Francia hace examen de sus culpas en el genocidio ruand¨¦s
La comisi¨®n parlamentaria cita a declarar a los altos responsables gubernamentales de abril de 1994
La gigantesca carnicer¨ªa que hace cuatro a?os convirti¨® a Ruanda en el mayor cementerio planetario de la segunda mitad del siglo y en presuntos criminales a unos dos millones de sus habitantes es la pesada losa con la que Francia va a enterrar su proverbial pol¨ªtica africana. El Gobierno de Par¨ªs trata de recomponer su desbaratado juego geopol¨ªtico en el tablero del continente negro, mientras el Tribunal Penal Internacional para Ruanda , (TPIR), creado por la ONU, estudia el momento de llamar a declarar a los responsables militares franceses. La comisi¨®n "informativa" parlamentaria, formada recientemente en la Asamblea Nacional responde, sin duda, a un reflejo preventivo, al temor de que Francia llegue a ser condenada por complicidad del b¨¢rbaro genocidio que, en la primavera de 1994, llev¨® a la muerte a unos 800.000 tutsis y a miles de hutus moderados contrarios al Gobierno amigo de Juvenal Habyarimana. El primer ministro franc¨¦s, Lionel Jospin, ha anunciado que permitir¨¢ el levantamiento del secreto de Estado para permitir que la investigaci¨®n se complete.Aunque el drama ruand¨¦s envuelve con el sudario de la culpa a los indiferentes Gobiernos de las grandes potencias y hasta al actual secretario general de la ONU, Kofi Annan, Francia tiene un lugar propio en el caso, en la medida en que antes, durante y despu¨¦s de iniciarse el genocidio sostuvo militarmente a los promotores de la matanza. El desmentido formalista de ?douard Balladur, primer ministro en la ¨¦poca -"Francia prohibi¨® la exportaci¨®n de armas a Ruanda poco despu¨¦s de mi llegada a Matignon" (primavera de 1993)- ha tenido una vigencia efimera. Pocas horas despu¨¦s de estas declaraciones, el ex ministro de la Cooperaci¨®n, Bernard Debr¨¦, reconoc¨ªa lo que ya saben los oficiales de la ONU que estuvieron destinados en Kigali: que Par¨ªs sigui¨® librando armamento a los asesinos "5 o 10 d¨ªas despu¨¦s" de iniciarse las matanzas.
Eso s¨ª, contra lo que afirma el investigador belga Filip Reyntjens, contra lo que muchos sospechan, Bernard Debr¨¦ niega que los misiles SAM 16 Gimlet que el 6 de abril de 1994 abatieron el avi¨®n del presidente ruand¨¦s y dieron as¨ª la se?al para el inicio de la carnicer¨ªa provinieran de un lote incautado por el Ej¨¦rcito franc¨¦s en Irak. Sea cual sea el origen de esos misiles que acabaron con la vida de Habyarimana y de los tres gendarmes franceses que le proteg¨ªan, todo el mundo, incluidos los pol¨ªticos locales, se muestra convencido de que Francia sabe qui¨¦n orden¨® derribar el Falc¨®n 50, valorado en 2.500 millones de pesetas, que Fran?ois Mitterrand hab¨ªa regalado al presidente ruand¨¦s.
En estos momentos en los que la demanda de aclaraciones empieza a ser un cl¨¢mor, la tentaci¨®n de descargar la responsabilidad sobre el muerto, sobre un Mitterrand disminuido en esas fechas por el avance implacable del c¨¢ncer, empieza a ser, m¨¢s que una tentaci¨®n, una consigna. Debr¨¦ sostiene ahora que el error franc¨¦s en Ruanda es fruto del gusto por el secreto que practicaba Mitterand y de la equivocada creencia del fallecido presidente de que Habyarimana, v¨ªctima de un golpe de Estado provocado por los extremistas de su r¨¦gimen o del ataque de la guerrilla tutsi, seg¨²n las teor¨ªas, representaba el "¨²nico polo de solidaridad".
Una conversaci¨®n telef¨®nica que el entonces consejero para ?frica, Jean-Christophe Mitterrand, mantuvo con Habyarimana, ilustra. el juego de intereses marcados y amistades forzadas que el Gobierno de Par¨ªs despleg¨® durante d¨¦cadas en la regi¨®n de los Grandes Lagos. De acuerdo con el relato del historiador G¨¦rard Prunier -testigo ocasional- de la conversaci¨®n-, relato recogido por Le Monde, el hijo de Fran?ois Mitterrand dedic¨® palabras tranquilizadoras a su interlocutor y, una vez colgado el tel¨¦fono, tras un gui?o de complicidad, coment¨®: "Vamos a mandarle unos soldaditos a papa¨ªto Habyarimana y a sacarle del apuro".
En las pr¨®ximas semanas, la comisi¨®n parlamentaria que preside el socialista Paul Quil¨¦s tomar¨¢ declaraci¨®n a Balladur, y a los entonces titulares de Exteriores Alain Jupp¨¦, y de Defensa Fran?ois Leotard. El primero de ellos se ha apresurado a juzgar "escandaloso" que se corresponsabilice a Francia, del genocidio cuando "fue el ¨²nico Gobierno que envi¨® miles de soldados para tratar de impedir las matanzas". Al margen del papel jugado por Francia en la antigua colonia belga, los testimonios de aquellos que vieron la actuaci¨®n del Ej¨¦rcito franc¨¦s tampoco acreditan en general el cap¨ªtulo de elogios.
El asesinato sistem¨¢tico de los tutsis, que representaban el, 15% de la poblaci¨®n, y de los opositores hutus, fue una operaci¨®n cuidadosamente planificada, seg¨²n sostiene el general canadiense Rom¨¦o Dallaire, antiguo comandante de la Misi¨®n de la ONU de Asistencia a Ruanda (Minuar). "Hab¨ªa una metodolog¨ªa, hab¨ªa planificaci¨®n y de terminaci¨®n", ha declarado ante el TPIR instalado en Arusha (Tanzania) este hombre, que dio la voz de alarma tres meses antes de iniciarse la carnicer¨ªa y que llora y maldice todav¨ªa evocando las horripilantes escenas ruandesas, y la orden de no intervenci¨®n cursada por sus superiores. "Si hubi¨¦ramos desplegado nuestras tropas habr¨ªamos salvado la vida de cientos de miles de personas", asegura el general. Al juez interesado en confirmar los testimonios escalofriantes de los supervivientes de la locura criminal colectiva desatada en Ruanda, las escenas de mutilaciones, despedazamientos, violaciones, de ni?os. enterrados vivos, el militar le ha respondido: "Usted no puede imagin¨¢rselo".
El 17 de enero de 1994, Dallaire envi¨® a Maurice Barril, consejero militar del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU, y en consecuencia al entonces responsable pol¨ªtico Kofi Annan, un informe en el que daba cuenta de los entrenamientos de los interhamwes, la milicia ruandesa, e indicaba, citando fuentes del Ej¨¦rcito hutu, que la poblaci¨®n tutsi de Kigali estaba siendo recensada, por lo visto como paso previo a su aniquilaci¨®n: "Nos han dicho, a t¨ªtulo de ejemplo, que sus hombres pueden matar a m¨¢s de 1.000 tutsis en veinte minutos", se indicaba en ¨¦l fax. remitido a la ONU. Esa informaci¨®n lleg¨® a las embajadas de EE:UU, B¨¦lgica y Francia. Por si cab¨ªa alguna duda, la comisi¨®n senatorial belga que investiga el papel de su Gobierno ha establecido que las autoridades de su pa¨ªs sab¨ªan que el Ej¨¦rcito hutu preparaba, si no un genocidio de un mill¨®n de muertos, s¨ª una matanza a gran escala.
Si B¨¦lgica lo sab¨ªa, si la ONU lo sab¨ªa, si EE UU lo sab¨ªa, parece imposible que Francia lo ignorara. Imposible, porque desde, 1990 preferentemente, a ra¨ªz de las incursiones de la guerrilla tutsi, entrenada por militares anglosajones y con bases en Uganda, el Ej¨¦rcito franc¨¦s actuaba como gendarme del pa¨ªs. A lo largo de esos a?os, suministr¨® verdaderos arsenales al Ej¨¦rcito hutu, asumi¨® la defensa del aeropuerto, el mantenimiento y, llegado el caso, hasta el manejo de helic¨®pteros de combate y el ajuste de disparo de las piezas de artiller¨ªa, los sistemas de transmisiones y el adiestramiento. Las tropas francesas dirig¨ªan las operaciones militares hutus instalaban los controles de carreteras e interrogaban a los detenidos. Sus jefes, los tenientes coroneles Cholet y Maurin, ser¨¢n, de hecho, los consejeros militares del Gobierno ruand¨¦s en unos a?os en los que los ataques a las poblaciones civiles tutsis se suceden con la mayor impunidad.
Cuando el genocidio empez¨®, cuando el Ej¨¦rcito hutu orden¨® a la poblaci¨®n que de buen o mal grado se sumara a la matanza sistem¨¢tica de las familias tutsis, Francia y tambi¨¦n B¨¦lgica, Italia y EE UU se limitaron a rescatar a los extranjeros abandonando a la muerte a los empleados de sus embajadas. Seg¨²n el relato que el capit¨¢n belga Luc Lemaire ha presentado al TPIR, las tropas francesas eran aplaudidas por el Ej¨¦rcito y las milicias hutus, pero esta simpat¨ªa no les anim¨® a incumplir las ¨®rdenes propias, a evitar el asesinato ante sus ojos de los tutsis que se aferraban a los veh¨ªculos militares como ¨²nica esperanza de vida.
Con todo, los paracaidistas franceses no actuaron siempre igual. El corresponsal de The Times, Sam Kiley, ha publicado que aunque los comandos franceses "cerraron los ojos" ante las matanzas y la permitieron, en poblaciones como Bisesero, "actuaron correctamente". Francia, eso s¨ª, cumpli¨® con la tarea de sacar del pa¨ªs a 178 dignatarios del r¨¦gimen hutu, entre los que se encontraban buena parte de los planificadores del genocidio. Posteriormente, el 23 de junio, Par¨ªs envi¨® nuevas tropas a Ruanda, esta vez con el prop¨®sito de impedir la carnicer¨ªa. Se calcula que la Operaci¨®n Turquesa, a la que alude Baliadur, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU, salv¨® la vida a unas 10.000 personas .
La comisi¨®n informativa de los parlamentarios franceses tendr¨¢ que responder a las preguntas de por qu¨¦ el Gobierno se comprometi¨® secretamente en la guerra de Ruanda sin consultar a la Asamblea, por qu¨¦ minti¨® a la ciudadan¨ªa, hasta cu¨¢ndo sostuvo militarmente al Ej¨¦rcito hutu, y, sobre todo, cu¨¢ndo supo de los preparativos del genocidio, qu¨¦ hicieron entonces los responsables de la c¨¦lula africana del El¨ªseo, el ministro de la Cooperaci¨®n, el Alto Estado mayor del Ej¨¦rcito y los servicios secretos.
La monta?a de palabras que los antiguos responsables del Estado franc¨¦s o belga puedan ahora levantar, los mea culpa de Annan o de Bill Clinton en su reciente gira africana no son nada ante las cifras de v¨ªctimas, de los estremecedores relatos recogidos por el Tribunal de Arusha. La huida de las familias tutsis perseguidas por las hachas, las azadas, los machetes, que tratan de alcanzar los ayuntamientos de. los poblados porque saben que all¨ª los matan a balazos resume el universo de los horrores de la primavera ruandesa de 1994
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