El magisterio de Boulez

Los conciertos de la Orquesta Sinf¨®nica de Londres dirigidos por Pierre Boulez no s¨®lo han acumulado inter¨¦s y belleza, sino que adem¨¢s son de los que dejan huella y abren surcos. El primero, sin duda, es el del conocimiento vivo del sinfonista Elliot Carter, una de las figuras musicales norteamericanas que trabaj¨® siempre con mayor independencia y libertad de pensamiento y de lenguaje. Nacido en 1908, Carter goza a sus 90 a?os de gran claridad de pensamiento, y su m¨²sica adquiere d¨ªa a d¨ªa, mayor prestigio.Pierre Boulez ha explicado a todos desde la orquesta lo que significa Carter a trav¨¦s de la Sinfon¨ªa de tres orquestas (1977) y de los Tres acontecimientos para orquesta (1987-1989), obras maduras y a¨²n recientes del m¨²sico neoyorquino. La sinfon¨ªa, a trav¨¦s de una compleja y extraordinariamente cohesionada disposici¨®n instrumental, parte de un poema de Hart Craner, El puente, o m¨¢s bien de la consideraci¨®n de algunos de sus elementos; la realizaci¨®n combina un proceso decreciente que va de lo m¨¢s agudo a lo m¨¢s grave con la sucesi¨®n de diversos caracteres sonoros.

Los Acontecimientos nacen en distintos momentos y obedecen a muy concretas motivaciones: la celebraci¨®n del 150? aniversario de la Orquesta de Houston (1987) constituye el primer movimiento, con su apoteosis de fanfarrias y el minucioso trabajo interv¨¢lico. Al a?o siguiente, en memoria del promotor Paul Fromm, nace Remembranza, que nos lleva desde el eleg¨ªaco comienzo cantado por el tromb¨®n hasta la plenitud de una alusi¨®n al Doble concierto del propio Carter, compuesto a?os atr¨¢s. En el final del tr¨ªptico celebra el compositor sus bodas de oro en una expresi¨®n vitalista, de vivo y sustantivo contrapuntismo, siempre dentro de una gran flexibilidad de tiempos tan compleja en su planteamiento como claramente efectiva en sus resultados.

Si Boulez inform¨® profundamente sobre Carter, casi nos descubri¨® dos p¨¢ginas ya conocidas: los conciertos para piano de Sch?nberg y para viol¨ªn de Stravinski. Nunca los hab¨ªamos escuchado tan explicados, con tan fuerte y a¨¦rea estructuraci¨®n como esta vez gracias al trabajo de Boulez y la orquesta londinense y a la excepcional labor del pianista Ax y el virtuosismo y aut¨¦ntico genio interpretativo de Maxim Vengerov. No es f¨¢cil conmocionar a un p¨²blico asiduo del gran repertorio cl¨¢sico rom¨¢ntico con un concierto como el de Stravinski, decididamente neocl¨¢sico, hecho de raz¨®n y revelador por encima de todo de la genial inventiva del maestro ruso.

Ante el clamoroso triunfo, Vengerov ofreci¨® fuera de programa la primera parte de La chacona, de Bach, otro prodigio. En igual medida sorprendi¨® la versi¨®n de los Valses nobles y sentimentales, que Ravel escribe para piano en 1911 y orquesta despu¨¦s para el ballet Adelaida o el lenguaje de las flores, estrenado el a?o 1912 en Par¨ªs por Natacha Trouhanova.

La gran visita se cerr¨® con el gran aparato de ritmo, color e intensidades desplegado por Prok¨®fiev en la Suite escrita, de 1916. Boulez nos ha dado unas lecciones obedientes a los m¨¢s cl¨¢sicos principios cartesianos sobre el destino de la m¨²sica: procurar deleite y conmover las pasiones, tal y como tambi¨¦n proclamaba Monteverdi.