Imaginaci¨®n o barbarie
El a?o 1997 se las arregl¨® para darme malas noticias hasta el ¨²ltimo minuto: la postrera fue la muerte de Cornellus Castoriadis, fil¨®sofo, economista, psicoanalista, uno de los maestros imprescindibles de la segunda mitad de nuestro siglo, a quien el movimiento franc¨¦s de Mayo del 68 debe algunas de sus mejores claves intelectuales y quiz¨¢ la inspiraci¨®n de su lema m¨¢s famoso: la imaginaci¨®n al poder. Adem¨¢s de formidable cabeza, Castoriadis fue un tipo simp¨¢tico... al menos para aquellos como Rafael S¨¢nchez Ferlosio a quienes caigan simp¨¢ticos los aparentemente antip¨¢ticos. Su amigo Edgar Morin -uno de los m¨¢s veteranos, junto a Claude Lefort y Jean-Fran?ois Lyotard, que fueron compa?eros suyos en aquella interesante aventura te¨®rica llamada Socialismo o Barbarie- le caracteriz¨® una vez como un "Arist¨®teles acalorado". No lo fue por fidelidad a la ortodoxia aristot¨¦lica -Castoriadis no aceptaba ninguna que coartase su lib¨¦rrimo, orgulloso y exigente pensamiento propio, ni siquiera la de aquel a quien Dante llam¨® "maestro de todos los que saben"-, sino por lo vasto de su campo te¨®rico y por una pujanza especulativa que demasiadas veces incurr¨ªa en quisquillosa vehemencia. Tambi¨¦n por su condici¨®n de ilustre meteco, que compart¨ªa con el estagirita. Nacido en Estambul de padres griegos, cumpli¨® su meritoriaje doctrinal y pol¨ªtico en Atenas para luego ejercer su magisterio intelectual en Par¨ªs, en lengua francesa. Fue un verdadero cosmopolita europeo o quiz¨¢ un caopolita, si debemos pensar como ¨¦l lo hac¨ªa que todo cosmos es s¨®lo parcial y que los humanos brotarnos del caos. En tal sentido, "cosmopolita" no es quien por pedante ingenuidad seudoilustrada renuncia a cualquier forma de identidad, sino el que concibe ¨¦sta como una aventura personal, biogr¨¢fica, creadora, y se niega a dejarla administrar por ninguna burocracia nacionalista. En esta ¨¦poca en que cierta imbecilidad reinante ha llegado a establecer que s¨®lo las figuras intelectuales de la derecha son complejas e interesantes, es importante se?alar que el complejo e interesant¨ªsimo Castoriadis siempre se encuadr¨® en el pensamiento de la izquierda. Critic¨® a Marx a partir de -un conocimiento exhaustivo de sus textos pero sin renunciar nunca del todo a su legado te¨®rico, se opuso desde siempre al autoritarismo colectivista bolchevique o mao¨ªsta sin dejar de reclamar la autogesti¨®n revolucionaria de la sociedad, reivindic¨® el mercado pero en contra del capitalismo que seg¨²n ¨¦l lo imposibilita, denunci¨® que las hoy llamadas democracias son todo lo m¨¢s oligarqu¨ªas liberales donde el espacio p¨²blico est¨¢ secuestrado por empresas e intereses particulares nunca transparentes y cultiv¨® un admirable fundamentalismo democr¨¢tico que rechaza la divisi¨®n del trabajo pol¨ªtico entre gobernantes especialistas en mandar y gobernados destinados a obedecer... tras haber elegido a los primeros seg¨²n men¨² previamente establecido. A la tramposa opci¨®n de hace unos a?os entre Mrs. Thatcher y el Gulag (hoy las expectativas se han estrechado para muchos a decidir entre la dama de hierro y Helmut Kohl) respondi¨® con un mismo y clarividente reproche, tan v¨¢lido para los integristas del comunismo como del neoliberalismo: convertir lo econ¨®mico en factor central (¨²nico, a fin de cuentas) de la vida social es incompatible con la libertad. Cuando mi hijo me inform¨® por tel¨¦fono de la muerte de Castoriadis ten¨ªa yo delante el Duomo de Mil¨¢n, esa fant¨¢stica orfebrer¨ªa p¨¦trea que congela en mil s¨ªmbolos la imaginaci¨®n de varios siglos. Era algo as¨ª como una alegor¨ªa monumental de ese concepto central en el pensamiento de Castoriadis, el de imaginaci¨®n instituyente cuya capacidad creadora regula y transforma las sociedades humanas. Cuando colgu¨¦ el tel¨¦fono, lo primero que me vino a la memoria fue una de las ocasiones en que hice el rid¨ªculo ante el gran hombre. Est¨¢bamos en el congreso de intelectuales que tuvo lugar en Valencia como conmemoraci¨®n medio siglo despu¨¦s de aquel otro de intelectuales antifascistas realizado en la Espa?a y la Europa convulsa de los treinta. Yo moderaba una mesa en la que deb¨ªa intervenir Castoriadis y con mi despiste habitual le present¨¦ como promotor de la revista Socialismo y Barbarie. Su rugido de protesta por esa "y" perversa a¨²n estremece mis culpables pesadillas. Es la misma leg¨ªtima indignaci¨®n que sinti¨® siempre cuando ante ¨¦l se intent¨® hacer equivalente el proyecto emancipador del socialismo imaginativo cuyo objetivo es radicalizar la autonom¨ªa democr¨¢tica y el despotismo inepto de Lenin, Stalin, Mao, Ceausescu y tutti quanti. Ese concepto social de imaginaci¨®n al que Castoriadis dedic¨® su obra m¨¢s importante (La instituci¨®n imaginaria de la sociedad) establece su ruptura con cualquier determinismo que, de Plat¨®n a Marx, aplique su esencialismo al proceso hist¨®rico de las comunidades humanas. Las sociedades no son el mero resultado de la conjunci¨®n de procesos necesarios, sino una permanente autoinvenci¨®n que establece y deroga sus normas a partir de una realidad cuyo decurso simb¨®lico nunca es irrevocable. No parece arriesgado se?alar que esa permanente institucionalizaci¨®n y autoalteraci¨®n pasa hoy por horas decididamente bajas. Al mecanicismo esencialista de los totalitarismos le ha sustituido un pariente pr¨®ximo de sello boboliberal, seg¨²n el cual la ¨²nica forma de despertar del sue?o ut¨®pico que pretend¨ªa construir el para¨ªso en la tierra es aceptar que la mercantilizaci¨®n especulativa sin fronteras pero con v¨ªctimas es ya el para¨ªso antes in¨²tilmente buscado. Lo irremediable no se flexibiliza por mucho que hable de flexibilizaci¨®n ni se hace m¨¢s competente por m¨¢s que predique el dogma de la competitividad... La exigencia de avivar la imaginaci¨®n adormecida no es ahora patrimonio exclusivo de pensadores radicales como Castoriadis. En un reciente y muy interesante ensayo (La cuadratura del c¨ªrculo, editado por Fondo de Cultura Econ¨®mica), alguien tan poco visionario y tan excelentemente informado como Ralf Dahrendorf habla en este tono: "Mientras algunos pa¨ªses sean pobres y, lo que es peor, mientras est¨¦n condenados a permanecer asi -por vivir totalmente al margen del mercado mundial-, la prosperidad se- Pasa a la p¨¢gina siguienteViene de la p¨¢gina anterior
guir¨¢ siendo una injusta ventaja. Mientras existan individuos que carezcan de derechos de participaci¨®n social y pol¨ªtica, no podr¨¢n considerarse leg¨ªtimos los derechos de los pocos que gozan de ellos". El c¨ªrculo que hay que intentar imaginativamente cuadrar, seg¨²n Dahrendorf, es el de hacer compatibles bienestar econ¨®mico, cohesi¨®n social y libertades pol¨ªticas. Todas las latitudes est¨¢n lejos de alcanzar este desideratum, pues los pa¨ªses que han alcanzado dos de estos requisitos lo han hecho siempre a costa del tercero. Y ning¨²n automatismo economicista resolver¨¢ la situaci¨®n, pues en, el sistema actual hay personas que desde el punto de vista meramente econ¨®mico no son aptas, es decir, que representan un coste y no un beneficio. Son ciudadanos superfluos, cada vez m¨¢s numerosos y m¨¢s excluidos de esa base soc¨ªal de acceso a bienes imprescindibles que funda desde Atenas la verdadera ciudadan¨ªa.
Por eso Robert Castel ha hablado de un individualismo negativo, es decir, no el de los individuos libres y emprendedores, sino el de aquellos confinados en su marginaci¨®n personal por la ausencia de oportunidades y por el debilitamiento de formas p¨²blicas de protecci¨®n que les permitan esperar otras nuevas. Poco a poco van renunciando incluso a reclamar pol¨ªticamente su deuda con el sistema que les rechaza. S¨®lo una suprema falta de imaginaci¨®n puede creer que tales excluidos preferir¨¢n los valores de la ciudadan¨ªa de la que no gozan a las opciones siniestras del terrorismo, el integrismo o nuevas demagogias redentoras.
De Cornelius Castoriadis, pensador irreductible de la imaginaci¨®n en marcha, ya no volveremos a saber nada m¨¢s.Lo ¨²nico que podemos tener por seguro es que a la puerta de lo oscuro, si se le ha planteado la pregunta ritual de los misterios ¨®rficos -"?qui¨¦n eres?, ?de d¨®nde vienes?"-, habr¨¢ respondido tambi¨¦n ritualmente con pleno merecimiento: "Soy hijo de la Tierra y del Cielo estrellado".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.