Salud de hierro para destituir
La sorpresa de los oficiales de la Flota del Mar Negro, con base en la ciudad crimeana de Sebastopol, cuando contemplaron por televisi¨®n c¨®mo V¨ªktor Chernomirdin explicaba que ya no era primer ministro de Rusia, fue un fiel reflejo del desconcierto que la noticia provoc¨® en el universo pol¨ªtico moscovita. Despu¨¦s de todo, el presidente Bor¨ªs Yeltsin se recuperaba oficialmente de una "aguda infecci¨®n viral respiratoria", y este ¨²ltimo episodio de su precaria salud estaba en el origen de la suspensi¨®n de una cumbre de la Comunidad de Estados Independientes y en el traslado a la capital rusa, desde Yekaterimburgo, de una reuni¨®n con Jacques Chirac y Helmut Kohl, con los que el l¨ªder del Kremlin intenta consolidar una troika que frene la hegemon¨ªa mundial de Estados Unidos.Aunque Yeltsin, seg¨²n sus m¨¦dicos, no se encontraba en las condiciones ¨®ptimas para viajar en avi¨®n hasta la capital de los Urales, s¨ª lo estaba, aparentemente, para tomar la decisi¨®n m¨¢s importante de su segundo mandato. ?sta pasa por la destituci¨®n de su jefe de Gobierno, que super¨® en diciembre los cinco a?os en el cargo, y que se perfilaba como el principal aspirante a sucederle en el a?o 2000. A¨²n es pronto para determinar si sus nuevas funciones, para preparar unos comicios que se prev¨¦n vitales para el futuro de Rusia, le catapultar¨¢n como sucesor designado (¨¦sta era la interpretaci¨®n m¨¢s extendida ayer) o si, por el contrario, tan s¨®lo le apartan de su base real de poder.
La historia reciente demuestra que nada hay que siente peor a Yellsin que el hecho de que alguno de los dirigentes del campo reformista mueva pieza y muestre amibiciones de ser califa en lugar del califa. Tal vez por ello, desde el alcalde de Mosc¨², Yuri Luzhkov; el vicejefe de Gobierno Bor¨ªs Nemtsov o el propio Chernomirdin han repetido hasta la saciedad que no tienen ambiciones presidenciales. Pese a ello, este ¨²ltimo se ha permitido algunos gestos que Yeltsin debi¨® apuntar en su lista de agravios, como cuando se atrevi¨® a replicar a una bronca que el presidente le echaba en p¨²blico.
Peor a¨²n, los medios de comunicaci¨®n le hab¨ªan convertido en una especie de candidato natural a la sucesi¨®n, mostrando su perfil de hombre conciliador, capaz de llevarse bien con todos, incluidas la oposici¨®n comunista y nacionalista, sin romper con la l¨ªnea reformista. Parec¨ªa el reflejo de Yeltsin en el espejo, otro Yeltsin capaz de garantizar el fin de una transici¨®n sin traumas del comunismo al capitalismo. Pero el actual inquilino del Kremlin, por mucho que le castiguen sus cinco puentes cardiacos y sus frecuentes episodios gripales, est¨¢ muy lejos de pensar en la retirada. Ha dicho mil veces que no ser¨¢ candidato en el a?o 2000, pero al mismo tiempo ha dejado que sus m¨¢s pr¨®ximos colaboradores digan por detr¨¢s que nada est¨¢ decidido. Ahora, el futuro de V¨ªlctor Chernomirdin es, cuando menos, una inc¨®gnita.
En m¨¢s de una ocasi¨®n se ha hablado de que, incluso si Yeltsin no opta a la reelecci¨®n, el candidato del sistema no tiene por qu¨¦ estar entre los tres hombres de que tanto se habla y se escribe. Bor¨ªs Berezovski, el hombre m¨¢s rico y uno de los m¨¢s influyentes de Rusia, afirm¨® el domingo que el nuevo presidente deber¨¢ reunir tres condiciones: que contin¨²e el proceso de reforma, que no base su gesti¨®n en la revisi¨®n de los "errores del pasado" y que sea "elegible". Eso le permit¨ªa eliminar, por uno o varios motivos, a Luzhkov, a Nemtsov, a Chernomirdin, al comunista Guennadi Ziug¨¢nov, al liberal Grigori YavIinski y al ex general Alexandr L¨¦bed. Si tiene raz¨®n, en alguna parte hay un tapado, cuya identidad tal vez ni el mismo Yeltsin conozca, esperando que llegue su momento. Por ahora, no parece que vaya a ser el primer ministro interino, un tecn¨®crata casi desconocido, aunque no sea nada f¨¢cil penetrar en la mente de Yeltsin y de quienes, sean qui¨¦nes sean, le hayan aconsejado dar este viraje.
De lo que no cabe duda alguna es de que el vicejefe de Gobierno, Anatoli Chub¨¢is, contemplado en Occidente como la principal garant¨ªa de la continuaci¨®n del proceso de reformas, sale como claro derrotado de esta crisis. Su suerte estaba echada desde que, en noviembre, se salv¨® por los pelos de la destituci¨®n que alcanz¨® a sus compa?eros de la Uni¨®n de Escritores, como se conoci¨® a los cinco dirigentes que cobraron escandalosos adelantos por un libro que probablemente nunca se publicar¨¢.
Ya se dijo entonces que dif¨ªcilmente llegar¨ªa a la primavera. En una situaci¨®n tan repleta de dudas, no es la menor saber si Chub¨¢is queda totalmente fuera de juego o si, tan s¨®lo, vuelve pasar a ese segundo plano en el que ha demostrado que se sabe mover como pez en el agua.
En cuanto a Bor¨ªs Nemtsov, el otro vicejefe de Gobierno y miembro con Chub¨¢is del d¨²o din¨¢mico de la reforma radical, no hace tanto tiempo considerado el delfin designado de Yeltsin, sigue interinamente en su puesto y puede apuntarse el tanto de que el primer ministro provisional es uno de los suyos. Yeltsin le prometi¨® dos a?os como m¨ªnimo en su equipo y apenas si ha cumplido uno, pero eso no es ninguna garant¨ªa, como tampoco que, en los ¨²ltimos meses, haya halagado al presidente hasta la n¨¢usea.
Es dif¨ªcil no interpretar la destituci¨®n del ministro del Interior, Anatoli Kulikov, como un contrapeso a la defenestraci¨®n de Chub¨¢is, ya que este Robocop de la ley y el orden (aunque sin lograr imponerlos), habitual denunciante del asalto mafloso al poder, era el m¨¢s significado representante del ala dura y minoritaria del Gobierno, el hombre del que en voz baja se ha hablado con frecuencia como hipot¨¦tico protagonista de una aventura golpista. Una periodista que se atrevi¨® a ponerlo por escrito se lo encontr¨® en los tribunales. Gan¨® Kulikov.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.