Suceso
No se dejen enga?ar por el r¨¢pido carpetazo con que Navarro Valls ha cerrado oficialmente el caso de la escabechina vaticana a tres bandas. La verdad es que s¨®lo los portavoces pontificios poseen el aplomo suficiente para, sin esperar el resultado de las autopsias ni el examen de posibles pruebas, endilgarle la culpa al m¨¢s indefenso de las tres v¨ªctimas, acus¨¢ndole, adem¨¢s, de estado transitorio de rencor loco de bolero. Ni Rodr¨ªguez de Moncloa se atrever¨ªa a ir tan lejos.Francamente: despu¨¦s del sospechoso pase al otro mundo del anterior Juan Pablo (?el caso del capuccino asesino?) no hace falta ser especialista en la tercera parte de El padrino para que se nos hagan hu¨¦spedes los dedos que nos bendicen. Yo le veo al asunto un marcado aspecto Carson McCullers, en concreto Reflejos en un ojo dorado. Tenemos una Guardia Suiza que ya no sabe en qu¨¦ ocuparse y se limita a lucir los jubones que Miguel ?ngel dise?¨® para realzar el trasero de los airosos mocetones. Tenemos a un comandante y su se?ora que no pueden ser padres (cuando lo normal en los guardias suizos es que no paren de hacer hijos: tienen prohibido usar contraceptivos). Y tenemos a un joven hecho un toro.
?Visitaba el muchacho el domicilio de los c¨®nyuges, dedic¨¢ndose a olfatear la ropa interior de la esposa (o del esposo)? ?Le espiaba furtivamente el comandante cuando el mozo, moviendo el jub¨®n, se encaminaba a sus labores? ?Era la esposa, ah¨ªta de maitines, exhibicionista? ?stos y otros sucesos pueden ocurrir en un acuartelamiento alejado de la realidad. No olviden c¨®mo empieza el libro de McCullers: ?En tiempos de paz, un cuartel es un lugar aburrido en el que, una y otra vez, suceden las mismas cosas?.
Es una pena que la costumbre del piadoso velo nos impida entretenernos con el evento, en estos tiempos tan sosos.
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