Gemidos en el s¨®tano
El conocimiento es un bien y el sufrimiento es un mal. Por ello la curiosidad, que tiende a incrementar el primero, y la compasi¨®n, que tiende a reducir el segundo, son pasiones admirables. En las raras ocasiones en que entran en conflicto, tenemos un problema genuino, que no se puede barrer debajo de la alfombra. Tal conflicto ha existido desde hace m¨¢s de cien anos con la experimentaci¨®n dolorosa con animales vivos o vivisecci¨®n.Claude Bernard, uno de los fundadores de la fisiolog¨ªa experimental, hizo contribuciones decisivas al conocimiento del sistema digestivo e introdujo la idea de homeostasis o equilibrio interno, mostrando que la temperatura interior es regulada por la dilataci¨®n y constricci¨®n de los vasos sangu¨ªneos, siguiendo instrucciones nerviosas. En 1856 descubri¨® la presencia de gluc¨®geno (una sustancia parecida al almid¨®n) en el h¨ªgado de los mam¨ªferos. Mostr¨® que el h¨ªgado pod¨ªa formar gluc¨®geno a partir del az¨²car de la sangre y almacenarlo como reserva, que en tiempos de carencia pod¨ªa ser reconvertido de nuevo en az¨²car. El gluc¨®geno es formado o destruido en proporciones tales que el nivel de az¨²car en la sangre permanece, constante. Sin embargo, estos resultados fueron obtenidos mediante la repetici¨®n (que algunos de sus colaboradores consideraban compulsiva e innecesaria) de experimentos a veces terriblemente dolorosos a los que eran sometidos sin anestesia miles y miles de perros (incluido el de su propia hija), con gran esc¨¢ndalo de su familia, que se compadec¨ªa de los animales. Su mujer acab¨® separ¨¢ndose de ¨¦l en 1869. Sus dos hijas, como reparaci¨®n a las barbaridades de su padre con los animales del laboratorio donaron mucho dinero a las sociedades antiviviseccionistas e incluso fundaron el c¨¦lebre refugio de Asni¨¦res para recoger los perros salvados de la vivisecci¨®n.
En los ¨²ltimos treinta a?os, el desarrollo de m¨¦todos alternativos de investigaci¨®n (como el cultivo in vitro) y el cambio en nuestra consideraci¨®n moral de los animales han llevado a una dr¨¢stica reducci¨®n del n¨²mero de experimentos con animales, sobre todo con los m¨¢s parecidos y pr¨®ximos a nosotros. En Canad¨¢ los mam¨ªferos han desaparecido casi de los laboratorios, sustituidos por los peces. En Estados Unidos la difusi¨®n de videos obtenidos en laboratorios que trabajaban con primates en condiciones intolerables produjo una explosi¨®n de indignaci¨®n en la opini¨®n p¨²blica, que condujo en 1985 a que el Senado tomase cartas en el asunto y adoptase medidas legislativas para poner coto a tales abusos. Si los primates son tan buenos modelos nuestros, es porque son muy parecidos a nosotros, por lo que la consideraci¨®n moral que merecen tampoco puede ser tan distinta.
Los papiones o babuinos (Papio anubis) son primates muy inteligentes, de acusada personalidad y estrategas sociales consumados, siempre haci¨¦ndose favores mutuos para ganar amigos y forjar alianzas. Sus extensas familias han sido tomadas con frecuencia como modelos para entender la vida de nuestros antepasados hom¨ªnidos, que, como ellos, hab¨ªan dejado las copas de los arboles por el suelo de la sabana africana. Ahora, papiones de Kenya est¨¢n siendo capturados y trasportados a ciertos laboratorios, donde se les raja en canal, se les arranca el coraz¨®n y se les introduce el coraz¨®n de un cerdo, que su sistema inmunitario rechaza, muriendo de un modo miserable. El fin perseguido (poner a punto una t¨¦cnica de trasplantes de ¨®rganos de cerdos a hombres) es rechazado por la mayor¨ªa de m¨¦dicos por los riesgos que conlleva de transmisi¨®n de infecciones in¨¦ditas, sobre todo despu¨¦s de la tragedia del sida y del susto de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Los medios empleados indignan a la opini¨®n p¨²blica de los pa¨ªses avanzados, por lo que al final tales experimentos est¨¢n siendo trasladados a sitios como A Coru?a, donde la tradicional indiferencia espa?ola para con el dolor animal parece prometer cierta impunidad. Los cient¨ªficos empe?ados en hacer realidad las m¨¢s peyorativas caricaturas de los detractores de la ciencia prestan un flaco servicio a la causa a la que dicen servir.
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