De toros y hombres
Antes se paraba con el capote, recib¨ªa un buen pu?ado de varas, mataba algunos caballos y, luego, cansado, tras ser mareado con la muleta, se le estoqueaba. En cierta manera se preparaba al toro para morir. Despu¨¦s lleg¨® Belmonte y comenz¨® a construir con la muleta, a dibujar en el aire. Las pinturas rupestres tampoco eran ejercicios de colores y l¨ªneas definidas, al igual que las primeras m¨²sicas compuestas por el hombre no eran sinfon¨ªas, y las primeras esculturas no estaban medidas por el canon. Pero eran arte, ten¨ªan la capacidad de despertar sensaciones y crear belleza.Sentar a un aficionado y a un antitaurino, esperando que acerquen posturas, resulta imposible; el antitaurino antepone la l¨®gica a las cuestiones del coraz¨®n. Suele referirse con abundancia de gestos a la contraecolog¨ªa del asunto, a la violencia del espect¨¢culo, mientras su conciencia padece por la sangre vertida y la supuesta humillaci¨®n del animal; lo del arte no merece la pena mentarlo, pues parece que uno se est¨¢ metiendo con un antepasado a¨²n caliente del contertulio. El antitaurino hace art¨ªculo de fe, dogma y revelaci¨®n de su postura, y, de dudar, se siente incapaz de reconocerlo, ya que la inteligencia, a priori, jalona su discurso. Esa inteligencia, por afilada y humanizadora, al final niega el coraz¨®n . El aficionado tiende a aparcar la inteligencia y permite que la pasi¨®n se explaye. Lo de la contraecolog¨ªa de la tauromaquia no sirve como argumento. El toro, como especie, hubiera desaparecido hace a?os si no se le hubiese designado un fin, que es morir en la plaza. Ni sirve para tareas dom¨¦sticas, ni como compa?¨ªa, ni su carne resulta especialmente sabrosa. Las corridas provocan la proliferaci¨®n de las fincas y las ganader¨ªas, aparte de mover miles de millones y proporcionar un magn¨ªfico n¨²mero de puestos de trabajo. Violencia hay en el toreo, en cualquier actividad hay violencia, en la disputa de dos ni?os por un caramelo, en el paseo de un anciano que desear¨ªa correr con la impronta de la juventud, en la discusi¨®n del tratado de una paz siempre imposible; la diferencia radica en que la violencia del toreo tiene como medio el arte, que suele tender a esa misma violencia en sus expresiones. Al toro no se le humilla ; sabe que va a morir en el combate de uno contra uno. El toro sale a la plaza a defenderse y, en el momento ¨²ltimo, que es el de la muerte, tiene las mismas ventajas que el torero. Muchas de las cogidas se producen en ese instante.
Para un pintor el instrumento es el pincel, para un escritor la palabra, para el torero el toro. Entonces, el toreo es el arte por antonomasia, no necesita de nada imaginado por el hombre, en el fondo no se apoya en nada que no parta de la naturaleza. El arte alcanza imitar a la naturaleza, en cierto sentido plagiarla, ya que dif¨ªcilmente se aproxima a su grandeza. Tiende a reproducir una puesta de sol, el sonido de la lluvia, el sentimiento de lo que se quiebra con la ausencia del amor. El toreo no recrea, es naturaleza en movimiento. Y es irrepetible. Un cuadro puede estar colgado durante siglos, una novela perpetuarse en millones de lectores, una canci¨®n escucharse. Lo ef¨ªmero del toreo lo transforma en arte puro, que nace, precisamente, de la contradicci¨®n entre existir y desaparecer, que vive en un periodo de tiempo cort¨ªsimo porque su finalidad y su medio es la muerte, y no figurada, de la obra. La validez de las grandes obras de arte se asienta en la diferencia, un punto de vista singular, y no son tantas. Se dice con raz¨®n que cada faena, cuando es buena, es diferente. En Espa?a se llegan a ver cada a?o bastantes buenas faenas. Arte de nuevo, de calidad y en abundancia, generado m¨¢s en la complicidad que en la pelea del animal y el ser humano, marcando un ritmo que se relaciona con lo primitivo, con lo intuido, cuya evoluci¨®n, por supuesto, no pasa por lo maquinado, la comodidad y las nuevas tecnolog¨ªas deshumanizadoras.
A lo mejor el libro como tal se sustituye por un artefacto electr¨®nico, los lienzos por pantallas de ordenador, las partituras por m¨²sica en lata. Pese a algunos y para satisfacci¨®n de muchos, el toreo seguir¨¢ siendo una cuesti¨®n del hombre y el animal, de la naturaleza.
Babelia
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