Un techo de nubes negras
Hace 25 a?os, en la estaci¨®n de Mendoza, Argentina, dos escritores a¨²n j¨®venes se encontraban frente a frente; uno todav¨ªa no hab¨ªa inaugurado su fama y el otro ya era un encumbrado novelista que hab¨ªa dado al siglo uno de los libros m¨¢s extra?os y rom¨¢nticos de las letras espa?olas. Ambos eran argentinos y compart¨ªan una noble ingenuidad sobre el futuro. Eran Oswaldo Soriano, que en esa sesi¨®n posaba como periodista del diario La Opini¨®n, el peri¨®dico ya m¨ªtico de Jacobo Timerman, y Julio Cort¨¢zar, que ven¨ªa de una contradictoria peto refrescante gira por Am¨¦rica Latina; Brasil le hab¨ªa parecido "un cad¨¢ver perfecto", pero sinti¨® que Per¨² se mov¨ªa, y Chile le abri¨® una gran esperanza, hasta el punto que ponder¨® entonces -tan pocos meses antes del pinochetazo- la gran capacidad de respeto por la legalidad que ten¨ªan quienes perdieron ante Salvador Allende... Por lo que se refiere al propio pa¨ªs de ambos, la conversaci¨®n que result¨® de aquel encuentro transpiraba fervor, esperanza democr¨¢tica, an sia de normalidad despu¨¦s del peronismo; con respecto a Am¨¦rica Latina en general, adem¨¢s, Cort¨¢zar segu¨ªa prediciendo lo que fue el n¨²cleo de su propia utop¨ªa pol¨ªtica: "Am¨¦rica Latina ser¨¢ socialista o no ser¨¢". En lo que respecta a todos los otros procesos, a la vista est¨¢ lo que ha sucedido por debajo de las pala bras y de los deseos del autor de Rayuela, y en lo que afecta a Argentina ya se sabe tambi¨¦n que la bota militar cercen¨® durante a?os -el golpe fue el 24 de marzo de 1976, precisamente- no s¨®lo la esperanza sino la vida concreta de miles de argentinos. Esta barbarie no la pod¨ªan prever ni Soriano ni Cort¨¢zar en aquella en aquella entrevista memorable que Timerman public¨® a lo largo de tres p¨¢ginas sin apenas ilustraciones de su diario, golpeado tambi¨¦n luego por el basto mando militar. Si acaso, de toda aquella conversaci¨®n sobre lo que pod¨ªa venir lo ¨²nico que qued¨® en pie fue la percepci¨®n que de Mendoza tuvieron Soriano y Cort¨¢zar: una ciudad construida sobre un desierto, en la que ahora se sigue escuchando el rumor del agua inventada en las acequias y el olor del aire.Eran tiempos de esperanza, persist¨ªa la utop¨ªa. Cort¨¢zar ven¨ªa de Europa a comprobarlo. Antonio di Benedetto, el gran escritor de Mendoza, cuya novela Zama tienen ahora los j¨®venes como un monumento literario, tambi¨¦n lo vio llegar, y escribi¨® en el peri¨®dico Los Andes lo que dijo un adolescente al creer que lo vio: "Si no fuera porque s¨¦ que Cort¨¢zar est¨¢ en Europa, jurar¨ªa que esta ma?ana lo vi en la calle San Mart¨ªn". Era el 10 de marzo de 1976 y, como escribi¨® Osvaldo Soriano al principio de su entrevista -como si el autor de Una sombra ya pronto ser¨¢s escribiera el t¨ªtulo de uno de sus libros-, "un techo de nubes negras adelant¨® la noche" sobre la ciudad de Mendoza.
Tres a?os exactos despu¨¦s de ese viaje los tres escritores vieron caer sobre Argentina, de golpe -de golpe, exactamente-, ese techo de nubes negras que acab¨® con la libertad y la vida de much¨ªsimos ciudadanos; Cort¨¢zar lo sufri¨® desde Europa, lastimado esencialmente en su ingenuidad pol¨ªtica doblemente herida, Di Benedetto fue salvajemente torturado, desaparecido en vida, despojado de la esperanza de seguir viviendo, y finalmente libre pero definitivamente herido; Oswaldo Soriano se fue al exilio, y all¨ª estuvo alimentando una tristeza honda, desgarrada, que, al volver a su pa¨ªs, prosigui¨® de tal modo que se neg¨® a vivir de d¨ªa para no verse a la luz ante el pa¨ªs que luego le vio morir, como una sombra, en la m¨¢s pura melancol¨ªa, como si le diera verg¨¹enza Argentina.
Fueron tiempos terribles para este pa¨ªs hermoso, y se vieron caer esos tiempos como el techo de nubes negras que le dio la bienvenida a Cort¨¢zar en la estaci¨®n de Mendoza. Cruz¨® como un hielo el presente y el porvenir de Argentina, y hoy persiste con la voluntad que tiene la basura de regresar del mar, de revolverse contra el fango que pretende atraparla. Fueron a?os de implicaciones terribles, y todas salen a flote, aunque los poderes pol¨ªticos actuales las traten de tapar con las manos del punto final; las nubes est¨¢n ah¨ª; est¨¢n en las conversaciones y tambi¨¦n est¨¢n en los silencios; no se dice, pero se sabe qu¨¦ no se est¨¢ diciendo. Una joven periodista de Mendoza, Marcela Furlano, est¨¢ haciendo una investigaci¨®n sobre lo que ocurri¨® en su tierra, y declara ahora que lo que la justicia espa?ola hace desde Madrid para aclarar qu¨¦ sucedi¨® en esos a?os grises ayuda a avivar la conciencia argentina. Pero si todo pas¨®..., le dicen. Ella sonr¨ªe con iron¨ªa: los antiguos torturadores se sientan en los bares al lado de sus torturados, y son desafiantes y combativos, como si no hubieran sido ellos parte de la ignominia. Astiz no es el ¨²nico que se jacta, ni es el ¨²nico que se ampara bajo el silencio decretado. Uno de sus investigados llam¨® a la joven periodista: "S¨¦ d¨®nde vives..." era la frase, sigue siendo la frase.
Desaparecieron bajo ese techo 30.000 personas; Gast¨®n Buistelo, que ha investigado aspectos de la matanza sistem¨¢tica que inici¨® la Triple A, recuerda la frase que se dec¨ªa en el vecindario cuando desaparec¨ªa un ciudadano: "Por algo ser¨¢...". Bajo ese techo vivi¨® un pa¨ªs admirable que ahora busca otra vez que de su paisaje se recuerde s¨®lo aquel rumor del agua, el olor del aire que disfrutaba Cort¨¢zar antes de que cayera sobre su tierra aquel techo de nubes negras.
Babelia
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