El nuevo 'le¨®n' s¨®lo se desmelen¨® a r¨¢fagas
San Mam¨¦s vibr¨® con Pavarotti en la apertura del centenario del Athletic
La noche estaba predispuesta para la gran fiesta, algo que se sinti¨® en el arranque, cuando San Mam¨¦s core¨® gritos de ¨¢nimo a su Athletic mientras el himno sonaba con la Sinf¨®nica y la Coral de Bilbao, preparando la llegada de Luciano Pavarotti. Una obertura briosa y en¨¦rgica de Carmen, elegida tal vez por eso de que Don Jos¨¦ era vasco, precedi¨® la aparici¨®n del nuevo le¨®n Pavarotti, respuesta bilba¨ªna a la identificaci¨®n de Pl¨¢cido Domingo con el Madrid y de Jos¨¦ Carreras con el Barcelona. Pero Pavarotti no se desmelen¨® cantando m¨¢s que en contadas ocasiones, aunque ¨¦stas fueron de tal belleza que hubiesen bastado para ganar un hipot¨¦tico partido vocal. Eso s¨ª, sin goleada.
Lo mejor del estado actual del carism¨¢tico tenor italiano viene de su atractivo timbre vocal, de su instinto mel¨®dico y de esa morbidezza tan italiana que da a su canto una melancol¨ªa inigualable. Cuando estas cualidades aparecieron -en Recondita armon¨ªa de Tosca, o en todas las canciones napolitanas, desde Mattinata y La Girometta hasta el inolvidable O sole m¨ªo de la segunda propina-, la magia y la emoci¨®n se adue?aron de San Mam¨¦s.
Bilbao conoce muy bien las capacidades oper¨ªsticas de Pavarotti, pues desde 1970 ha cantado aqu¨ª nada menos que El elixir de amor, La hija del regimiento y Luc¨ªa de Lamermoor de Donizetti, Luisa Miller y Un baile de m¨¢scaras de Verdi, Manon de Massenet y La boh¨¦me de Puccini. Todos estos autores -m¨¢s Leoncavallo- fueron la base de sus incursiones oper¨ªsticas de la noche, siendo resueltas con desigual fortuna: decepcionante en Donizetti, con falta de regulaci¨®n y control respiratorio; con acentos verdianos en los recitativos y arias de Luisa Miller y Macbeth y monoton¨ªa en La donna e mobile; impecable de estilo en Puccini, especialmente en Recondita armon¨ªa; de una vulgaridad rutinaria en Pourquoi me reveiller de Werther, precisamente en una ciudad que adora a Alfredo Kraus, y soso y reserv¨®n en Vesti la giubba. No era para tirar cohetes, desde luego, pero la noche cambi¨® de signo con las canciones napolitanas, hasta que una versi¨®n de Granada inmediatamente olvidable puso fin al idilio.
Lirismo y brillantez
La orquesta, dirigida por Janos Acs, resolvi¨® con especial lirismo el intermed¨ªo de Cavalleria rusticana. La sinf¨®nica y la Coral de Bilbao brillaron en las dos p¨¢ginas vascas de Guridi y Zapirain. El flautista italiano Andrea Griminelli, a quien la amplificaci¨®n metafizaba en exceso el sonido de su instrumento, estuvo m¨¢s inspirado en las czardas que en la fantas¨ªa sobre temas de Carmen. En conjunto, la primera de las actividades culturales del centenario del Athletic de Bilbao -a partir del 7 de mayo hay una exposici¨®n de 90 artistas vascos con cuadros y esculturas alusivos al f¨²tbol, al club o al centenario, y en junio act¨²an los Rolling Stones- se ha saldado con enorme ¨¦xito de p¨²blico y chispazos de gran arte. El Athletic ha dado un gran golpe de efecto trayendo a Pavarotti, pero si en alg¨²n momento hubiese aparecido Julen Guerrero tocando el piano, la noche habr¨ªa sido mucho m¨¢s apote¨®sica. Julen con Pavarotti, ?se imaginan?. Arde San Mam¨¦s.
Babelia
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