El 63% de los estadounidenses quiere que el presidente dimita si se comprueba que minti¨®
Los estadounidenses no piensan que el caso Lewinsky tenga que ver con el mayor o menor grado de moralidad del presidente; lo que est¨¢ en juego es un concepto que los pol¨ªticos siempre han escrito con may¨²scula: la confianza. El 63% de los ciudadanos quiere que Clinton dimita si se comprueba que minti¨® bajo juramento, seg¨²n la encuesta encargada por The Washington Post y la cadena de televisi¨®n ABC. Los datos permiten saber qu¨¦ dicen en p¨²blico los norteamericanos sobre el esc¨¢ndalo, pero la frialdad de las cifras no revela el sentimiento m¨¢s extendido en el pa¨ªs: el desencanto pol¨ªtico.
Los n¨²meros dicen que el 57% de los estadounidenses est¨¢n convencidos de que su presidente, elegido para ese cargo en 1992 y reelegido en 1996 hasta el a?o 2000, mantuvo una relaci¨®n ¨ªntima con una joven de 21 a?os (hoy 24). Esa misma proporci¨®n, el 59%, responde ?no? cuando la pregunta es ??Debe dimitir Clinton por haber mantenido relaciones sexuales con Monica Lewinsky??. La respuesta negativa que proporciona esa mayor¨ªa no refleja lo que un soci¨®logo denominaba en televisi¨®n el ?factor hipocres¨ªa?: es cierto que 6 de cada 10 americanos creen que la vida ¨ªntima del presidente no debe poner en juego su carrera pol¨ªtica, pero tambi¨¦n lo es que muchos de los que opinan de esa forma tendr¨ªan en cuenta el elemento moralidad en futuras votaciones.Una frase de Paul Begala, consejero del presidente, demuestra que ese conflicto entre lo que es moralmente reprobable y lo que est¨¢ pol¨ªticamente prohibido puede ser utilizado en defensa de Clinton. ??l nunca ha dicho 'V¨®tenme porque no cometo pecados' sino 'V¨®tenme porque mis ideas para el pa¨ªs son buenas', ha dicho Begala del presidente.
Todo cambia si la pregunta que se traslada a la opini¨®n p¨²blica no interroga sobre un supuesto romance sino sobre un supuesto delito. ?Si Clinton minti¨® bajo juramento o presion¨® para que alguien mintiera, ?debe dimitir?? ?S¨ª?, dice el 63% de los encuestados. ??Y si no dimite??, prosigue la encuesta. ?El congreso deber¨¢ obligarle a dimitir?, responde el 55%. Los asesores de imagen de Clinton, los amigos y abogados que retocan sus discursos, saben que es la confianza lo que est¨¢ en juego, no la ¨¦tica ni los hechos que pudieron pasar en una sala de la Casa Blanca a unos metros tan solo del tel¨¦fono que el presidente utiliza para dar la orden de atacar Irak, si llega el caso. Y la confianza es lo que Clinton pierde cada d¨ªa que pasa; este pa¨ªs no perdona que nadie se burle de los conceptos ?familia? y ?justicia?.
El signo de los tiempos tambi¨¦n est¨¢ jugando en contra de Bill Clinton. Desde la Guerra del Golfo nunca los peri¨®dicos, la radio y la televisi¨®n hab¨ªan dedicado a ning¨²n asunto un espacio mayor que a la Superbowl, la final de la Liga de F¨²tbol de EE UU. Nunca desde el ataque contra Irak los norteamericanos hab¨ªan zapeado entre la cadena que da el partido y la que da las noticias, principalmente la CNN. En un d¨ªa como hoy, hace 6 a?os, Clinton apareci¨® en televisi¨®n despu¨¦s de la Superbowl para reconocer que su matrimonio hab¨ªa superado altibajos, pero desminti¨® una supuesta relaci¨®n con Gennifer Flowers. Estados Unidos sabe ahora que Clinton ha reconocido, esta vez sin c¨¢maras, pero bajo juramento, que aquel episodio de intimidad con Flowers existi¨®; ?posiblemente?, dice un compa?ero de partido del presidente, ?reconocer que minti¨® entonces ha sido lo peor que ha podido pasarle en estos ¨²ltimos d¨ªas: los norteamericanos perdonan el pecado, pero no la mentira?.
Es tambi¨¦n la tecnolog¨ªa de fin de siglo y la competencia entre los grandes grupos de comunicaci¨®n lo que ha permitido crear una ansiedad informativa en la opini¨®n p¨²blica superior -dicen los soci¨®logos- a la que provoc¨® el ataque a Irak hace justamente 7 a?os. La avalancha de noticias, datos, testimonios y rumores (algunos al borde de lo pornogr¨¢fico) ha obligado a los peri¨®dicos a remitir a sus lectores a sus p¨¢ginas en Internet si quer¨ªan versiones ?actualizadas? de las noticias; los diarios saben que algunas columnas empiezan a oler a naftalina a las pocas horas de salir de la imprenta. En Internet ha sido donde Newsweek public¨® los hechos que ya ten¨ªa cuando saltaron a la luz, y en Internet -y no en televisi¨®n- han ofrecido sus primicias los informativos de la cadena ABC. Algunas p¨¢ginas de la red han estado colapsadas, y en Internet tienen lugar tambi¨¦n las m¨¢s acaloradas discusiones. Todo esto refleja s¨®lo vagamente el efecto real que tienen sobre la opini¨®n p¨²blica los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas. Como dice en el Post Tom Patterson, profesor de Periodismo de la Universidad de Syracusa, s¨®lo hay una consecuencia segura: ?Los americanos ver¨¢n mermada para siempre su confianza en las instituciones y en la presidencia?.
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