Autonom¨ªas: lo peque?o no siempre es hermoso
El reciente reparto por el Gobierno de Galicia de m¨¢s de cuarenta nuevas emisoras de radio en frecuencia modulada, con su ostentosa arbitrariedad y su carencia de toda raz¨®n regional, cultural o econ¨®mica, tiene una trascendencia mucho mayor de la que parece encerrar directamente y no puede ser despachada simplemente en t¨¦rminos de "tipismo" personal o regional.Resultar¨ªa demasiado f¨¢cil, en ese sentido, rememorar el acrisolado historial autocr¨¢tico de Fraga en su prolongada relaci¨®n con los medios de comunicaci¨®n, o asociar la tradici¨®n caciquil de la derecha gallega a la excesiva reiteraci¨®n de noticias sobre la manipulaci¨®n extrema de los medios p¨²blicos, o sobre el f¨¦rreo control pol¨ªtico ejercido sobre la mayor¨ªa de los medios privados.
El caso gallego no es, en efecto, m¨¢s que el inicio de un proceso de distribuci¨®n por los Gobiernos aut¨®nomos de m¨¢s de tres centenares de nuevas emisoras de radio en FM que el Gobierno de Aznar puso en marcha. Un fuerte crecimiento de las emisoras comerciales existentes, que los expertos coinciden en considerar inexplicable en un sector ya sobredimensionado y de limitado mercado publicitario, donde muchas empresas han sufrido p¨¦rdidas notables, y que a duras penas comenzaba a encontrar su equilibrio desde 1996. Pero tambi¨¦n un procedimiento original espa?ol: frente a la transparencia y objetivaci¨®n de la tradici¨®n estadounidense de las audiencias abiertas o del sistema europeo de las concesiones por consejos del audiovisual, un reparto de licencias puramente pol¨ªtico, que el franquismo inaugur¨® y que el ¨²ltimo Gobierno de UCD, bajo la presidencia de Calvo Sotelo, continu¨® en 1981-1982 en uno de sus episodios m¨¢s oscuros y vergonzantes.
El ejemplo gallego prefigura as¨ª probables l¨ªneas generales en la mayor¨ªa de las regiones: no s¨®lo el amiguismo sistem¨¢tico pol¨ªtico-radiof¨®nico con las empresas m¨¢s fieles, como la Cope, sino tambi¨¦n la creaci¨®n de lo que ya se han dado en llamar la cuarta cadena, una red radiof¨®nica privada de nueva planta vinculada estrechamente al Gobierno de Aznar, como suplementario blindaje de su partido frente a vicisitudes electorales adversas en un medio que consigue reunir a casi 20 millones de oyentes cada d¨ªa.
Los sucesos gallegos tienen otra lectura m¨¢s trascendental a¨²n, la que enlaza el proceso de las autonom¨ªas en Espa?a, en muchas ocasiones, con claros retrocesos en el orden del pluralismo del espacio p¨²blico. De esta forma, se amontonan en los ¨²ltimos a?os las noticias sobre Gobiernos regionales que reparten ayudas directas o indirectas a la prensa con l¨®gicas puramente partidistas, sin leyes ni regulaci¨®n alguna, que administran arbitrariamente su publicidad entre las empresas pol¨ªticamente enemigas, que utilizan la radio y la televisi¨®n regionales como aparatos a su servicio. A esto y a las licencias de radi¨®, pueden a?adirse las concesiones en curso de demarcaciones del cable, te?idas con harta frecuencia de sospecha pol¨ªtica.
Pr¨¢cticas de clientelismo furibundo en suma, que resultar¨ªan escandalosas e insoportables a nivel estatal, pero que se prodigan en muchas autonom¨ªas y que, aunque no resulten ni mucho menos exclusivas de la comunicaci¨®n, alcanzan en este terreno una gravedad particular y una perversi¨®n multiplicada. Pero esos fen¨®menos que se dieron repetidamente en el Pa¨ªs Vasco, aunque tambi¨¦n en Catalu?a y en algunas regiones de gobierno socialista, alcanzan ahora una dimensi¨®n ins¨®lita y sistem¨¢tica en las regiones gobernadas por el PP, en Galicia, Valencia, Castilla y Le¨®n..., regiones en donde la tentaci¨®n autoritaria del Gobierno central aparece m¨¢s desnuda e indisimulada que nunca.
El fen¨®meno tiene en todo caso una repercusi¨®n que va m¨¢s all¨¢ de las reglas del juego democr¨¢tico de la lucha pol¨ªtica, para afectar de lleno a ese reto de las autonom¨ªas ante el proceso de construcci¨®n europea que hace unos d¨ªas Marlo Onaind¨ªa se?alaba con toda, raz¨®n en estas mismas p¨¢ginas. Porque uno de los terrenos estrat¨¦gicos de esa misi¨®n, el m¨¢s decisivo con seguridad a medio y largo plazo, es justamente el de la construcci¨®n de una estrategia regional e interregional capaz de integrar los medios de comunicaci¨®n y de comunicaciones cl¨¢sicos y las nuevas redes y servicios en un proyecto de futuro hacia la sociedad de la informaci¨®n. Pero ese envite -abordado apenas por algunas regiones espa?olas- pasa necesariamente por una planificaci¨®n de las necesidades e intereses culturales y econ¨®micos en el ¨¢mbito de la informaci¨®n, por una coordinaci¨®n de los recursos p¨²blicos y privados y, naturalmente, por la preservaci¨®n de un espacio p¨²blico regional abierto, tolerante y plural. Condiciones que dif¨ªcilmente podr¨ªan casar con esas actuaciones instrumentales que ven la comunicaci¨®n ¨²nicamente como arma de control y poder. Unas concepciones miopes que muestran adem¨¢s que descentralizaci¨®n no rima siempre, desgraciadamente, con democracia, ni regionalizaci¨®n con participaci¨®n. 0, dicho de otra f¨®rma, que lo peque?o no siempre es hermoso.
Los partidos y parlamentarios de la oposici¨®n de cualquier signo, en todas y cada una de las comunidades aut¨®nomas espa?olas -incluido el Partido Popular all¨¢ donde no gobierna-, deber¨ªan plantear en estos asuntos una batalla fundamental, con conciencia plena de los envites pol¨ªticos y culturales, pero tambi¨¦n econ¨®micos en juego. Y los profesionales de la comunicaci¨®n y los intelectuales deber¨ªan acompa?arles en una tarea cr¨ªtica vital, aun a sabiendas de que la cercan¨ªa hace esas resistencias m¨¢s arriesgadas y, a veces, casi heroicas.
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