El fiscal especial Starr duda entre acusar a Lewinsky ante un tribunal o a Clinton ante el Congreso
El fiscal Kenneth Starr no sabe c¨®mo terminar su investigaci¨®n sobre la posibilidad de Bill Clinton y Monica Lewinsky mintieran al negar bajo juramento haber sostenido relaciones sexuales. Starr estudia dos posibilidades: la primera, acusar de perjurio ante un tribunal a Lewinsky,- pero no a Clinton, que quedar¨ªa en un segundo plano, como un c¨®mplice contra el que no se presentan cargos; la segunda, se?alar directamente a Clinton y pasar la decisi¨®n al Congreso.
Pero la mayor¨ªa republicana que controla las dos c¨¢maras del Congreso (Senado y C¨¢mara de Representantes) no tiene la menor gana de abrir un proceso de impeachment o destituci¨®n a un presidente dem¨®crata que goza de una alta popularidad, y menos a¨²n despu¨¦s de que el mi¨¦rcoles Susan Webber Wright, juez federal de Little Rock, decidiera archivar la demanda de acoso sexual presentada por Paula Jones contra Clinton. Webber Wright, mujer y simpatizante republicana, decidi¨® que, ocurriera o no ocurriera el incidente en el hotel de Little Rock que denuncia Jones, la demandante no ha podido probar haber sido represaliada despu¨¦s en su trabajo.Estados Unidos celebrar¨¢ elecciones legislativas en oto?o (se renueva la totalidad de la C¨¢mara de Representantes y un tercio del Senado) y los sondeos indican que el electorado rechazar¨¢ a los candidatos que intenten explotar los apuros pasados por Clinton en los ¨²ltimos meses, cuando se le ha atribuido todo tipo de aventuras sexuales con Paula Jones, Monica Lewinsky, Gennifer Flowers, Kathleen Willey y la ex miss Am¨¦rica Elizabeth Ward Gracen. Con estos datos en la mano, los republicanos preferir¨ªan hacer campa?a sobre otros asuntos que preocupan m¨¢s a los electores.
La decisi¨®n de la juez Webber Wright marca el comienzo del fin de la mayor crisis sufrida por la presidencia norteamericana desde los tiempos de Richard Nixon y el esc¨¢ndalo Watergate. Ya es evidente que Clinton no tendr¨¢ que abandonar la Casa Blanca a causa de sus reales o imaginados l¨ªos de faldas. Queda, eso s¨ª, el fleco de los posibles delitos de obstrucci¨®n a la justicia cometidos por Clinton y Lewinsky al desmentir ante los abogados de Jones sus presuntos amor¨ªos.
El fiscal especial Starr ha se?alado, y los juristas le dan la raz¨®n, que el archivo del caso Jones no afecta a los delitos que pudieron cometerse durante el periodo en que estuvo abierto. Pero la Casa Blanca, el Partido Dem¨®crata, la mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica e incluso no pocos republicanos piden a Starr que termine con sus pesquisas. La crisis ha demostrado el vigor de las principales instituciones norteamericanas.
Clinton ha resistido a pie firme en la presidencia, apoyado por su esposa, Hillary. La justicia ha cumplido doblemente su misi¨®n, primero cuando el Tribunal Supremo de EE UU decidi¨®, en mayo de 1997, que el presidente no ten¨ªa inmunidad frente a la acusaci¨®n de acoso sexual de Jones, y luego, cuando la juez Webber Wright le exoner¨® de esa acusaci¨®n. Y los opositores a Clinton -la mayor¨ªa republica na en el Congreso- se han sabido mantener en un tono general de moderaci¨®n, sin que ninguno, de ellos subiera a la tribuna del Capitolio para pedirle al presidente que se fuera.
Incluso la presencia en el culebr¨®n del personaje que ahora desempe?a el papel de malo, Kenneth Starr, es otro ejemplo de democracia norteamericana: fue Janet Reno, la fiscal general del Estado, el equivalente al ministro de Justicia, quien le concedi¨® permiso para que husmeara en los despachos de la Casa Blanca.
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