El cuervo infiel
Que un poeta de 89 a?os necesite practicar el adulterio para alcanzar deleite y gozo, que insista en proclamarlo a los cuatro vientos -a su aire: "?No es ¨¦l nunca su naipe?"- y que convierta la infidelidad en el s¨ªmbolo extremo de lo amoroso, parecen hechos dignos de atenci¨®n, la verdad sea dicha, incluso en estos tiempos de guerra declamada como cine sonoro (La mamada de todas las batallas) y crudos carnavales emperrados en sacarle el jugo a la punta ("nada m¨¢s" / "nada menos") del besamanos de Fidel y el Papa, yuca colada, tan mohosa en su doble filo.Pues bien, ese poeta infiel, sin salir de su propio pinar, de su fluir hacia arriba, se ha transformado en negra ave, en tenebroso y lujurioso p¨¢jaro de cuentas, siempre encendido, que revolotea de nuevo, y de nuevo por vez primera, por el cuarto invernal de Poe: cortinaje granate (imaginable gran tea), silla malva o, consentidora de cualquier humano extrav¨ªo, cojines violeta (pues humildad es ser capaz de amoldarse de pronto al cuerpo); un colorido moral, medio dudoso, contemplado a la luz de una vela y entre much¨ªsimos rel¨¢mpagos. Es decir, el t¨ªpico lugar para una violaci¨®n en regla.
De sobra sabe el p¨¢jaro poeta ("avechucho" lo llam¨® un traductor, dej¨¢ndonos sabor bastante grato con esa confusi¨®n masticable de canto y de ladrido arm¨®nicos), y, al llevar su saber en el pico, sabe que ¨¦l ha creado semejante escena y que la escena pide que ¨¦l la habite, la haga temblar de susto y gusto. De ah¨ª que vaya volando a eso, a eso s¨®lo, para, una vez all¨ª, en la pura estructura de un sue?o apasionado, poseerlo con ganas todo, sobre todo lo otro ("lo que faltaba"), d¨¢ndole de esa forma su merecido, su repaso y su poes¨ªa a la mala conciencia acumulada en el nido de lo natural: lo m¨¢s a mano, lo palpable de continuo.
Avechucho o ¨¢ngel en celo, el caso es que este bicho va a lo suyo. Se adue?a del autor del delirio sin importarle nada que ¨¦ste ande muy borracho, tambi¨¦n de su memoria obsesiva (una muerta, Leonora, al fin y al cabo), de su fetiche preferido (el busto de Minerva, el cl¨¢sico consuelo de altura) y, de forma especial, desplumada o adulterina hasta las ¨²ltimas consecuencias ("y por siempre jam¨¢s"), de las palabras dichas y de las entredichas en aquel c¨¦lebre poema que le peg¨® el trapero y mortal picotazo, de necesidad, al blando coraz¨®n, dolido pero contento, del ya muy gaseoso romanticismo: The raven (El cuervo). El graznido primal de la modernidad: "Nunca m¨¢s". Entre el "basta ya" del escarmiento, liberador de supersticiones, y la melancol¨ªa de una despedida perpetua. Entre la nada plena y el abismo sin fondo. (Pino en Poe, para evocar un t¨ªtulo de F¨¦lix de Az¨²a, o, mejor dicho, el cuervo en corral ajeno).
El poema de Poe, escrito en 1843, fue paladeado por Baudelaire, decantado por Mallarm¨¦, sopesado por Eliot, mimetizado por Jos¨¦ Asunci¨®n Silva y comentado por Antonio Machado. Es el poema que se esgrime contra la vacuidad suspirante y el desali?o arrobado de la bendita inspiraci¨®n. Es el poema que, de creer a Poe (cosa que nadie logra), ser¨ªa el fruto calculado de esa po¨¦tica que lo precede y que se pormenoriza en The philosophy of composition. Adi¨®s a la iluminaci¨®n: la poes¨ªa es hija de una t¨¦cnica, parecida a la del reloj, destinada a medir otra p¨¦rdida, otro tipo de tiempo.
Adue?arse de la situaci¨®n original, revivirla desde el interior de ese heraldo negro que llega ahora para perturbarlo todo con pasi¨®n propia, es lo que precisamente acaba de hacer el poeta Francisco Pino en el libro titulado Traducci¨®n infiel de 'El cuervo' de Edgar A. Poe (Junta de Castilla y Le¨®n, Barrio de Maravillas, Salamanca). Traducci¨®n, vocaci¨®n: ni traici¨®n, ni justa equidad. Dos palabras de cuervo ser¨¢n el santo y se?a de este adulterio aut¨¦ntico; "mecha", que el p¨¢jaro conlleva y enciende en cuanto toca, y "aleluya", que es m¨¢s que j¨²bilo al hacerse a la idea, y no s¨®lo con la cabeza, de ser el visitante que revolotea, acaricia, golpea y canta en todos los tiempos la ventura de una infidelidad ni vacua ni mec¨¢nica: carn¨ªvora, reverdecida, ebria de nunca, nada y m¨¢s.
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