Cegueras y oquedades
Cuando hace unos d¨ªas se public¨® la lista que unos enterados de la BBC elaboraron con los cien, a su entender, m¨¢s importantes (o m¨¢s influyentes o m¨¢s lo que se quiera) artistas de este siglo y, de cuantas hicieron, su obra m¨¢s importante (o m¨¢s influyente o m¨¢s lo que se quiera), o¨ª decir con admiraci¨®n a un colega de cuelgue de las pantallas: "La lista est¨¢ hecha por ingleses y no han metido a Chaplin". Cierto, son brit¨¢nicos y no han metido a su m¨¢s c¨¦lebre paisano, pero esa escasez de patriotismo parece m¨¢s bien escasez de entendederas, pues no incluir en el estropicio al m¨¢s evidente de todos los fundadores del cine, a quien el planeta entero adopt¨® desde 1915, y en ello sigue, como signo identificador de la conversi¨®n del artilugio & barraca de feria que llamaban cinemat¨®grafo en un arte igualmente identificador del tiempo que estos coleccionistas de cromos de genios han acotado parahacer su album, es una proclamaci¨®n de incompetencia, tan estruendosa como considerar a Col¨®n un personaje de reparto en la pel¨ªcula del saqueo de Am¨¦rica.Pero su no patrioter¨ªa se tambalea si se observa que de los cien campeones del ingenio elegidos, nada menos que 54 son brit¨¢nicos o tienen el ingl¨¦s como lengua madre, lo que da a su ejercicio de beatificaci¨®n aspecto de lista blanca con resonancias de barrendeo hacia dentro de casa, lo que conduce a algunos chistes sin gracia acerca de qui¨¦n es quien en este tiempo y este escenario. Por ejemplo, que media docena de poetas de lengua inglesa, sin duda maravillosos, est¨¦n en la lista de los supremos parece razonable, pero que uno de ellos (cualquiera) usurpe el lugar que en la poes¨ªa de este siglo ocupa irremediablemente un portugu¨¦s escondido llamado Pessoa, suena a racismo de guante blanco, que es obviamente el m¨¢s sucio.
Pero no hace falta salir del cine para redondear el cabreo que produce leer esta n¨®mina de obviedades cruzadas con miop¨ªas. Es reconfortante que se incluya a un cineasta tan secreto como Yasuhiro Ozu con su Historia de Tokio. Pero si est¨¢ el m¨¢s eminente disc¨ªpulo de Kenji Mizoguchi, ?por qu¨¦ no est¨¢ su maestro? Y de peor ralea: ?Qu¨¦ lumbreras castigan a seguir en las sombras, adem¨¢s de al ingl¨¦s Chaplin, al irland¨¦s John Ford, al alem¨¢n Wilhelm Murnau y al dan¨¦s Carl Dreyer, mientras elevan a la fila arcang¨¦lica al brit¨¢nico Laurence Olivier? Cierto que su Enrique V es muy meritorio, pero ?de verdad hay qui¨¦n se trague que esta excelente filmaci¨®n de Shakespeare resistir¨ªa un cotejo con las creaciones de lenguaje cinematogr¨¢fico que hay dentro de los asombros de Luces de la ciudad, Centauros del desierto, Amanecer y La palabra?
El disparate se acerca al choteo cuando estos linces ojeadores de gigantes rescatan con buen criterio de las espesas nieblas de su memoria el nombre de Luis Bu?uel, pero resulta que lo hacen porque dirigi¨® Bella de d¨ªa, pel¨ªcula respecto de la que no hay ning¨²n riesgo en decir que es una de las peores que hizo, incluso (y las hizo muy malas) la peor, que es lo que ¨¦l pensaba: casi le tronch¨® la risa cazurra el d¨ªa que le contaron que Bella de d¨ªa era la pel¨ªcula suya que m¨¢s alabanzas hab¨ªa recolectado y la m¨¢s taquillera de cuantas hab¨ªa hecho: "?La m¨¢s, no. Es la ¨²nica taquillera que he hecho. Y a la gente le gusta tanto no porque le parezca buena, sino porque es una pel¨ªcula de putas".
Hay acuerdo en que la lista m¨¢s solvente que se ha elaborado (por el tiempo que llev¨® confeccionarla y por la cantidad y variedad de los profesionales que fueron consultados) de qu¨¦ pel¨ªculas son las que m¨¢s pinta tienen de perdurables, es la que hizo el editor Iondinense John Kobal en 1987, que dio lugar al libro Top 100 Movies, reeditado en las cuarenta esquinas del globo. Pues resulta que de las 14 pel¨ªculas que salen a relucir en este reciente reparto a dedo brit¨¢nico, ¨²nicamente seis entraron en la escrupulosa criba de las cien recogidas en aquel libro, mientras que de las ocho restantes no hay en sus p¨¢ginas ni rastro, comenzando obviamente por Laurence Olivier y su Enrique V.
Se acerca el a?o 2000 y es presumible que la baraja marcada de la BBC cunda como las setas, pues se hace hora de pisar campos no roturados y atravesar tiempos revueltos. A la gente le gustan los repartos a dedo de coronas, porque les eximen de conocer qu¨¦ hay dentro de las cabezas coronadas, y el siglo XX da de s¨ª para que algunos listos descubran las secretas intimidades de la velocidad con el tocino. El a?o del centenario del cine, a quienes comentamos pel¨ªculas nos dieron la vara con incontables encuestas de cual es la mejor y las diez, las veinticinco, las cincuenta y (ah¨ª algunos nos negamos) las cien mejores pel¨ªculas. Y se ven venir nubarrones que amenazan con otro (ampliado) chaparr¨®n de cegueras y oquedades.
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