La ?muerte digna? frente a la ?vida innegociable?
Debate entre un representante de los obispos y el presidente de la asociaci¨®n pro eutanasia
La muerte de Ram¨®n Sampedro, un hombre tetrapl¨¦jico que luch¨® durante casi treinta a?os por que Espa?a reconociera el derecho a la eutanasia, ha reavivado el debate sobre este asunto.El Congreso ha rechazado despenalizar la eutanasia, pero el Senado ha creado esta misma semana una comisi¨®n especial de estudio. En el ¨¢nimo de aportar argumentos para el debate, EL PA?S ha organizado un cara a cara entre dos personas que defienden posturas diametralmente opuestas. Se trata de Salvador P¨¢niker, presidente de la Asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente, y de Juan Antonio Mart¨ªnez Camino, director del Secretariado de la Comisi¨®n Episcopal para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal. Mart¨ªnez Camino, jesuita, es doctor en Teolog¨ªa y licenciado en Filosof¨ªa y Letras. Su especialidad es la teolog¨ªa de la modernidad. P¨¢niker es fil¨®sofo, ingeniero y escritor. Fund¨® la editorial Kair¨®s, que ahora dirige.
El debate se celebr¨® el pasado martes en Barcelona. Ambos comenzaron con una aparentemente desapasionada definici¨®n de la eutanasia. A partir de ah¨ª, el debate fue un cruce de fuego artillero. Con toda educaci¨®n.
Salvador P¨¢niker. Para m¨ª la eutanasia es ante todo un derecho humano de libertad. De la primera generaci¨®n de los derechos humanos. El meollo de la cuesti¨®n es que cada cual pueda decidir cu¨¢ndo quiere y cu¨¢ndo no quiere seguir viviendo. Lo fundamental de la eutanasia voluntaria -subrayo lo de voluntaria- es que haya una petici¨®n expresa y reiterada del enfermo y que est¨¦ en fase terminal e irreversible o con sufrimientos insoportables -cuesti¨®n esta ¨²ltima totalmente subjetiva-.
Juan Antonio Mart¨ªnez Camino. Eutanasia es una acci¨®n u omisi¨®n que elimina la vida de una persona, bien sea a petici¨®n propia o por decisi¨®n ajena, para evitar el dolor. La eutanasia as¨ª concebida significa la eliminaci¨®n de la vida humana; es decir, causa la muerte fuera del momento natural de la muerte, lo que conlleva una calificaci¨®n ¨¦tica que se mueve en el entorno del suicidio, de la cooperaci¨®n con el suicidio o del homicidio. Por tanto, el reconocimiento legal y social de la eutanasia significa un retroceso en el respeto incondicional a la vida humana.
S. P. Me sorprende que un representante de la iglesia cat¨®lica, que por otro lado acepta la pena de muerte y la guerra, y que durante siglos condenaba a la hoguera a los que no pensaban correctamente, defienda algo conseguido incluso en contra de la iglesia oficial, que es un derecho de libertad. A veces me pregunto por qu¨¦ ustedes mantienen esta postura, y creo que es porque una cierta despenalizaci¨®n de la eutanasia significa desdramatizar el tema y perderle el miedo a la muerte, y la Iglesia sabe que si esto ocurre pierde la mitad de su poder. Yo pido que la Iglesia no nos imponga sus criterios ideologizados. Y que la iglesia oficial alegue ahora que la eutanasia es lo mismo que el aborto, la esclavitud y la pornograf¨ªa me parece mala fe. Aqu¨ª no hay mayor pornograf¨ªa que la de un ser humano reducido a piltrafa subhumana en contra de su voluntad.
J. A. M. C. Me resulta curioso que se tache de ideolog¨ªa o de oportunismo algo que la iglesia viene manteniendo desde hace 2.000 a?os. Lo nuevo e ideol¨®gico es que ahora hay determinados grupos que luchan con campa?as bien dirigidas a la opini¨®n p¨²blica, y con un partido bien tomado. Grupos que quieren que su opini¨®n cale en la opini¨®n p¨²blica; y esa opini¨®n significa que los m¨¦dicos puedan matar a los enfermos.
S. P. Eso no es una novedad porque es falso. La novedad es que la medicina puede prolongar la vida humana en condiciones a veces tan inhumanas que se ha creado un problema nuevo. Respecto a que haya grupos que quieran influir en la opini¨®n p¨²blica, el primero de ellos es la iglesia cat¨®lica. Creo que nuestras tesis no ser¨¢n tan descabelladas cuando una encuesta muestra que un 67% de los espa?oles est¨¢ a favor de la eutanasia. Quisiera destacar tambi¨¦n la hipocres¨ªa sem¨¢ntica al usar la palabra matar. Aqu¨ª no se trata de matar, sino de humanizar la muerte y decir que una cosa es matar y otra es ayudar a buen morir. Para m¨ª es establecer la misma diferencia que hay entre la violaci¨®n y hacer el amor. Por lo tanto, es indispensable no hacer demagogia. Si siguen ustedes por este camino, los cat¨®licos van a hacer con este tema lo mismo que con la anticoncepci¨®n; no les har¨¢n el menor caso.
J. A. M. C. ?No es hipocres¨ªa sem¨¢ntica decir muerte con dignidad en vez de ?me quito la vida?? ?Por qu¨¦ no dicen ustedes ?quitarme la vida con dignidad?? D¨ªganlo. ?No es tambi¨¦n hipocres¨ªa sem¨¢ntica el mismo nombre de la asociaci¨®n que usted preside? Morir es un hecho natural no causado por otro hombre. Decir muerte con dignidad cuando estamos hablando de quitarse la vida es un eufemismo. Por otra parte, la iglesia no defiende un apego a la vida a ultranza. No tener miedo a la muerte es algo que pertenece a la espiritualidad cristiana. Efectivamente, la novedad es que ahora hay una medicina que ha aportado muchos beneficios, pero que tiende, en ocasiones, a considerarse infalible porque es capaz de retrasar la muerte a veces de manera absurda, lo que se llama ensa?amiento terap¨¦utico. La iglesia est¨¢ en contra de ese ensa?amiento. Es inmoral retrasar la muerte forzadamente.
S. P. Yo estuve en los jesuitas y a m¨ª lo que me inculcaron fue terror a la muerte. Y creo que siguen ustedes practicando esta teolog¨ªa del terror. Y si la sustituyesen por la teolog¨ªa del amor ver¨ªan que incluso la eutanasia es b¨¢sicamente un acto de amor. Respecto a la hipocres¨ªa sem¨¢ntica: todo el mundo reconoce ya que se puede aliviar el dolor, a conciencia de que con ello se acelera la muerte. Lo que se llama eutanasia indirecta. La medicina hasta hace poco no curaba; s¨®lo aliviaba el sufrimiento. Los m¨¦dicos ahora tienen que volver a estar preparados para aliviar el sufrimiento y humanizar el trance final de la vida.
J. A. M. C. La vida humana es un valor innegociable.
S. P. ?Es un valor absoluto?
J. A. M. C. Es un valor relativamente absoluto. Y esto ha sido una conquista en buena parte a causa de la visi¨®n judeo cristiana del mundo.
S. P. Quiero recordarle que en la iglesia hay un santo canonizado, Santo Tom¨¢s Moro, que era partidario de la eutanasia. La exhibici¨®n que usted mismo ha hecho d¨ªas atr¨¢s de las estad¨ªsticas de Holanda es otro ejemplo de mala fe. Porque en Holanda lo que hay es una transparencia total, y si ustedes creen que en Holanda se est¨¢ matando a gente sin su consentimiento den¨²ncienlo ante el Consejo de Europa. Porque esto es muy grave. Lo que pasa en otros pa¨ªses es que suceden muchos m¨¢s abusos y no nos enteramos. En Holanda, la mayor¨ªa de las peticiones de eutanasia no son atendidas porque se considera que hay otras soluciones. Muchas de las personas eutanatizadas o aparentemente muertas sin su consentimiento ten¨ªan una esperanza de vida de horas. Lo que significa que s¨®lo se ha aplicado una praxis m¨¦dica correcta.
J. A. M. C. Con todo, las estad¨ªsticas dicen que en Holanda hay m¨¢s cosas que tratamientos paliativos que acortan la vida, lo que no es eutanasia.
S. P. Es eutanasia indirecta.
J. A. M. C. No es eutanasia si no hay acci¨®n de matar a otro. La iglesia est¨¢ a favor de esos tratamientos paliativos.
S. P. Sigue con la mala fe sem¨¢ntica. Quiz¨¢ tengamos que buscar un nombre nuevo. Poner una frontera y decir ?aqu¨ª est¨¢ usted ya matando? me parece...
J. A. M. C. Usted no cree que haya que poner frontera. Es el problema de su planteamiento.
S. P. Muchos jesuitas est¨¢n de acuerdo conmigo. No estar¨¢ tan clara la frontera. Adem¨¢s, hoy en d¨ªa en cuestiones morales hay que buscar el consenso.
J. A. M. C. Usted sabe muy bien que las cuestiones morales no se resuelven con encuestas porque entonces yo le pondr¨ªa el ejemplo de Hitler: ?no estaba la mayor¨ªa del pueblo alem¨¢n a favor de Hitler?
S. P. Ya sab¨ªa que me iba a decir eso. ?Qu¨¦ tiene que ver Hitler con la magnesia y con la gimnasia?
J. A. M. C. Tiene que ver que hay cuestiones de principio que no se pueden resolver con encuestas.
S. P. Los resultados de las encuestas no son un argumento principal; son uno m¨¢s. Yo creo que la vida no es un valor absoluto y que la vida debe ligarse con calidad de vida; y cuando la vida se degrada m¨¢s all¨¢ de ciertos l¨ªmites, uno y solamente uno tiene el derecho a decir ?no quiero seguir viviendo?. Y esto me parece una conquista fundamental. Y ustedes lo reconocer¨¢n dentro de 30 o 40 a?os.
J. A. M. C. Esto no es s¨®lo una cuesti¨®n de vida o muerte para un individuo. Es una cuesti¨®n de vida o muerte tambi¨¦n para la sociedad. La eutanasia es inmoral y antisocial. El punto est¨¢ en que una persona, aunque sea por un sentimiento subjetivo de piedad, pueda disponer de la vida de otra. Ese punto es infranqueable. Incluso a petici¨®n del interesado, el m¨¦dico que administra un veneno no puede abdicar de su responsabilidad. Volvemos al debate de matar o morir.
S. P. Me temo que por ese camino no hay di¨¢logo posible. Porque no es lo mismo matar a un se?or en un bar por una pelea que ayudar a morir, con todas las garant¨ªas, a su madre moribunda para evitarle sufrimientos. Esto no es matar. En s¨¢nscrito hay 96 vocablos para hablar del amor. Un lenguaje est¨¢ para matizar. Tambi¨¦n entonces la eutanasia indirecta de la que usted hablaba ser¨ªa matar porque est¨¢ alterando el proceso natural de las cosas. Por este camino no podr¨ªamos hacer ni medicina. ?Qu¨¦ har¨ªa usted ante una situaci¨®n absurda e inhumana? ?Obliga usted a esa persona a vivir contra su voluntad?
J. A. M. C. Estoy de acuerdo en que hay distintas maneras de matar, pero ?qu¨¦ hace usted con una persona que le pide que le quiten la vida? Matarla. Eliminarla. No se puede decir de otra manera. Es verdad, no es usted un asesino, es un colaborador con el suicidio, evidentemente. Cualquier moralista sabe que hay una diferencia.
EL PA?S: ?Podr¨ªa la iglesia aceptar determinadas situaciones l¨ªmite como de las que aqu¨ª se plantean en nombre de la compasi¨®n?
J. A. M. C. La compasi¨®n no quita la vida nunca. La compasi¨®n verdadera comparte el sufrimiento con la persona que sufre y ayuda a superar el sufrimiento en cuanto sea posible. La compasi¨®n verdadera nunca se sobrepone a la vida del otro. Los que ayudaron a morir a Sampedro actuaron posiblemente movidos por una falsa compasi¨®n.
S. P. Con la legislaci¨®n holandesa, el se?or Sampedro pod¨ªa haber muerto sin dolor, rodeado de sus seres queridos; habr¨ªa tenido una muerte humana y ha tenido que suicidarse solitariamente, clandestinamente y con sufrimiento. ?l mismo denunci¨® a las autoridades espa?olas.
J. A. M. C. No se puede hablar de Sampedro como la v¨ªctima que ha sufrido la opresi¨®n social.
S. P. ?Caramba! Treinta a?os. Que conste en acta lo que dice este se?or. Recordar¨¢ usted la frase de D¨¹rrenmat, que dec¨ªa: ??Qu¨¦ tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente!?. Estoy cada vez m¨¢s sorprendido por tener que luchar por una cosa que deb¨ªa estar recogido en el abec¨¦ de las conciencias. Es importante recalcar que la dignidad es un concepto subjetivo, lo que est¨¢ relacionado con el derecho a la autodeterminaci¨®n. Y esto es tambi¨¦n un problema de sensibilidad. Hay quien tiene sensibilidad para la m¨²sica y quien no la tiene. Y hay quien tiene la sensibilidad de que mantener viva a una persona reducida a una piltrafa en contra de su voluntad es un espect¨¢culo intolerable.
J. A. M. C. ?Es indigno el hombre que sufre?
S. P. Depende de c¨®mo lo viva uno. Ya he dicho que es una cuesti¨®n subjetiva. Una de las conquistas sociales, reconocida incluso por el papa P¨ªo XII, es que el sufrimiento innecesario no sirve para nada.
J. A. M. C. El derecho de autoderminaci¨®n tiene sus l¨ªmites. No hay derecho a la autodeterminaci¨®n sobre la propia vida. Hay bienes que van tan ligados a la dignidad humana que se identifican con ella. Son bienes innegociables. Negociar mi vida contradice mi propia dignidad. Por eso quitarse la vida es inmoral, porque est¨¢ en contradicci¨®n con la dignidad humana.
S. P. La contraposici¨®n entre el derecho a la vida y el derecho a la libertad es ficticia. La vida contra la voluntad de uno no es un bien jur¨ªdico protegible. Y la mayor¨ªa de los juristas est¨¢n de acuerdo ya con ello. Nosotros no queremos que se desmedicalice este tema para que no haya abusos. Antes hemos hablado de la compasi¨®n y yo la entiendo en un sentido budista. Y es un punto de uni¨®n con la caridad cristiana, por supuesto. Yo tengo sensibilidad religiosa. Lo que me parece es que son ustedes los que no la tienen.
J. A. M. C. Quiero volver a la autodeterminaci¨®n porque aqu¨ª est¨¢ la ra¨ªz filos¨®fica del problema. Si asimilo mi vida a objetos o cosas a mi disposici¨®n entonces he perdido el sentido de lo que es la vida humana. Esta asimilaci¨®n que est¨¢ en el fondo de la autodeterminaci¨®n lleva a un extremo rid¨ªculo el sentido burgu¨¦s de la propiedad privada. Es el individualismo m¨¢s radical que pone en cuesti¨®n la convivencia social.
S. P. Yo no defiendo un individualismo a ultranza en el que tiene que prevalecer mi voluntad. He defendido un individualismo responsable. Nosotros no somos unos irresponsables. Hemos pedido al legislador que legisle para evitar los abusos.
J. A. M. C. Pero el punto clave de su argumentaci¨®n es que uno decide sobre su propia vida. Y ese punto est¨¢ alimentado por el individualismo, que considera la vida como una cuenta bancaria o como una finca. Usando de mi libertad, yo podr¨ªa abdicar de ella y hacer un contrato de esclavitud. Pero es evidente que ello est¨¢ en contra de mi dignidad. Porque hay cosas que, aun queridas, objetivamente son inhumanas. Si niego mi libertad niego mi dignidad. Si abdico de la vida la niego a¨²n m¨¢s.
S. P. Su ejemplo es que no hay que abdicar de la libertad. Y eso es exactamente lo que yo defiendo. Sampedro no abdic¨® de su libertad. Usted pone la vida por encima de la libertad. Yo no.
J. A. M. C. Yo tampoco. Estoy de acuerdo con usted en que no hay que contraponer libertad y vida. Pero una libertad que elimina la vida no es libertad.
S. P. Y una vida que elimina la libertad tampoco es vida.
J. A. M. C. La libertad no es una pura formalidad para hacer cualquier cosa. Eso no es una libertad humana. Y quitarse la vida es romper la baraja.
S. P. Parece que los ¨²nicos que no creen en la otra vida son ustedes. Porque absolutizan esto de un modo llamativo.
J. A. M. C. No. Porque creemos en la otra vida defendemos ¨¦sta como un don irrenunciable.
S. P. Ustedes sacralizan esta vida.
J. A. M. C. Efectivamente.
S. P. Entonces Sampedro ?estar¨¢ en el infierno?
J. A. M. C. Yo espero que est¨¦ en el cielo porque comprendo que hay circunstancias en nuestra vida que condicionan las conciencias de las personas y no excluyo que Sampedro actuara con buena voluntad.
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