Un detalle de Suker salva al Madrid
El M¨¦rida, con un estilo intempestivo, puso dificultades en el segundo tiempo
En un partido sin historia en el primer tiempo y con goles en el segundo, el Madrid salv¨® una situaci¨®n que compromet¨ªa su posici¨®n en la Liga. Estuvo cerca de la derrota pero Suker hizo de Suker por un d¨ªa: recibi¨® un pase largo, baj¨® la pelota con delicadeza y la elev¨® sobre Montoya, que dud¨® entre salir o quedarse. En la duda pierdes. Montoya perdi¨®. Fue el gol del empate, pero sobre todas las cosas fue un tanto a la vieja manera de Suker. El Madrid se complic¨® la vida de forma inopinada. En realidad le sucedi¨® m¨¢s o menos lo mismo que le ha ocurrido durante la temporada. Volvi¨® a ser un equipo inestable, incapaz de conservar la ventaja que tom¨® en el segundo tiempo. El M¨¦rida apret¨® un poco y marc¨® dos goles, una prueba de la inconsistencia madridista o de su falta de atenci¨®n. Es una vieja historia que se observa en cifras: el Madrid gan¨® su ¨²ltimo partido fuera de Chamart¨ªn el 12 de noviembre, frente al Compostela. Ha pasado el invierno, la primavera est¨¢ bien entrada y al Madrid s¨®lo le queda un encuentro fuera de su estadio para acabar con ese descr¨¦dito.
M¨¦rida: Montoya; Mariano, Luis Sierra, Momparlet, Pablo Alfaro; Sinval, Jaime, De los Santos, Pirri Mori (Sabas, m
60); Cl¨¦ber (Cort¨¦s, m. 72) y Biagini.Real Madrid: Illgner; Panucci, Hierro, Sanchis, Roberto Carlos; Karembeu, Seedorf, Redondo (Suker, m. 71), Amavisca (Jaime, m. 73); Ra¨²l y Morientes. Goles: 0-1. M.60. Hierro, de penalti. 1-1. M.62. Sinval transforma directamente un saque de c¨®rner. 2-1. M.67. Espectacular galopada de Biagini y Sabas recibe y marca. 2-2. M.80. Pase de Hierro a Suker, que controla y eleva el bal¨®n sobre Montoya. ?rbitro: Prados Garc¨ªa. Amonest¨® a Mariano, Luis Sierra, Pablo, Jaime, Cort¨¦s, Biagini y Hierro. Unos 20.000 espectadores en el estadio Romano de M¨¦rida.
S¨®lo se puede rese?ar el segundo tiempo. El primero fue deplorable. Al Madrid le dio por jugar con un aire distante, como si no le fuera algo importante en el partido. El caso es que se apropi¨® del bal¨®n y no le sirvi¨® de nada. Utiliz¨® la pelota abundantemente por las graves carencias del M¨¦rida, que acept¨® su inferioridad y se tap¨® en su campo. Tampoco pod¨ªa tirar contragolpes, porque a todos les tocaba defender.
Entre la posesi¨®n y el buen uso de la pelota hay una diferencia considerable. El Madrid estuvo insustancial con el bal¨®n, con dificultades enormes para elegir. No utiliz¨® las alas. Con Roberto Carlos m¨¢s comedido que de costumbre, era el momento para Amavisca y Karembeu. Ninguno de los dos pes¨® sobre el partido. Amavisca se tiene poca confianza: nunca encara, nunca regatea y, por lo tanto, nunca se va. Necesita alg¨²n pelotazo para aprovechar su velocidad. Karembeu tampoco funcion¨® por la derecha y m¨¢s de una vez colabor¨® en el embudo que se formaba en el medio campo. Se apelotonaban Redondo, Seedorf, Karembeu y hasta Ra¨²l, que se desenganchaba para tocar el bal¨®n.
Ra¨²l protagoniz¨® los dos ¨²nicos remates decentes del primer tiempo: un cabezazo que dtsvi¨® Montoya y un tiro con la izquierda que detuvo el portero del M¨¦rida. Fuera de eso, el partido era temible. Al Madrid le faltaba claridad y decisi¨®n -de nuevo un equipo con una sola velocidad- y el M¨¦rida carec¨ªa de todo.
Lo ¨²nico que se vi¨® en la primera parte fue la violenta tendencia del M¨¦rida, un equipo integrado por veteranos intempestivos. Pablo, Momparlet, Jaime y Luis Sierra se tomaron unas licencias inadmisibles en el segundo tiempo. En varias ocasiones apuntaron al peron¨¦ de los jugadores madridistas, y muy especialmente a las piernas de Morientes, que recibi¨® dos entradas terribles de Jaime y Luis Sierra. El ¨¢rbitro, en la l¨ªnea incompetente que les caracteriza en la Liga espa?ola, les perdon¨® la expulsi¨®n.
El partido sigui¨® mortecino en el arranque de la segunda parte. El Madrid estaba en la obligaci¨®n de conservar su puesto en la Liga y el M¨¦rida necesitaba salir de su inc¨®moda posici¨®n. No lo parec¨ªa. Ninguno de los dos equipos hac¨ªa algo por ganar el encuentro. Hasta que lleg¨® el penalti de Pablo, que arroll¨® a Morientes en el ¨¢rea. Marc¨® Hierro y el partido gir¨® bruscamente.
El M¨¦rida empat¨® un minuto despu¨¦s. No necesit¨® otra cosa que un c¨®rner bien tirado por Sinval y la indecisi¨®n de Illgner, que debi¨® hacer constar su envergadura. No lo hizo y la pelota entr¨® directa, aunque el portero se quej¨® de la carga de Biagini. Quiz¨¢, pero su error result¨® decisivo en el gol.
Biagini protagoniz¨® el segundo gol. Protagonismo de letras grandes. La jugada naci¨® tras un centro de Karembeu, rechazado de espuela por Cleber. El bal¨®n qued¨® en pies de Biagini, casi al borde de su ¨¢rea, tan lejos de la porter¨ªa de Illgner que se hac¨ªa imposible pensar en algo inquietante para el Madrid. Pero Biagini meti¨® la quinta y comenz¨® una hermos¨ªsima galopada. Panucci le persigui¨® pero no le alcanz¨®; Hierro le vio pasar como un tiro; Sabas le sigui¨® por el otro flanco. Setenta metros de carrera y la decisi¨®n correcta: Biagini cedi¨® a la derecha y Sabas empuj¨®. Un gol notabil¨ªsimo.
El Madrid se encontr¨® en una situaci¨®n tan familiar que pod¨ªa esperarse su derrota. Sin embargo, Suker sali¨® de su estado de postraci¨®n para recordar el jugador que fue. Hubo mucha clase en ese detalle del control y la vaselina. El empate produjo un regreso a la situaci¨®n inicial: control insulso del Madrid; defensa extrema del M¨¦rida. Y todos felices.
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