Sobre la disponibilidad de la propia vida
A ra¨ªz del suicidio asistido de Ram¨®n Sampedro, que esto ha sido, hemos podido leer, sobre todo en la prensa diaria, pareceres a favor y en contra de la eutanasia, debidos a la pluma tanto de espont¨¢neos opinantes como de personas comprometidas en el movimiento en pro del que llaman derecho a una muerte digna, principales beneficiarios de la decisi¨®n tomada por el tetrapl¨¦jico gallego.Entre todo este material, mi atenci¨®n se ha centrado en la frase: "de acuerdo con una ¨¦tica laica, secular... la vida es nuestra y De nadie m¨¢s". El autor de un art¨ªculo, de creaci¨®n ¨¦tica, contrario en todo su contenido a la eutanasia, refiri¨¦ndose a dicha frase dice que, efectivamente, desde la perspectiva "Iaica y secular", se puede hacer esta afirmaci¨®n. Es decir, desde una postura laica, no religiosa, el suicidio no ser¨ªa condenable. S¨®lo los creyentes, las personas religiosas, vendr¨ªan obligadas a ver en el suicidio un mal moral. Respetando a los que la sostienen, no puedo estar de acuerdo con esta opini¨®n. No puedo estar de acuerdo por razones ontol¨®gicas, pero adem¨¢s por razones pol¨ªticas, no partidistas, naturalmente, sino pol¨ªticas en el m¨¢s noble sentido de gobierno de la "polis". Estas razones son las que anticipar¨¦ antes de entrar en el fondo de la cuesti¨®n. El argumento m¨¢s utilizado para hacer callar a los que estamos en contra de la legalizaci¨®n del aborto, en todos sus supuestos, y de la llamada eutanasia, es que nuestro rechazo, derivado de la doctrina de la Iglesia cat¨®lica, no podemos pretender imponerlo a la totalidad de los ciudadanos, en un Estado laico, que aglutina una sociedad ideol¨®gicamente plural. Pero no es as¨ª; estamos en contra del aborto y de la eutanasia porque, sin obst¨¢culo de rechazar tambi¨¦n el "encarnizamiento terap¨¦utico", el aborto y la eutanasia son dos formas de asesinato y, no s¨®lo porque lo diga la Iglesia cat¨®lica, sino en raz¨®n de la dignidad de la naturaleza humana que es un dato compartido por creyentes y no creyentes, el asesinato es siempre un acto intr¨ªnsecamente malo, o, si se quiere ¨¦ticamente perverso.
El suicida, al privarse del mayor de todos los bienes, que es la vida, contrar¨ªa la inclinaci¨®n primordial de su naturaleza, la de conservarse en su ser y, adem¨¢s, hace injuria a la comunidad a la que pertenece, como dice, entre los antiguos, Arist¨®teles, que, habiendo nacido 384 a?os antes de Cristo, condena el suicidio dejando sentado que la muerte es el ¨²ltimo de los males de esta vida y el m¨¢s terrible, de lo que se sigue que suicidarse para evitar otras miserias de esta vida, es preferir un mal mayor a otro menor, lo cual es antinatural. Tambi¨¦n condenan el suicidio, entre los modernos, Ludwig Wittgenstein, quien, cuando sus dos alumnos preferidos, Anscombe y Smythies, se convirtieron al catolicismo, dijo que no podr¨ªa creer en las cosas que ellos creen, pero, desde esta increencia, afirma que el suicidio es la acci¨®n inmoral por antonomasia, pues en ella el hombre se reduce a la condici¨®n de objeto del instinto; as¨ª como el propio Kant, tan partidario de la moral aut¨®noma, es decir, de las reglas de conducta no impuestas por nadie sino extra¨ªdas de la propia naturaleza del hombre, quien juzga al suicidio como un monstruo, negando que haya alg¨²n fin que justifique el suicidio. Yo no comparto el calificativo que Kant adjudica al suicida, porque, como he dicho en otro lugar, pienso que el que llega a la decisi¨®n de quitarse la vida es digno de compasi¨®n. Pero comprender a la persona que incurre en error no es lo mismo que justificar la acci¨®n err¨®nea. Por lo tanto, entiendo que desde un punto de vista secular, laico, o sea, sin ninguna implicaci¨®n religiosa, el suicidio es, una acci¨®n inmoral, ¨¦ticamente cont raria al bien del hombre y de la sociedad, que ning¨²n legislador,por muy laico que se sienta, puede legitimar. Nadie puede disponer, no ya de la vida del otro sino tampoco de la propia vida. El derecho a la vida es un derecho-deber, es decir, un derecho indisponible.
Si esto es as¨ª, desde una mera perspectiva racional, ?por qu¨¦ la eutanasia se ha convertido en un tema de nuestro tiempo? Intentando buscar exlicaciones, pienso que podr¨ªa tratarse de la resistencia del hombre moderno a aceptar lo irremediable. Desde luego, la llegada de la muerte supone la irrupci¨®n de "algo" tremendamente inquietante para una mentalidad que se ha hecho progresivamente dominadora.
El desarrollo de la t¨¦cnica ha inducido una mentalidad seg¨²n la cual el hombre puede dominar todas las cosas del mundo, especialmente las cosas del mundo humano. Pero, el hombre de hoy est¨¢ poco preparado para "sufrir"; cualquier dolor es interpretado como un est¨ªmulo a poner los remedios para evitarlo o quitarlo. Cuando ese dolor es inevitable el hombre se siente desconcertado. Por esto se puede decir que en este, tiempo, en nuestro mundo super desarrollado, el hombre tiene muchos menos dolores que hace a?os, pero tiene mucho m¨¢s sufrimiento.
Ante la muerte, considerada como el mayor de los males, se hacen muchos esfuerzos para vencerla, pero, a pesar de todo, llega inevitable. Sin embargo, hay un modo de hacer que la muerte no llegue a imponerse: causar una muerte libre antes de que la muerte inexorable haga su cometido. ?Por qu¨¦ se peg¨® un tiro Robespierre la noche antes de ser ejecutado en la guillotina? Ciertamente no era para sufrir menos dolor: el tiro que se peg¨® con la peque?a pistola era mucho menos seguro que la cuchilla de la guillotina, en efecto s¨®lo consigui¨® fracurarse la mand¨ªbula. Tambi¨¦n Goering se suicida con una c¨¢psula de veneno horas antes del momento en que estaba previsto ahorcarle. En estos casos como en los de las personas que se suicidan ante la perspeciva de una enfermedad incurable- se pone de manifiesto que no se trata de tener una muerte menos dolorosa, sino de cerrar el paso a la muerte que trata de imponerse. Estos suicidios son una especie de victoria p¨ªrrica sobre la muerte, pero inducen a pensar que la actualidad de la eutanasia tal vez tenga mucho que ver con esta cuesti¨®n de fondo, propia de la tremenda debilidad del pensamiento moderno. Necesitamos, urgentemente, recuperar la fortaleza de los valores, realmente definidos y claramente asumidos, para poder vivir, como quer¨ªa el viejo Arist¨®teles, una vida buena, que, dicho sea de paso, nada tiene que ver con la buena vida que algunos, demasiados, desesperadamente se afanan en procurarse a cualquier precio. (Entre par¨¦ntesis: una prueba de la ¨¦tica equivocada que nos invade es que, ante determinadas conductas fraudulentas, haya podido plantearse si "vale la pena" arriesgar a?os de privaci¨®n de libertad a cambio de disponer y disfrutar, una vez salido de la prisi¨®n, de mil o dos mil millones de pesetas. Robar es siempre una acci¨®n inmoral, en la que no se debe caer, con independencia de que se pueda o no salvar el bot¨ªn amasado en el robo).
Creada la comisi¨®n parlamentaria para debatir la posibilidad de legalizar la eutanasia, har¨¢n bien los senadores y diputados que se sientan humanistas en no caer en la trampa que pretenden tenderles. Si son verdaderamente humanistas, deben oponerse a la legalizaci¨®n de la eutanasia, no porque lo digan los obispos, que no pueden dejar de decirlo, sino simplemente porque el humanismo se opone a todo lo que da?a la dignidad del hombre, y tanto el homicidio como el suicidio la da?an irreparablemente en lo m¨¢s fundamental.
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