¢ximo experto en cuestiones de seguridad, el ex secretario de Gobernaci¨®n Fernando Guti¨¦rrez Barrios, alarma a una ciudadan¨ªa perpleja. Si el n¨²mero uno de la, seguridad puede ser raptado, ?qu¨¦ esperanzas le quedan al ciudadano com¨²n y corriente? Es como si, en EE UU, J. Edgar Hoover hubiese sido secuestrado... ?por qui¨¦n? ?Por ¨¦l mismo para desacreditar al Gobierno??Por el Gobierno para ponerle coto a las ambiciones pol¨ªticas del poderoso ex mmistro? ?Por un grupo guerrillero reci¨¦n nacido y no identificado, o por criminales comunes y corrientes?
La gente se hace todas estas preguntas, pero ellas no deben distraernos de la violencia m¨¢s cruel, la violencia contra los pobres, los inermes, los indios y los campesinos, los ni?os y las mujeres salvajemente asesinados el 22 de diciembre en Chenalh¨® por escuadras paramilitares. Fue la jornada m¨¢s brutal de las dos guerras de Chiapas, la negociable y la irrenunciable.
El contencioso entre el Gobierno federal y los zapatistas puede negociarse. Que las pl¨¢ticas se hayan detenido durante el a?o electoral es, acaso, comprensible aunque no condonable. Las autoridades, en todo caso, son culpables de complacencia y de omisi¨®n. Han dejado, en su af¨¢n de que "Chiapas se pudra solo", que los problemas crezcan y corran a medida que los grupos paramilitares se formaban y asolaban los campos, sembrando el terror en una comunidad tras otra. ?Qui¨¦n arma a estos matones? ?Las autoridades locales, el PRI, o los brutales finqueros que, durante siglos, han oprimido y explotado sin misericordia la tierra y el trabajo en Chiapas? Este es, al cabo, el problema radical de la violencia en M¨¦xico y en Chiapas: la tierra y la libertad, la justicia y el derecho a la vida.
Si la pol¨ªtica mexicana no ataca la ra¨ªz del problema, corremos el riesgo de que se nos desplome el edificio entero de nuestra fr¨¢gil democracia-ni?a a favor de una tradici¨®n autoritaria, tan antigua que se remonta a Moctezuma y, Cort¨¦s, pero tan moderna, tambi¨¦n, como el miedo, la insatisfacci¨®n y la miseria que llevar¨¢ al, poder a los fascistas en Italia y a los nazis en Alemania. Chiapas reclama justicia. Reclama tambi¨¦n la aplicaci¨®n del articulado de la Constituci¨®n que prev¨¦ la desaparici¨®n de poderes en un Estado cuando no pueden establecer el orden ante un caso de trastorno interior. El Senado, en este caso, tiene la palabra.
Y en todo caso, 1998 se perfila como un a?o de prueba para la tierna, muy tierna, democracia mexicana.
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