Carta abierta a los erradicadores europeos
y LAHUARI ADDIEn esta ¨²ltima d¨¦cada del siglo, Argelia est¨¢ herida por un conflicto de una violencia ins¨®lita. Los cr¨ªmenes contra la humanidad perpetrados en su suelo han arruinado el prestigio acumulado durante la secular resistencia contra la colonizaci¨®n. Este pa¨ªs, anta?o respetado por su tenaz voluntad de independencia y por la sed de libertad de sus habitantes, es hoy se?alado con el dedo por organizaciones internacionales por violaci¨®n masiva de los derechos humanos.
Desde hace unas semanas, Bernard-Henri L¨¦vy, Andr¨¦ Glucksmann y Jack Lang, entre otros, han denunciado, con raz¨®n, los odiosos cr¨ªmenes contra mujeres, ni?os, ancianos... Esta toma de postura no es rara en el ¨¢mbito medi¨¢tico franc¨¦s, ya que en este pa¨ªs -al menos, desde Zola, de cuyo Yo acuso se acaba de celebrar el centenario- es tradici¨®n que el intelectual se comprometa con cuestiones sociales y pol¨ªticas, nacionales o internacionales. Jean-Paul Sartre en los a?os sesenta y setenta y Pierre Bourdieu en los noventa prestaron en numerosas ocasiones su voz a aquellos cuya palabra estaba ahogada por las poderosas m¨¢quinas burocr¨¢ticas del Estado al servicio de intereses financieros e ideol¨®gicos dominantes. Que Bernard-Henri L¨¦vy, Andr¨¦ Glucksmann... se impliquen en el conflicto argelino es deseable; el ¨²nico problema es que se han alineado con la postura de los erradicadores argelinos, lo que no contribuir¨¢ al fin del conflicto.
Recordemos que los erradicadores son una corriente muy minoritaria en Argelia, pese a que tienen un eco en los medios de comunicaci¨®n inversamente proporcional a su arraigo en la poblaci¨®n. Apoyan de forma incondicional a la fracci¨®n m¨¢s dura y m¨¢s intransigente del Ej¨¦rcito y son maestros en la manipulaci¨®n del lenguaje de la democracia para aparecer como gente respetable en las redacciones parisienses de numerosos semanarios que les sirven de caja de resonancia. Partiendo de una apreciaci¨®n falsa de la situaci¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica del pa¨ªs, optan por la soluci¨®n militar del conflicto sean cuales sean sus consecuencias. La pregunta que siempre se es plantea y a la que no responden es la siguiente: para solucionar el problema, ?se debe llegar a erradicar al electorado islamista, es decir, promover lo que en Argelia se llama el genocidio electoral o tambi¨¦n la purificaci¨®n electoral? La estrategia de diabolizar al adversario nos lleva derechos a ello, adem¨¢s de justificar las peores violaciones de los derechos humanos y otras injusticias. Frente a la extensi¨®n de los maquis islamistas, la fracci¨®n radical del r¨¦gimen preconiza la distribuci¨®n masiva de armas e intenta alzar a una parte de la poblaci¨®n contra la otra con informacion manipulada y propagan-, da belicista. Los erradicadores han encontrado relevos en Francia, en personalidades mal informadas de la situaci¨®n argelina, para colar su punto de vista en la opini¨®n p¨²blica francesa.
As¨ª, Bernard-Henri L¨¦vy y Andr¨¦ Glucksmann dicen que plantear la pregunta "?qui¨¦n mata a qui¨¦n?" es innoble porque har¨ªa el juego a los criminales. Puestos a ello, ?por qu¨¦ no proponer que se suprima la instrucci¨®n del sumario y la funci¨®n de abogado en el sistema judicial franc¨¦s y que se inculpe y condene con un simple informe de la polic¨ªa? A menos que, all¨ª abajo, el sistema judicial deba ser distinto al de los pa¨ªses europeos. ?Justicia a este lado del Mediterr¨¢neo, polic¨ªa al otro lado! Esto nos recuerda al C¨®digo del Ind¨ªgena en la ¨¦poca de la colonizaci¨®n, que daba poder al administrador de los distritos mixtos para detener, condenar y aplicar la pena. Negarse a identificar con seguridad a los criminales y avalar las acusaciones de la polic¨ªa en un pa¨ªs donde no hay separaci¨®n de poderes, donde la informaci¨®n est¨¢ bajo control y donde las libertades p¨²blicas son m¨ªnimas es alentar las m¨¢s graves desviaciones. Pero puede darse la vuelta al argumento de Bernard-Henri L¨¦vy y de Andr¨¦ Glucksmann y afirmar que rechazar a priori la idea de una comisi¨®n investigadora nacional o internacional es innoble porque hace objetivamente el juego a unos criminales que se aprovechan del anonimato para seguir degollando ni?os. El rechazo categ¨®rico del Gobierno argelino a la reivindicaci¨®n de una comisi¨®n investigadora internacional es inquietante. ?Qu¨¦ teme? La soberan¨ªa de los Estados, se dice. Pero un Estado es tanto m¨¢s soberano cuando m¨¢s se le respeta en el interior y en el exterior de sus fronteras. ?C¨®mo respetar un Estado cuya poblaci¨®n indefensa es masacrada a gran escala? ?C¨®mo respetar un Estado en el que secometen impunemente cr¨ªmenes como los de la c¨¢rcel de Serkadji?Incompetencia del Ej¨¦rcito, afirma Bernard-Henri L¨¦vy; pasividad de las autoridades, a?adeAndr¨¦ Glucksmann. Ninguno de los dos casos aboga por el respeto. Hace unos d¨ªas, unos diputados de la oposici¨®n exigieron un debate en la Asamblea Nacional sobre la pol¨ªtica de seguridad. El presidente de dicha Asamblea les respondi¨®, sin re¨ªrse, que la seguridad de la poblaci¨®n no entra dentro de las competencias del Parlamento. En un pa¨ªs en el que al d¨ªa mueren al menos 50 personas por la violencia pol¨ªtica hay que admitir que la respuesta no carece de gracia. ?Uno creer¨ªa estar leyendo una novela de Alfred Jarry! La negativa a una comisi¨®n investigadora internacional, la negativa a autorizar a los diputados a debatir las condiciones de seguridad de la poblaci¨®n, ponen en evidencia que el Gobierno oculta algo que no quiere que sepa la opini¨®n p¨²blica. En una situaci¨®n en la que el poder Judicial y el Legislativo est¨¢n subordinados al Ejecutivo, en la que los periodistas no tienen posibilidad de desarrollar su trabajo de investigaci¨®n sobre el terreno, la informaci¨®n procedente de los canales oficiales debe ser puesta forzosamente en tela de juicio y ha de ser confirmada por otras fuentes independientes. En estas condiciones, y debido a la gravedad de los cr¨ªmenes cometidos, se impone una investigaci¨®n internacional para -confirmar o desmentir la versi¨®n oficial de los hechos, ya que el Gobierno argelino no puede estar por encima de la moral internacional.
Es un deber moral del intelectual implicarse en un conflicto, sea cual sea, pero s¨®lo tiene derecho a implicarse si defiende la justicia y la paz. Si est¨¢ del lado de los verdugos -por ingenuidad- , si aviva el fuego desde su apartamento parisiense, traiciona el ideal que pretende defender. Para hacerse una idea antes de tomar posici¨®n, el intelectual debe informarse y desmarcarse del discurso uniforme.
Y ?qu¨¦ pasa en Argelia? La situaci¨®n es a todas luces incontrolable sobre el terreno, y las fuerzas de seguridad leg¨ªtimas se ven desbordadas, sustituidas por milicias cuyas motivaciones no siempre son pol¨ªticas. La privatizaci¨®n a ultranza de la guerra ha hecho que el Ej¨¦rcito pierda el monopolio de las armas y ha erosionado la capacidad del Estado para hacer justicia. Por otro lado, la militarizaci¨®n de la informaci¨®n enturbia el conflicto y permite a cualquiera matar a cualquiera y por cualquier motivo. El conflicto se autoalimenta con la opacidad impuesta por los duros del r¨¦gimen; sin embargo, tendr¨ªa todas las probabilidades de cesar si la prensa tuviera libertad para informar y si la justicia tuviera libertad para inculpar. Todo esto no significa, sin embargo, que no exista un terrorismo islamista. Los maquis son activos y emprenden operaciones tanto en las ciudades como en el campo. Pero esta situaci¨®n corre el riesgo de perdurar si no se estudia una soluci¨®n pol¨ªtica. Mientras tanto, el terrorismo debe combatirse mediante las pr¨¢cticas de un Estado de derecho, con la transparencia que impedir¨¢ que el crimen se perpet¨²e en el anonimato.
Bernard-Henri L¨¦vy, Andr¨¦ Glucksmann, Jack Lang y los dem¨¢s saben que el r¨¦gimen argelino no es un modelo de democracia, pero han decidido elegir el mal menor y optar por la pol¨ªtica del fin que justifica los medios. A partir de ah¨ª se plantean una serie de preguntas cruciales: ?Justifica la lucha antiterrorista la violaci¨®n de los derechos humanos? ?Se pueden cerrar los ojos a todos los males para combatir el mal islamista? ?Existe en la moral el mal menor? ?Se puede jerarquizar el mal?, y, en caso afirmativo, ?bajo qu¨¦ criterios?
Argelia espera la paz, y la mayor¨ªa de su poblaci¨®n aspira a la soberan¨ªa dentro de la libertad. Un ciudadano del mundo, digno y libre, defiende con la cabeza alta estas aspiraciones sin comprometerse ni con unos ni con otros. Argelia necesita la solidaridad de los ciudadanos del mundo para ayudarla a salir del callej¨®n sin salida. No necesita que la hundan, por ingenuidad o por c¨¢lculo. Sugerimos a Bernard-Henri L¨¦vy, Andr¨¦ Glucksmann, etc¨¦tera, que se impliquen m¨¢s en el conflicto argelino y entren en contacto con todas las fuerzas pol¨ªticas para contribuir a que vuelva la paz, en el respeto a la justicia y a la dignidad de todos los ciudadanos.
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